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EL FIN LLEGA, NO IMPORTA CUANTO SE TARDE, EN EL MOMENTO MENOS ESPERADO LLEGA

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EL FIN LLEGA, NO IMPORTA CUANTO SE TARDE, EN EL MOMENTO MENOS ESPERADO LLEGA.

Una vez leí que lo único bueno de que te rompan el corazón por primera vez, es que nadie puede volver a hacerlo.

Esperaba que fuera cierto, porque dudaba que quedara algo para que pudieran romper después de esa mañana.

Desperté entre los brazos de Romeo, su cabello negro y alborotado delineaba su rostro, su barba comenzaba a crecer y no pude evitar la tentación de tocarlo, la aspereza de sus vellos cediendo bajo la presión de mis dedos me hizo sonreír de forma inconsciente, luego miré la luz que entraba por la ventana y reaccioné.

Era de día, había dormido con él.

Con cuidado me aparté de Romeo, el dolor llegó como un relámpago en todo mi cuerpo. Literal, no había una sola parte donde no me doliera, me moví y Romeo guñó antes de apretar sus brazos alrededor de mi cintura y estrecharme contra su pecho.

Lo oí susurrar un Amore adormilado antes de volverse a acomodar para seguir durmiendo y me reí, diablos, quería quedarme ahí por el resto del día, que digo día, por el resto de mi vida, ¿saben? Romeo era tan cálido que parecía capaz de apartar hasta los vientos más fríos, con él el invierno era primavera. Me incliné y le di un beso ligero en los labios antes de soltar sus brazos de mi cintura, soltó algo parecido a un ronroneo antes de abrir sus ojos con un puchero, nota personal, Romeo no parecía ser muy madrugador.

—Buenos días —dije de costado, como si no pudiera mantener sus manos alejadas de mí, comenzó a dibujar patrones por mi espalda, mis costillas, llegó hasta mi abdomen y sujetándome con su mano caliente por el vientre me volvió a acercar a su cuerpo.

Buongiorno, Amore.—Me sonrió y me giré entre sus brazos para verlo mejor, fue la imagen más perfecta que había visto en mi vida, de verdad podía acostumbrarme a eso. —¿Quieres darte un ducha?—Bostezó.

—¿Apesto?—Pregunté intentando olerme.

Romeo se acercó a mi cuello y aspiró profundo. —No lo creo. Hueles increíblemente bien. Como a sexo y a ti. —Dijo haciendo que me ruborizara. Quise darle un golpe, pero en cuanto lo intenté Romeo agarró mis manos y las pasó alrededor de su cuello para que lo abrazara, no me resistí, sentir todo su cuerpo en contacto con el mío se sentía bien. De hecho, se sentía demasiado bien estar así con él, podía caerse el cielo afuera, que poco me hubiera importado, en ese momento no me importaba nada más que su piel en contacto con la mía. Romeo empezó a besarme el cuello y me estremecí de dolor cuando sus manos tocaron uno de los golpes en mi vientre, —El baño era para que te ayudara con el dolor.

—No duele tanto. —Me encogí de hombros.

—Eres masoquista

—Tal vez un poco. —Dije besando sus labios.

—¿Lo suficiente para una segunda ronda? —Murmuró llevando sus manos a mi trasero y presionó sus caderas contra las mías haciéndome consciente de nuestras erecciones matutinas. Demonios, iba a destrozarme el cuerpo si no me negaba y sin embargo no hice más que gemir contra sus labios en cuanto profundizó el beso. Romeo se apartó y me evaluó—Definitivamente eres masoquista. —Dijo divertido, se apartó y salió de la cama.

Una parte de mi (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora