De pie en su suite, Yoongi echó un último vistazo a su alrededor, comprobando que no se dejaba nada. No quedaba ni rastro de él.
Cerró la puerta sin hacer ruido y echó a andar pasillo abajo, tirando de su maleta con ruedas. En vez de dirigirse hacia la puerta principal del palacio, por donde estarían entrando a esas alturas los invitados a la fiesta de Nochebuena, se escabulló por la puerta de atrás, donde un coche lo esperaba para llevarlo al aeropuerto.
Marcharse de esa forma significaba renunciar a la generosa prima, que Seokjin le había prometido para que la invirtiera en la organización benéfica que quisiera, pero no podía quedarse ni un minuto más. Quería volver a casa con su hermano, donde podría, con un poco de suerte, esconderse y lamerse las heridas.
En ese momento, sentía que el dolor que le atenazaba el corazón no se iría nunca, pero no perdía la esperanza. La esperanza de que cuanto antes abandonara Polonia, antes podría dejar atrás el bochornoso incidente. Que cuanto más se alejara de Seokjin, antes empezaría a olvidar que se había permitido enamorarse de él, y que él le había estado mintiendo todo el tiempo.
—Gracias por su ayuda —le dijo a la mujer que le había ayudado a buscar el coche y el vuelo de regreso a Corea.
Yoongi le entregó un grueso taco de expedientes y encima de todo, una nota sujeta en la portada de una de las carpetas con un clip. Pese a lo ansioso que estaba por salir de allí, había estado trabajando toda la tarde, para asegurarse de que la fundación pudiera echar a rodar lo antes posible.
—Por favor, ocúpese de que el príncipe Seokjin lo reciba. Creo que aquí está todo lo que necesita para continuar con el proyecto de la fundación Soñar es Posible.
La mujer asintió y le hizo una pequeña inclinación con la cabeza.
—Sí, señorita. Ha sido un placer conocerla.
—Gracias —dijo Yoongi, tragándose las lágrimas. En sólo unas pocas semanas había llegado a conocer al personal que trabajaba en el palacio y les iba a echar mucho de menos.
Incapaz de hablar, debido al nudo que se le había hecho en la garganta, salió y entró en el coche. El interior estaba oscuro, demasiado para ver nada a través de los cristales tintados.
Pero pese a ello, Yoongi mantuvo la cabeza al frente cuando el coche empezó a alejarse lentamente del palacio. No quería echar un último vistazo al lugar en el que había conocido la felicidad más increíble, pero también un insoportable dolor de corazón.
Seokjin mantuvo una expresión impasible durante la noche. Su rostro no mostraba indicio alguno de su humor de perros. Con gran alivio por su parte, la fiesta terminó y pudo zafarse, por fin, de su familia y el resto de los invitados.
Lanzó una imprecación entre dientes mientras recorría el largo corredor que conducía a la habitación de Yoongi. Él no había planeado que las cosas terminaran así entre ellos, ni que la estancia de Yoongi en Polonia tuviera un final tan desagradable.
Al llegar, llamó suavemente y entró sin esperar respuesta.
Las luces estaban encendidas y oía ruido proveniente del dormitorio, pero había algo que no encajaba.
Se dirigió al interior de la habitación. Abrió la puerta y no tardó en darse cuenta de que la cama no tenía sábanas y que faltaban todos los artículos personales de Yoongi, objetos que había visto en la habitación la primera noche que pasaron juntos.
Un segundo después, una criada apareció en la puerta del cuarto de baño y dio un grito de sorpresa.
—Alteza —dijo, inclinando la cabeza.
—¿Dónde está la señorita Suga? —preguntó, el ceño fruncido en señal de consternación.
—Lo siento, señor, pero se ha ido. Justo antes de que empezara la fiesta.
—¿Que se ha ido? —repitió sintiendo como si la tierra se hundiera bajo sus pies.
—Sí, señor. Me parece que dejó algo para usted. Lo tiene Somin. ¿Quiere que vaya a buscarla?
—Sí, gracias. Que vaya a verme a mi despacho, ¿quieres?
—Sí, alteza.
La criada pasó junto a Seokjin y salió de la habitación. Este también abandonó la habitación, aunque a un paso mucho más lento. Tomó una escalera trasera que conducía al primer piso y se dirigió a su despacho. Al cabo de diez minutos, apareció Somin. Llevaba un taco de expedientes en los brazos.
—La señorita Suga dejó esto para usted, señor —dijo, entregándole los papeles por encima de la mesa.
Él le dio las gracias, y esperó a que se hubiera marchado para abrir la nota. Era una carta desprovista de emoción, en la que se limitaba a explicarle que no podía quedarse más tiempo, a pesar de lo que estipulaba el contrato, ahora que sabía que estaba prometido y que se habían hecho públicas las fotos.
Vio que todos los expedientes tenían que ver con la fundación Soñar es Posible.
Debería haber imaginado que Yoongi no se iría sin asegurarse, personalmente, de que él recibiera toda la información detallada del proyecto, de modo que la fundación pudiera constituirse según lo planeado.
El problema era que no se había imaginado que Yoongi se iría. Que no lo haría sin hablar antes con él, sin dejarle que se explicara.
Debería haberle hablado de Mina desde el principio. Debería haberle dicho que esa boda había sido acordada por sus padres, pero que él no había tenido nada que ver en la decisión. Que aunque estaba prometido, no habían tenido ningún tipo de relación física.
Su madre y Mina se alegrarían mucho cuando se enteraran de que Yoongi se había ido. Sin él en Polonia, el escándalo de su aventura se disiparía rápidamente, y la vida continuaría. También los planes de la boda.
Ojalá pudiera sentir lo mismo. Pero en vez de eso, lo único que deseaba era salir corriendo al aeropuerto y seguir a Yoongi a Seúl.
Si le hubiera dado la oportunidad de explicarse. Suspiró arrepentido y arrugó la nota.
Era mejor así se dijo, mientras salía del despacho y se dirigía a su habitacione en la segunda planta. Ahora que Yoongi se había ido, las cosas volverían a la normalidad. Podría ocuparse de sus asuntos, sin pasarse el día pensando en hacerle el amor una vez más.
Sí, era mejor así. Para todos.
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In the prince's bed [Jinsu]
Fanfiction"En cuanto el príncipe Seokjin vio a la seductora Suga, deseó que se convirtiera en su amante. Con la intención de tenerla en su cama antes de Navidad, el príncipe la tentó con una oferta de empleo en el palacio. Seokjin no se detendría ante nada p...