18. No te detengas.

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La velada terminó tarde, pero Yoongi acompañó a todos los invitados a la salida, feliz al comprobar que la mayoría se marchaba con una gran sonrisa en los labios. Y mejor aún, la señora Chaeyoung le había informado con gran alborozo que había recibido varias contribuciones muy generosas a lo largo de la noche y la promesa de que aún llegaría alguna otra.

Ver cómo Santa Claus repartía regalos entre los niños había tenido en los corazones de los presentes el efecto que Yoongi esperaba. Se había fijado en que a más de uno se le habían llenado los ojos de lágrimas durante el reparto de regalos, y en que varios habían acompañado a los niños a sus habitaciones a la hora de irse a la cama.

Aunque no hubiera sido su principal objetivo esperaba que la fiesta terminara en forma de las adopciones, que hacían tanta falta como las aportaciones.

Ahogando un bostezo con su cartera de mano, observó cómo se cerraba la puerta detrás del último de los invitados momentos, antes de percibir la presencia de Seokjin a su lado.

Aunque no le sorprendió haber percibido su presencia antes de verlo siquiera, sí le resultó preocupante. No quería percibirlo. No quería creer que hubieran llegado a estar tan unidos en tan poco tiempo, y menos aún cuando se había pasado las últimas tres semanas evitándolo.

Aunque tampoco podía decirse que hubiera tenido mucho éxito. Había comprendido que Seokjin tenía la habilidad de estar presente allí donde iba, tanto si quería como si no.

Con todo, tenía que admitir que había sido una baza importante para la fiesta. No sólo había conseguido que los presentes se relajaran hasta el punto de bailar al son de los villancicos, sino que había pasado toda la velada recorriendo el salón estrechando manos, besando mejillas y ensalzando la labor del orfanato al que tachaba de labor benéfica encomiable.

Y lo admiraba por ello. Por preocuparse por el hogar infantil y por hacer que la gala para recaudar fondos hubiera resultado un éxito.

Polonia era su país, y lo había contratado para trabajar para él. Pero parecía saber que se iba a tomar su trabajo organizando labores benéficas muy en serio. Parecía saberlo y, a su manera, parecía importarle.

Aquello lo conmovió más que una docena de rosas, un centenar de copas de champán o mil cenas románticas.

Tal vez hubiera cometido un error en la manera de aproximarse invitandolo a su cama antes de conocerlo, pero desde entonces había rectificado.

Cuando la tomó del codo, sintió el ya familiar hormigueo allí donde su piel entraba en contacto con los dedos de él.

-¿Nos vamos? -preguntó.

Asintió y dejó que Seokjin le colocara el chal que llevaba sobre los hombros, antes de conducirlo hasta la limusina que los esperaba fuera.

Pese a lo tarde que era, un montón de paparazzi aguardaba todavía para sacar las últimas fotos de la familia real a la salida de la gala. Los flashes lo cegaban. Se alegró cuando la puerta del coche se cerró tras de si, bloqueando la presencia de los molestos fotógrafos.

Cuando llegaron al palacio, todos se dieron las buenas noches y se dirigieron a sus respectivas habitaciones. Yoongi les deseó a todos las buenas noches y echó a andar hacia el ala en la que se encontraba su habitación.

-Te acompaño -dijo Seokjin alcanzandolo y haciendo que enlazara el brazo con el suyo.

Yoongi comenzó a decir que no hacía falta que lo acompañara, pero se lo pensó mejor al ver que los padres y el hermano de Seokjin no estaban tan lejos como para no oírlo. De modo que inclinó la cabeza, aceptó el brazo y murmuró:

-Gracias.

Recorrieron el camino hasta su habitación en silencio, y le sorprendió notar que era un silencio cómodo. Tal vez se debiera a que había sido un día muy largo y ajetreado, y estaba demasiado cansado para pensar en algo que decir o hacer. Y tampoco parecía preocuparle lo que Seokjin pudiera hacer o decir.

Cuando llegaron, Seokjin abrió la puerta y se hizo a un lado para que entrara primero. Yoongi atravesó el salón a oscuras y se acercó a encender la lámpara que había en una mesita, derramando su luz dorada por el espacio circundante.

Se irguió entonces y al girarse estuvo a punto de chocar con Seokjin, que se le había acercado por detrás en silencio y en esos momentos se encontraba a escasos centímetros de Yoongi. Por un momento, se quedó sin saber qué hacer o decir. Contuvo la respiración y notó que el corazón empezaba a latirle como si fuera un tambor.

Tragó el nudo provocado por los nervios y abrió la boca para hablar, aunque no tenía ni idea de qué quería decir.

Aunque tampoco tenía mucha importancia, porque antes de que pudiera emitir sonido alguno o lograra que su cerebro diera las órdenes necesarias. Seokjin ahuecó la palma de la mano contra su nuca y hundió los dedos entre sus cabellos. Tiró suavemente de él y Yoongi accedió de buen grado, como una marioneta dirigida por hilos.

Sus miradas se encontraron, y en el breve segundo que transcurrió, Yoongi vio pasión, fuego y deseo en los ojos de él, sentimientos que hicieron que el corazón le diera un vuelco y se sintiera ligeramente mareada.

A continuación Seokjin se inclinó y lo besó.

En el momento que sus labios entraron en contacto, fue como si la tierra se pusiera a girar enloquecidamente sobre su eje. Yoongi jamás había sentido un calor y una electricidad semejantes, jamás había experimentado un anhelo tan increíble y abrumador.

Seokjin le presionó la nuca con más fuerza. Yoongi lo sujetaba por los hombros, clavándole los dedos. No le parecía que lo tuviera lo bastante cerca.

Su aroma penetró a través de las aletas de la nariz, especiado y masculino, mientras su lengua exploraba cada rincón de su boca. Sabía igual que olía.

Yoongi le devolvió el beso con idéntico fervor, deleitándose en la manera en que el contacto con él le invadía los sentidos.

Justo cuando ya creía que iba a morirse de placer, Seokjin se separó.

-Dime que no -le susurró con voz estrangulada muy cerca de sus labios-. Dime que me vaya. Dime que no deseas que ocurra esto.

Entonces lo besó de nuevo, un beso rápido, aunque no por eso menos apasionado.

-Vamos, Suga -lo incitó con suavidad-. Dímelo.

Yoongi sabía lo que pretendía Seokjin. Lo estaba desafiando a mantenerse fiel a sus principios: no acostarse con él mientras estuviera de visita en Polonia, no dejarse seducir.

Pero no podía.

Deseaba a Seokjin demasiado para seguir negándoselo. Para seguir rechazándolo.

Le rodeó el cuello con los brazos y lo besó. Al instante, se vio envuelto en la misma ola de fuego abrasador, y, con un suspiro, susurró:

-No te detengas. No te vayas. Deseo esto tanto como tú.

Esperaba que Seokjin sonriera, su modo de decirle de forma engreída y jactanciosa que había sabido que ganaría a su particular juego del ratón y el gato desde el principio.

Pero no sonrió. En su lugar, sus ojos brillaron enardecidos y al momento los entornó peligrosamente

In the prince's bed [Jinsu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora