Menos de una semana más tarde, el sábado después de Acción de Gracias, Yoongi aterrizaba en la capital de Polonia, esperando contra todo pronóstico que no hubiera vuelto a tomar la decisión equivocada.
Había tenido un vuelo sin incidentes. Y una limusina lo estaba esperando en el aeropuerto, tal como decía el itinerario que le habían enviado por fax, nada más aceptar la oferta del príncipe Seokjin.
Yoongi iba mirando por la ventana del coche, maravillado con la belleza de los paisajes de la diminuta ciudad.
Era la imagen de postal perfecta, con su cielo azul despejado de nubes, las verdes colinas y el mar azul verdoso que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Incluso lo que suponía que sería la capital del reino, parecía más pintoresco y limpio que cualquiera de las ciudades que conocía de Corea.
Había edificios altos, las calles estaban concurridas, pero no abarrotadas y no resultaban agobiantes.
Las cosas parecían llevar un ritmo más tranquilo en aquel lugar, y por primera vez desde que firmara en la esquina inferior del acuerdo con la casa real, pensó que se alegraba de verdad de haber ido.
Su familia había apoyado la decisión de buena gana, porque sólo querían que fuera feliz haciendo eso que que decía 'amar' porque tal vez en un reino si fuese productivo.
La limusina redujo la velocidad y esperó a que se abriera la enorme verja de hierro forjado.
Avanzaron a lo largo de un serpenteante camino, que discurría entre secciones de césped y jardines perfectamente recortados y cuidados.
La casa, o más bien el palacio, tenía aspecto de edificio histórico en el diseño, aunque parecía que había sido reformado para darle un toque más moderno. De color blanco, con sus columnas y balcones, e innumerables ventanales de suelo a techo.
Cuando el chófer se bajó a abrirle la puerta y ayudarlo a bajar, Yoongi no podía apartar la vista de la impresionante imagen de postal.
Seguía mirando boquiabierto, cuando el chófer sacó su equipaje del maletero y lo acompañó a la puerta principal.
Un mayordomo la abrió y lo invitó a pasar al interior, donde varias criadas vestidas con uniforme gris se ocuparon de llevarse el equipaje.
-El príncipe ha pedido que la lleváramos ante su presencia nada más llegar, señorita Suga. Si tiene la bondad de seguirme -dijo el mayordomo.
Sintiéndose como si acabara de aterrizar en un cuento de hadas, Yoongi hizo lo que le pedían, tomando nota de todos los detalles del vestíbulo a su paso.
El suelo era de un mármol resplandeciente, negro moteado de un gris blanqueado. Del techo colgaba una araña de cristal del tamaño de un autobús pequeño que lanzaba destellos a la luz natural. Justo frente a la puerta de entrada se abría una amplia escalinata que conducía hasta un primer piso y allí se dividía en dos.
El mayordomo lo condujo hacia la parte derecha del vestíbulo, por un pasillo cubierto por una alfombra que describían complejos dibujos.
Se detuvo entonces frente a una de las puertas cerradas y llamó con los nudillos. Del interior les llegó una voz amortiguada, ordenándoles que entraran y el mayordomo se echó a un lado y le hizo un gesto de que podía entrar.
El despacho personal era decididamente masculino. Había una zona cubierta por una alfombra de color oscuro, librerías encastradas cubrían las cuatro paredes de la habitación, y una enorme mesa de despacho de madera de cerezo ocupaba una buena porción de espacio.
Yoongi apartó finalmente la vista de los impresionantes alrededores y dirigió la atención hacia el hombre que estaba sentado tras el escritorio.
Se quedó boquiabierto.
-Tú.
-Señorita Suga -dijo él, levantándose y rodeando con ademán regio la mesa hasta quedar frente a Yoongi-. Me alegra mucho que aceptaras mi oferta para trabajar para nuestra familia.
-Tú eres el príncipe ki-
-Kim seokjin de Polonia, sí. Puedes llamarme Jin.
Jin.
El mismo Jin que lo había invitado a tomar una copa de champán para después pedirle que se fuera a la cama con él.
Yoongi notó la garganta seca de pura estupefacción, que se le había hecho un nudo en el estómago y el pulso le latía tan deprisa como si estuviera corriendo.
¿Cómo había ocurrido algo así?
-No lo entiendo -dijo con un hilo de voz, mientras trataba de dar voz a sus pensamientos-. ¿Por qué ibas a invitarme a trabajar aquí después de la manera en que nos separamos? Lo único que querías de mí era...
Y entonces cayó en la cuenta.
-Lo has hecho a propósito. Me has atraído con malas artes hasta aquí, para convencerme para que me vaya a la cama contigo.
-Mi querida señorita Suga -replicó seokjin de pie, recto como una espada, y las manos enlazadas a la espalda-. Polonia necesita a alguien especializado en organizar actos benéficos. Y, después de verte en acción, decidí que serías la persona ideal para el trabajo.
-¿Y has cambiado de opinión, respecto a lo de llevarme a la cama? -lo retó.
Seokjin estudió detenidamente a la persona que tenía delante, esforzándose por no sonreír ante su actitud franca y la furia que asomaba a sus almendrados ojos castaños. Era digna de ver, y no hizo más que reafirmar lo inteligente de la campaña que había puesto en marcha.
Su rechazo no había aplacado su deseo. Poco después de volver de Corea decidió que, dado que el enfoque directo no había funcionado, tal vez tuviera que intentarlo de una manera más sutil.
En lo referente a Suga, parecía que iba a necesitar de todas sus armas de seducción. Le había llevado unos días dar con la idea de invitarla a pasar una temporada en su país. Sabía que no aceptaría una mera invitación... Pero dado que tenían algo en común, la filantropía, se dio cuenta de que ése sería el único motivo que llamaría su atención.
Estaba, además, la generosa prima que había incluido en el contrato como incentivo extra: doscientos cincuenta mil wones, que él mismo donaría a la organización benéfica que él eligiera, una vez cumplida su parte del acuerdo.
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In the prince's bed [Jinsu]
أدب الهواة"En cuanto el príncipe Seokjin vio a la seductora Suga, deseó que se convirtiera en su amante. Con la intención de tenerla en su cama antes de Navidad, el príncipe la tentó con una oferta de empleo en el palacio. Seokjin no se detendría ante nada p...