24. Viaje.

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Convencer a Seokjin de que no lo deseaba era muy, pero que muy difícil. Tan imposible, de hecho, que Yoongi había decidido que era mejor darse por vencido.

¿Cómo empeñarse en afirmar que no quería tener nada que ver con el, cuando bastaba una caricia de sus manos o sus labios para derretirse por dentro como chocolate fundido?

Seokjin presentó a su familia el proyecto de la Fundación Soñar es Posible y le pidió a Yoongi que redactara una propuesta oficial. Se ocupó de indagar por su parte, para informarse del funcionamiento de la fundación existente en Corea, de modo que pudiera convencerlos del resultado que podría tener su esfuerzo.

La reacción hasta el  momento había sido  positiva, y los dos habían estado trabajando codo con codo, para cerrar todos los cabos sueltos. Una vez obtuviera la aprobación de los reyes, así como de la junta de funcionarios que supervisaban ese tipo de asuntos de estado, Yoongi tendría libertad para constituir la fundación.

Las  horas  diurnas  no  le  preocupaban.  Estaba  demasiado  ocupado   y  se aseguraba de no quedarse a solas con Seokjin, más tiempo del necesario.

Trabajaban en su despacho personal con la puerta abierta, y si por alguna razón se cerraba, siempre encontraba la manera de volver a abrirla.

Si estaban a solas y la situación se volvía demasiado tensa y peligrosa, buscaba alguna excusa para requerir la presencia de una tercera persona en el despacho.

Eran las horas nocturnas las que lo ponían nervioso, después de todo, aunque no quisiese admitirlo desea que el príncipe se cuele en su habitación.

Después de cenar, cuando Seokjin lo acompañaba a su habitación… y lo tomaba de la mano, inclinándose sobre el pelinegro al llegar a la puerta, demasiado cerca.

Le besaba en la mejilla y a veces en los labios. Le acariciaba la mano o el hombro. Y sus ojos siempre evidenciaban su ardiente deseo de tomarlo en brazos y llevarlo a la cama.

Yoongi deseaba que Seokjin no averiguara cuántas veces lo único que deseaba era que hiciera precisamente eso.

Era obvio que cerca de él no estaba seguro y no sabía cómo iba a conseguir pasar los diez días que tenía por delante, sin rendirse a la evidenciosa pena de perder la cordura.

Diez largos y arduos días y estaría a salvo en casa.

Sin embargo, por alguna razón la certeza de su marcha no lo reconfortaba tanto como habría esperado. De hecho, casi lo entristecía.

Pero no quería entrar a valorar ese sentimiento. Su completa existencia estaba patas arriba y en cuanto llegara a casa, su vida recuperaría la normalidad.

O eso esperaba.

Pero por el momento era tarde y daba las gracias por haber sobrevivido a otro día, otra cena, otro largo e insoportable paseo hasta su suite. Se había puesto un cómodo pijama negro y se disponía a meterse en la cama, cuando oyó que llamaban a la puerta con suavidad.

Una chica joven vestida con el uniforme del personal de palacio estaba al otro
lado.

—Señorita —dijo, haciendo una leve inclinación—. El príncipe Seokjin envía este mensaje y requiere su respuesta inmediata —le tendió un sobre lacrado.

Se trataba del papel de carta oficial de Seokjin. Éste había escrito con su expansiva caligrafía el nombre 'Suga' en la parte de delante.

Lo que hubiera dentro tenía que ser o muy importante, o muy íntimo, pensó. Rompió el lacre, pasando el dedo por debajo de la solapa del sobre y sacó una hoja de papel doblado.

Suga:

Se requiere tu presencia en una reunión de suma importancia, relacionada con Soñar es Posible. Tomaremos un avión mañana por la mañana con destino al otro extremo del país. Prepara el equipaje necesario para pasar fuera una noche por lo menos. Saldremos de aquí a las siete de la mañana.

S. A. R. K. Jin

No sabía muy bien qué tipo de respuesta esperaría Seokjin, puesto que no parecía estar dándole demasiadas opciones. No le había preguntado si quería o le apetecía ir, ni siquiera si podía ir…, simplemente le había dicho que se preparara para salir.

Dobló la nota y la metió nuevamente en el sobre antes de dirigir su atención a la criada.

—Dile al príncipe que estaré en el vestíbulo a las siete. Gracias.

La chica asintió y se fue a toda prisa a dar el mensaje al príncipe, claramente. O más bien a confirmarle su sumisión, pensó con desagrado, al tiempo que cerraba la puerta.

Pese a que no le hacía demasiada gracia el viraje que habían tomado los acontecimientos,  sacó  una  pequeña  bolsa  de  viaje  de  uno  de  los  armarios  y  se dispuso a meter algo de ropa para pasar un día fuera.

Exhausto al terminar, se metió en la cama con la esperanza de caer rendido en un reparador sueño.

Necesitaría descansar bien, si iba a pasar una noche fuera del palacio, a solas con Seokjin.

In the prince's bed [Jinsu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora