Capítulo 8

808 85 22
                                    

Erick

Estaba a punto de bajar las escaleras desde el dormitorio abandonado de mi madre cuando la vi llegar. Toda empapada y apretando tanto los dientes que por poco podía oírlos rechinar. Su pelo marrón chocolate se ondulaba por a humedad de la lluvia, sus labios estaban entreabiertos y tenía la respiración acelerada. El vestido que llevaba puesto se le ceñía a las curvas como una segunda piel. Tragué saliva, controlando mis pensamientos. Rubí cerró de un portazo.

Mi vista no se apartó de la puerta mientras bajaba y me acercaba hasta ella. Mis nudillos se quedaron a unos centímetros antes de que me arrepintiera y dejara caer la mano a un costado.  Rubí no querría hablar con nadie, y aún menos conmigo. Había dejado muy claro que no estaba interesada en tener ningún tipo de relación. Y no la culpaba, quedarse aquí y mezclarse con todo esto solo la traería más problemas de los que ya tenía.

Permanecí en la misma posición un buen rato sin saber que hacer, irme o llamar de una vez. La primera opción me parecía de cobardes y la segunda de alguien mucho más valiente. Cuando un sollozo traspasó el grosor de la puerta se me encogió el corazón.

—¿Está muy mal, eh? —indagó Ian, con la voz temblorosa, tras de mí.

—No sé. No me he atrevido a llamar a la puerta—respondí—¿Qué ha pasado?

—Le he dicho que nosotros no queremos irnos de aquí—sacudió la cabeza para quitarse un par de gotas de caían de su flequillo—. Ella no lo entiende todavía. Tal vez podríamos decirle ya en lo que estamos trabajando, a lo mejor así se sentiría útil y no pensaría que la escondemos algo, que es exactamente lo que estamos haciendo.

—Pronto—aseguré—. Ya lo está pasando bastante mal, no añadamos otra cosa más por la que deba preocuparse.

Ian me analizó, entrecerrando los ojos—Te preocupas mucho por ella, ¿No?

—Lo normal, es un ser humano—desvié la mirada.

—Ya—rio—. Oye mira, por mi encantado de que Rubí te guste. Me caes bien. Pero para ella a penas han pasado varios días desde que nos fuimos, y la última vez que hablé con ella de algo de esto, seguía colada por Jude.

—Creo que soy mejor que Jude, por lo menos en este sentido—me crucé de brazos. El rubio se encogió ante el comentario.

—Bueno creo que eso no tienes que decidirlo tu—evadió el tema, sabiendo que tenía razón—. Quiero a Rubí como a una hermana, no quiero que le hagas daño. Pero tampoco que ella te lo haga a ti.

—Hablas como si estuviera enamorado o algo. Relájate, simplemente me atrae—declaré, con una sonrisa de medio lado.

—Y ahí está el gilipollas—alzó las manos al techo—. No te va a matar reconocer que alguien te importa.

—A mí me importa mucha gente.

—Sabes que lo digo en el sentido romántico—bufó—. Además, no hace falta que me lo reconozcas, los hechos hablan por si mismos. A mi nunca me llevaste a dar un paseito por el pueblo en plena noche.

—¿Te sientes desplazado? Puedo llevarte ahora si quieres, hasta podría cogerte en brazos—bromeé, dirigiéndome hasta mi habitación.

—Capullo. Me encantará decirte que yo llevaba razón cuando te vea babear por Rubí—me advirtió señalándome con el dedo.

—Eso no tiene nada de nuevo. Siempre babeo cuando veo algo que me voy a comer—solté una carcajada, guiñándole el ojo justo cuando abría la puerta. Ian me sacó el dedo, profiriendo insultos contra mí—Buenas noches.

Hielo o fuego [Saga Centenarios I.] ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora