Capítulo 22

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Rubí 

¿Alguna vez has visto un iceberg romperse?

Lo estás observando y parece que todo está en calma. No podrías imaginarte que algo tan consistente pudiera desquebrajarse de esa forma. Pero lo hace. Cuando menos te lo esperas el hielo se desprende y se hunde en el agua helada, creando enormes olas a su paso.

Así era como yo me sentía. Algo dentro de mi se había desprendido, aunque ni si quiera pensara que podría hacerlo. Pude sentir como el muro que había construido a mi alrededor se derrumbaba arrasando con todo a su paso. Ahora ya no existía nada que me protegiera del exterior. Mi corazón y mi alma habían quedado expuestos y no sabía a ciencia cierta si soportaría lo que estaba por venir.

Inspiré el aire fresco de la madrugada. Todos se habían ido ya a la cama y apenas quedaban unas cuantas antorchas encendidas en el porche, las demás se habían consumido o apagado por el aire nocturno.

Dormir era lo que menos quería hacer. No aún con el recuerdo de los labios de Erick sobre los míos, sabiendo que eran muy pocos los momentos que me quedaban por disfrutar.

Las palabras del príncipe daban vueltas en mi mente. Puede que lo mío ya no tuviera arreglo, pero quería marcharme sabiendo quien era y lo de hoy no había ayudado mucho. ¿Éramos realmente aquellos de los que hablaban las historias? Lo dudaba. De ser así todos teníamos que seguir juntos y viendo como estaba la situación, no me parecía lo más probable.

Si que era cierto que guardábamos algunas similitudes y no parecía una coincidencia. Estaba segura de que Reny sabía algo más y todavía no nos lo había contado. Algo que no quería que supiéramos, al menos por el momento.

Pensé en los versos que había recitado Erick. No eran palabras alentadoras. Dos de nosotros se sumirían en la noche, y tenía claro que una de esas personas sería yo. Otro iba a perderse, alguien que se cansara de todo esto. Apostaba por Jude. Emma se quedaría, desde luego. Y dado que era Ian el único que podía devolver la vida me imaginé que el último verso se refería a él.

Eso nos dejaba un panorama bastante trágico. Por descarte, Cassandra se sumiría en la noche junto a mí. Puede que por eso nuestras oscuridades fuesen tan parecidas. La muerte y las tinieblas nos habían marcado de alguna forma.

—Por favor, dime que has dejado de imaginarte el asesinato perfecto cuando no puedes dormir.

Me reí, dejando caer la cabeza hacia delante. Me conocía casi mejor que yo misma. El frío me azotó justo cuando volví a ser consciente de que me encontraba en la terraza. Ian me cubrió con la manta que llevaba en sus brazos.

—Ahora me gusta contar estrellas, es más relajante.

—Más bien es imposible—bromeó, riéndose de mis ideas estrafalarias.

—Lo sé—admití—, pero me gusta pensar que ahí fuera hay algo que es infinito.

—Como la estupidez humana.

—Es de lo único que Albert Einstein estaba seguro—la sensación de añoranza nos inundó simultáneamente. Echaría de menos esas tonterías. Él solía decirme que algún día seríamos tan importantes como esas personas y la gente recordaría cada cosa que dijéramos. Ya no había tiempo para que me convirtiera en esa persona.

—¿Por qué no me lo dijiste?

—Me enteré un día antes que vosotros. Necesitaba tiempo para procesarlo.

—Pero lo sospechabas desde hacía un tiempo—insistió—. Sabías que eso que tienes en la piel no podía ser nada bueno y aún así no me lo dijiste.

Hielo o fuego [Saga Centenarios I.] ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora