Capítulo 17

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Rubí 

En mi tierra no podía recordar la última vez que realmente había conseguido estar tranquila. Antes, disfrutaba del tiempo que me quedaba entre los estudios para ver series, hablar por el móvil o simplemente indagar por las redes sociales en busca del un nuevo cotilleo. Era ahora, contemplando la inmensidad virgen de este mundo, cuando me daba cuenta de lo vacía que había sido mi existencia.

Me arrodillé en el prado, junto al acantilado. Tantas cosas habían cambiado desde la primera vez que estuve aquí sentada. Por lo menos esta vez pude sentirme liberada, gracias a la extraña medicina (si es que se le puede llamar así) que Reny me había brindado.

Ya solo me quedaban siete botellitas más y como no sabía que era lo que pasaría después de que se acabaran, de momento disfrutaba de la paz que me traía el viento que bandeaba los árboles y el murmullo de los pájaros que volvían a su nido para el anochecer.

Noté una presencia justo detrás. No me costó saber de quien se trataba, mi cuerpo había aprendido a reaccionar a él de una forma un tanto vergonzosa. Parecía saber que estaba ahí antes de tan si quiera poder verlo. Se sentó a mi lado, sin dejar de apuntar algo en uno de sus mapas. No nos hacía falta decir nada para saber que estábamos acompañados. Nunca había momentos incómodos, como si nos conociéramos de hace años.

Con Jude había sido difícil. Una lucha constante llena de momentos de incertidumbre en los que por un segundo parecía importarle y al otro apenas conseguía mirarme a la cara, como estos últimos días después de que discutiéramos delante del príncipe.

Con Erick todo era distinto. Tenía la sensación de que mis sentimientos se habían desbocado y corrían a toda velocidad, mientras que mi cuerpo se negaba a seguirlos, por miedo a equivocarse. Se que nadie lo entendería, porque ni yo misma lo hacía.

Decidí acercarme un poco más a él, invitándole silenciosamente a que pudiera un brazo sobre mi hombro. Su calor era lo único que lograba hacerme sentir segura de nuevo. Cuando me rodeó, solté un suspiro. Si pudiera elegir un momento en el que vivir para siempre, sería este.

Las explicaciones no eran necesarias porque era algo que simplemente sucedía de manera natural. Sin embargo, unas nuevas dudas comenzaban a albergarse en mi mente. Las mismas que me decían que no era suficiente para él. Es cierto que nunca me había dado motivos para pensar algo así, pero estaba asustada. Tenía miedo de no ser quien él esperaba, de perderlo por alguien mejor.

Enterré la cara en su hombro, embriagándome de su olor. El estómago nos rugía cuando por fin decidimos ponernos en pie. La cena fue bastante tranquila. Erick me había dejado en el recibidor porque tenía algunos asuntos que arreglar así que en la mesa solo quedamos Emma, Ian y yo. Ellos dos ya habían empezado a comer para cuando yo llegué. No comentaron nada, aunque sus miradas eran algo acusadoras, sobre todo la de mi amiga. Les entendía. Yo tampoco pretendía jugar con los sentimientos de nadie.

Después de la cena, me dirigí a mi cuarto con un sueño reparador de varias horas en mente. Mis planes se vieron frustrados cuando encontré una pequeña nota bajo la puerta.

Rodé los ojos, porque lo único que me apetecía en esos momentos era descansar, pero finalmente acudí. Cerré de nuevo la puerta y me cercioré de que no había nadie en los alrededores. Subí las escaleras hasta la trampilla y arrastré una banqueta para poder tirar de la cuerda. Los escalones de madera crujían a mi paso y resonaban por toda la sala.

—Un poco más y despiertas a todo el castillo.

Ian. Estaba apoyado en la puerta con aire sonriente. A veces sentía corroer la envidia dentro de mi cuerpo por su positividad, todo desafío era poco en sus manos. Lo hacía parecer más pequeño e insignificante. Claro que con todo lo que había tenido que pasar eran normal que para él esto no fueran más que problemillas.

Hielo o fuego [Saga Centenarios I.] ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora