Rubí
El ácido de la bilis me quemó la garganta. Todas las piezas del puzle comenzaban a encajar poco a poco. Miré de nuevo al paisaje que tenía en frente, comprendiendo que me encontraba en un mundo totalmente distinto al que había dejado atrás. Parecía estar sedienta en el desierto, con espejismos de oasis a mi alrededor, sin alcanzarlos realmente.
—Hay algo más que creo que deberías ver—expresó, con cierta reticencia. Aún seguía algo desconcertada, así que solo me salió hacer un gesto afirmativo con la cabeza—. Esto no va a cambiar nada. No cambiará la forma en la que te vemos.
No estaba convencida de sus palabras, pero volví a asentir, intentando que todo pasara lo más deprisa posible. Realmente lo único que quería era encerrarme en una habitación, ponerme la sábana por encima y llorar desconsoladamente.
Emma cedió, sacando un espejo de debajo de uno de los cojines que había encima de una de las sillas. Se movía lentamente, como si pensara que fuera a espantarme.
—¿Estás lista?
Le arrebaté el espejo de las manos, ansiosa por saber que era lo que me esperaba al encontrarme con mi reflejo. A primera vista todo parecía seguir igual. Mi cara no había quedado desfigurada. Que hubiera sido lo más lógico después de caer desde tanta altura. No, no era eso lo que resaltaba. El color de mis ojos se había transformado. Donde antes había un común color chocolate, ahora destacaba un rojo intenso. Las nauseas volvieron a aparecer.
—No sabemos qué ha pasado—explicó—, todavía seguimos investigando todo este asunto. Hemos estado algo ocupados últimamente.
—Soy una clase de monstruo, eso es lo que ha pasado. En eso me he convertido—solté.
Emma tartamudeó, intentando consolarme de alguna forma. Mi mente ya estaba muy lejos de allí. Unos ojos como los míos nunca habían sido signo de buen augurio. En todas las películas eran los malos o como poco, seres sobrenaturales. Eso era lo que parecía estar viviendo, una película, una vida que no era la mía.
Acercó su mano a la mía con intención de cogerla, pero yo me retiré. Me levanté de la silla, sintiendo como el mundo daba vueltas. Emma se quedó sentada, esperando una reacción por mi parte. No podía darle lo que quería. Le di la espalda, buscando una forma de salir. Al otro lado de la terraza me encontré con unas escaleras de piedra. Eran larguísimas y daban a una pradera extensa.
Mientras bajaba iba convenciéndome a mi misma de que no iba a permitirme llorar. Ningún problema se arreglaba con lágrimas. Solo servían para aumentar el nudo de tu pecho.
El final de las escaleras era abrupto y solo dejaba paso a la espesa hierba. Noté el suave tacto del césped en mis pies. Una gota calló de mi mejilla al suelo. No me había dado cuenta de que aún seguía descalza. Seguí andando, recto, pero sin ninguna dirección, haciendo el máximo esfuerzo para no pensar en todo lo que Emma me había dicho. Tuve que frenar mis pasos al encontrarme con que la explanada terminaba de golpe en un precipicio que parecía recorrer toda la parte trasera del castillo. Me quedé observando la espantosa caída. Ni siquiera había agua debajo que pudiera amortiguar la caída, solo la piedra desnuda y un par de árboles resecos.
Me senté a tan solo unos centímetros del filo, el destino solo tendría que desprender un poco de tierra y se acabaría el sufrimiento para siempre.
—Espero que no estés haciendo demasiado drama de esto—me reí sin ganas. Seguro que venía para hacerme desistir de mis pensamientos suicidas, o para empujarme él mismo, con Jude nunca se sabía.
—No me apetece escucharte en estos momentos.
Inesperadamente, sonrió. A pesar de mi claro recelo e insistencia a que se quedara conmigo, lo hizo. Termino sentándose a un metro de distancia con la mirada fija en el horizonte. Solté un bufido. Jude apenas se inmutó.
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Hielo o fuego [Saga Centenarios I.] ✅
FantasíaPor primera vez en un milenio los ciclos centenarios de poder vuelven a estar en marcha. Dos mundos volverán a fusionarse para dar nacimiento a unos nuevos héroes. Las historias no son como las cuentan, se han ido distorsionando y apagando con el pa...