Rubí
—Despierta—una voz suave me sacó del sueño.
Parpadeé un par de veces para evitar que mi vista volviera a ponerse borrosa. Los ojos chocolates de Erick me miraban con preocupación. Las imágenes volvieron como un torbellino. Me incorporé, apartándome de él. Se había vuelto a vestir y me había puesto mi camiseta por encima.
Los hombres estaban atados y en el suelo. Guardianes de Morriguen.
—La reina nos dijo que estaría indefensa—Oí como cuchicheaban entre ellos—. Hay que avisar al ejército.
Los miré interrogante antes de que Erick contestara por ellos.
—No vais a avisar a nadie—sentenció. Se dirigió a mí—. Tus poderes se te han defendido mientras estabas inconsciente, ellos lo han visto.
—¿Qué ejercito? —les pregunté. No contestaron. Cerré el puño con ímpetu y les estrangulé igual que una serpiente a su presa. Los hombres no parecían doloridos, ni siquiera inquietos. Apreté con más fuerza.
—Solo la reina puede dañarnos—dijo uno de ellos, mofándose.
Si solo Morriguen podía hacerles daño significaba que ya no formaban parte del mundo de los vivos. Era algo que se me había pasado por la cabeza, aunque en el momento no le di tanta importancia. Si no estaban vivos no podía matarlos y eso si que resultaba ser un gran problema.
—¿Qué hacemos con ellos? —preguntó Erick.
—Tengo una idea—anuncié. Mientras cogía mi ropa para vestirme—, pero es algo macabra.
—Estos hombres colaboraron con tu tortura. No merecen tu compasión.
Por su puesto tenía razón. Habían sido cómplices de las peores semanas de mi vida y habían disfrutado con ello. Lo que quería hacer con ellos no se asemejaba ni un poquito al dolor que había sufrido.
Nos pusimos manos a la obra. Nuestras manos quedaron destrozadas y llenas de tierra, pero finalmente logramos cavar un agujero lo suficientemente grande y profundo. Erick les volvió atar más fuerte con unas ramas aún verdes y flexibles y posteriormente les echamos al agujero para enterrarlos. Esperaba que no pudieran salir en un buen tiempo. Una medida temporal para asegurarnos de que estábamos bien lejos cuando avisaran a su ejército. Morriguen nos había dado una gran ventaja al creer que me había quedado sin poderes.
—Si que era macabra—comentó Erick, contemplando el montón de tierra.
—Vamos.
Mi mente no se había olvidado de lo que había visto en el momento de atacarnos. No estaba segura si era cosa mía, aunque parecía lo más probable. Necesitaba saber si era cierto, o por el contrario solo era producto de mi imaginación.
No me molestaba que hubiera estado con otras. El problema es que había quedado como una imbécil entregándome a él cuando no sabía si seguía manteniendo ese tipo de relaciones con alguien más. No era necesario que me tratara como a la única chica en el mundo si no lo sentía de verdad. La línea entre ocultar algo y mentir es muy fina.
Los días siguiente apenas paramos para descansar. Nos limitábamos a hacer turnos para dormir, comer y demás necesidades. Tampoco hablábamos en exceso. Erick había intentado sacar tema de conversación, pero yo le ignoraba deliberadamente. Sabia que no era justo, ni si quiera le había contado nada de mi visión. Le había dejado de hablar justo cuando creí que podríamos llegar a tener un futuro juntos.
Pero esa era la cuestión. No podía saber si lo que sentía realmente era cierto o mi mente lo había magnificado todo. La fiesta del Moriumm fue tan solo unos días después del momento que tuvimos con los tréboles. ¿Cómo iba a creer que me quería si se había acostado con otra justo después de eso?
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Hielo o fuego [Saga Centenarios I.] ✅
FantasiPor primera vez en un milenio los ciclos centenarios de poder vuelven a estar en marcha. Dos mundos volverán a fusionarse para dar nacimiento a unos nuevos héroes. Las historias no son como las cuentan, se han ido distorsionando y apagando con el pa...