Capítulo 2

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Erick

Abrí los ojos y me incorporé, sobresaltado. Había soñado que me perseguían por todo el castillo, pero por mucho que bajaba escaleras para huir nunca acababa en la planta principal. Otra vez me había quedado dormido en el viejo colchón del refugio. El cansancio de leer y clasificar la nueva información que habíamos conseguido recuperar había hecho mella en mí.

Tampoco parecía que el material hallado valiera la pena. Una de las chicas se lo había encontrado en una de las páginas de los viejos libros de la biblioteca. Todas pensaban que no era más que una leyenda o un poema para niños, sin embargo a mi me daba la sensación que algo mas escabroso de encontraba tras esas palabras.

Solo uno vida dará.

Rememoré uno de los versos, para ser más exacto esa era la última frase del poema. Me ponía los pelos de punta. No lograba encontrar la solución al acertijo, ni si quiera parecía tener ningún tipo de sentido más allá del entretenimiento y un poco de morbosidad. Puede que ellas tuvieran razón y no se escribiera con segundas intenciones, o puede, que lo encriptaran para que algo de suma importancia no callera en malas manos. Daba igual, encriptado o no, no tenía nada que ver con lo que nosotros buscábamos.

Bajé al dormitorio antes de que nadie se diera cuenta de que no había dormido allí. Mi padre había estado controlando mis movimientos desde que había sido informado sobre la clase de gente con la que me juntaba. La clase de personas que hacían tambalear su precioso reinado. Por suerte apenas había amanecido y los guardias aún no estaban en sus puestos.

Decidí darme un baño y cambiarme de ropa, llevaba con el mismo conjunto desde hacía tres días. Me miré en el reflejo del agua y más tarde en el espejo de enfrente. El pelo me había crecido demasiado, estaba en los huesos y las bolsas de mis ojos parecían acrecentarse día tras día. Había sido un año duro, sobre todo después de la muerte de mi madre, que aún seguía sin superar. Desde luego la cosa no fue a mejor semanas después, al enterarme que no había sido algo accidental, sino que mi propio padre se había encargado de manejar los hilos. A día de hoy seguía estancado en ese bucle de tristeza, recuerdos y odio, todo a la vez, desbordándome por completo.

Cogí la navaja que solía usar para afeitarme y me la pasé por la cabeza. Corté los largos mechones uno a uno, haciéndolos caer al agua. Me había hecho un par de cortes y algunas zonas quedaron desiguales, pero conseguí raparme en menos de lo que el baño tardó en quedarse frio. No estaba perfecto, pero era práctico y eso era lo único que necesitaba.

Bajé las escaleras con una sensación extraña, todavía quedaban resquicios de mi pesadilla en mi mente consciente. No se me pasó hasta que por fin pisé el suelo del salón recibidor. Solo entonces me di cuenta del sonido estridente que hacía mi estómago. Esa vez hice caso a mis instintos y me dirigí a la cocina. Puede que dormir fuera algo evitable, pero comer era algo que no podía ignorar, me volvía loco por un buen cerdo asado con patatas.

—Ni siquiera las cocineras se han levantado todavía, muchacho—la voz de Reny me hizo dar un salto y casi atragantarme con las bayas que me había metido en la boca.

—Solo es un picoteo antes del desayuno, nana.

Reny era la mejor amiga de mi madre, o lo había sido mientras ella seguía con vida. Era ya una mujer adulta, con el pelo canoso y arrugas prominentes por parte de su rostro. Siempre tenía un gesto ausente, como si solo fuéramos un espejismo de lo que pasaba dentro de su cabeza. De pequeño nunca llegué a entenderlo. Pensaba que nana era muy mayor para ser amiga de mi madre, casi rozaba los sesenta y cinco mientras que ella apenas tenía treinta y dos. Cuando fui creciendo comprendí que Reny había sido como una madre en todo el tiempo que había estado en palacio. No pudo evitar que yo adquiriera ese amor por ella y empezara a llamarla de ese modo, como si fuera mi abuela.

Hielo o fuego [Saga Centenarios I.] ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora