Capítulo 30

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Emma

Me senté en una de las sillas del refugio, agotada. Mi espalda ya no aguantaba más el dolor y mi cabeza me decía que debía parar de hacer cosas si no quería desmayarme. La verdad es que me sentía como si en cualquier momento pudiera caerme al suelo por la falta de sueño y el estrés. Me froté las sienes con insistencia.

Adoraba ese lugar y por supuesto me encantaban mis poderes, pero sentía que los estaba forzando demasiado. Todavía no los controlaba del todo y tenía que esforzarme el doble para conseguir el resultado. Yo era la que más había desarrollado sus habilidades hasta entonces, los demás apenas habían empezado a rozar la superficie.

Podía intuir hasta que punto llegarían los de cada uno y eso me daba esperanzas de no morir en el intento de salvarnos. Como siempre, había un problema. Estaba segura de que si queríamos salir indemnes de esta tendríamos que estar todos juntos. En ese momento alguno de nosotros ni si quiera nos hablábamos.

Jude llevaba encerrado en su cuarto desde que se llevaron a Cassandra y a Rubí. No había modo alguno de sacarlo de allí. Me tenía que ocupar de que comiera y se duchara mientras mantenía el reino lejos del desastre. Mis decisiones como monarca en funciones me hacían sentir orgullosa. El pueblo se estaba reconstruyendo y habíamos creado una barrera provisional a falta de escudo protector. No era perfecta, pero nos tendríamos que conformar hasta que volvieran.

Entendía por qué la madre de Erick había querido esconderlo. La destrucción que vi después del ataque fue desoladora. Muchas familias habían perdido sus casas, sus comercios...Por lo que habíamos tenido que abrir el castillo para aquellas personas que necesitaran un sitio donde dormir. No habían pedido nuestra ayuda y aún así estaba claro que la necesitaban. Todos habíamos pasado por mucho. Era hora de que empezar a ayudarnos entre todos.

Mis poderes me habían vuelto aún más sensiblera. Podía sentir lo que estaba pasando en cada uno de ellos, incluidos mis amigos. Comprendía a Jude, el poder corrompe a cualquiera. Pero el ansia de poder, tenerlo a punto de caer en tus manos, era mucho más peligroso. Harías cualquier cosa con tal de arrastrarlo hasta ti, por mucho dolo que provoque a la gente que quieres. No me cabía duda de que Jude quería a Rubí, no sabía de que forma, pero lo hacía.

A pesar de entenderlo, lo que había hecho era malvado y por eso sabía que ese amor no era conveniente para mi amiga. Alguien que te quiere no te hace daño a propósito y menos planearía algo así. Por eso era normal que Rubí e Ian estuvieran enfadados y no quisieran ni verlos. Habían traicionado su confianza, sobre todo en el caso de mi amiga, y le habían roto el corazón a Ian.

Presté atención al mapa que tenía delante. Ian y Erick ya deberían haber llegado al puerto. No quedaba mucho para que encontraran a las chicas. Cogí la camisa de Erick, centrándome en los sentimientos que emanaban de ella.

Era un truquito recién aprendido. Me permitía saber como se encontraban otras personas en ese mismo momento, por muy lejos que se encontraran. Muy útil en estos casos cuando cada uno de mis amigos estaban desperdigados por distintas partes del mundo.

Pude notar el nerviosismo del príncipe, sin embargo, no estaba en peligro inminente. Lo mismo paso cuando cogí el cuaderno de dibujo de Ian. Revisé lo poco que quedaba del móvil de Jude. Seguía exactamente igual que hacía unas horas, angustiado y molesto con el universo.

Temblé de pies a cabeza al recoger la nota que Erick le había dejado a Rubí en su habitación el día que despertó. Era lo único que tenía algo de valor sentimental para ella. Había quemado todo lo demás en la hoguera. La nota había funcionado, puede que incluso demasiado bien. Sentía cada pizca de sufrimiento y desesperanza. Esa vez no fue diferente. Un nudo se instauró en mi pecho como cada vez que cogía el dichoso papel.

Hielo o fuego [Saga Centenarios I.] ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora