Capítulo 38

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Rubí

Bajamos al sótano donde Erick me había llevado a ver a Reny. Entonces no me fijé en el detalle que antes de llegar a la habitación de la anciana el pasillo se dividía en dos. Ahora, con Astrid y Erick llevando el cuerpo de Jude sin vida la cosa había cambiado. No tomamos el camino de la izquierda, que llevaba hasta la habitación, sino el de la derecha.

Me parecía que el tiempo se movía más lento, a lo mejor simplemente es que deseaba que así fuera. No se me daban bien las despedidas ni decir adiós para siempre a una etapa de mi vida. Todo era diferente desde el día en que llegamos y por desgracia no había hecho más que empezar.

La puerta de metal cedió a los empujones. Pesaba bastante y chirrió al ser abierta. La sala era redonda. La cripta familiar. Erick la mencionó por encima cuando hablamos de la tumba de su madre. Allí era donde se había negado a enterrar a Katerina.

Una capa de polvo se levantó cuando nos adentramos. Lo único que destacaba era el ataúd de cristal que había conseguido que hicieran para Jude. Contuve la respiración al verlo. Había costado muchas horas de trabajo duro hacerlo realidad. El hierro cubría parte del cristal, con forma de enredadera. Los detalles eran asombrosos. Paseé la mano por las hojas sintiendo el frío de su tacto. Alcé la tapa y me hice a un lado para que lo colocaran dentro.

Me acerqué a Emma y la cogí de la mano. Por lo menos nos teníamos la una a la otra, aunque tuviera que esconderme lejos. Sus ojos plagados de cansancio, su postura recta y alerta, eran señales de que ya no era la misma. Ahora era una mujer, todos nos habíamos convertido en adultos de una forma u otra sin estar aún preparados.

Astrid y Erick volvieron a nuestro lado. Los cuatro nos quedamos contemplando el altar, cada uno con algo distinto en su mente. La pérdida de Jude había significado muchas cosas: El cierre de un ciclo, dejar la niñez atrás, la culpa y la simple melancolía por saber que se había derrochado una vida. Una a la que le quedaban miles de momentos por vivir y sensaciones que disfrutar. No me hacía falta leer los pensamientos como él hacía para saber que se le pasaba por la cabeza a cada uno de mis compañeros, ni tampoco al hombre al que amaba.

Se sentía culpable. No le dejó ir con Ian y él a buscarme. Le había tratado con desgana todos esos meses que habían convivido y apenas si habían mantenido un par de conversaciones. Jude no era mala persona y aunque le guardaba rencor, Erick también lo sabía. Le carcomía por dentro que hubiera muerto defendiendo a su pueblo, pensaba que lo justo es que hubiera sido él.

Me aproximé, poniendo mis manos sobre la tapa de cristal. Respiré, llenándome de energía. No como lo había hecho en el campo, solo la necesaria para completar mi cometido.

—Ahora podrás quedarte para siempre—concluí al finalizar.

Unas horas antes había tenido que convencer a Emma de mi idea. No le gustaba y no se esforzaba en ocultarlo. Puede que no fuera el mejor plan del mundo, pero solo pensar en enterrarlo, dejando que su cuerpo se descompusiera...No. No podía hacerlo.

Supe que daría resultado ya que mis poderes habían aumentado. Devolverle la vida ya no era una opción. Sin embargo, podía mantenerlo con el mismo aspecto, siempre a nuestro alcance. Sería como si estuviera dormido en un largo sueño, manteniendo nuestra inútil esperanza de que algún día despertaría.

No me costó convencerlos. Estaban demasiado hartos para discutir y Erick lo único que quería era marcharse lo antes posible. La idea de la cripta fue suya. Nadie más que no fuéramos nosotros podía entrar. Nos despedimos de nuestro amigo una vez más, sosteniendo el nudo en nuestras gargantas. No era momento ya de llantos. En mi cabeza, él seguía con vida, a pesar de haber visto el cadáver con mis propios ojos. Quería pensar que había sido una broma en la que finalmente se acercaría a mí, riéndose y burlándose por haber sido tan inocente como para creérmelo.

Hielo o fuego [Saga Centenarios I.] ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora