Capítulo 18

634 73 29
                                    

Rubí

Me coloqué el pelo echándolo hacia. El tic de mi pierna estaba descontrolado, haciendo que se moviera de arriba abajo rápidamente. Las manos no dejaban de sudarme.

Había hecho todo lo posible para vestirme según la ocasión, aunque dentro de los atuendos que había opté por utilizar el menos llamativo de todos. Un vestido blanco suelto que me llegaba por la mitad del muslo y unas sandalias estilo romano del mismo color. Por lo menos había dejado de lado la ropa de chico.

Aunque no lo quería admitir, estaba bastante emocionada con esa noche. Erick me había dicho un par de veces que le hacía mucha ilusión que fuera y yo estaba deseando ver lo que su pueblo había organizado con tanto ímpetu. De todas formas no había sido del todo romántico, sino más bien una forma de conoceros mejor el uno al otro, que el lo que deberíamos haber hecho en un principio.

Por otro lado, no me había acercado al pueblo desde que acabé con la vida de aquel guardia y no quería que mis pensamientos sobre aquello me fastidiaran la noche. Quería bailar, divertirme con mis amigos y estar con Erick.

El repiqueteo de unas joyas llamó mi atención haciendo que volviera al mundo presente. Moví la cabeza en ambos lados para captar de donde provenía el sonido. Y no era nada más ni nada menos que de un collar gigante colgado en el cuello del rey. Hacía días, aunque no sabía cuantos con exactitud, que no sabíamos de él.

En ese momento bajaba por las escaleras con la altaneria propia de un monarca y una copa resplandeciente en una de sus sucias manos. Antes de bajar del ultimo escalón, se dio cuenta de mi presencia y cambió el rumbo para dirigirse hacia mí.

—Querida—dijo, a modo de saludo. Recostó la espalda sobre la chimenea de la sala de estar a la que aún le quedaban algunas brasas encendidas. Había al menos cuatro personas más en esa sala, pero jamás me había sentido tan desprotegida—. Veo que la vida de palacio os trata bien.

Su mirada recorrió mi cuerpo lascivamente. Mis sentidos se alarmaron. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Tragué, intentando contener la bilis que me subía por la garganta. Sus ojos de color miel oscuro estaban ahora clavados en mi busto.

—He notado, que a pesar de tus primeras reticencias, ahora no tienes ningún problema en disfrutar con la compañía de mi hijo—preferí quedarme callada antes de caer en sus intentos de provocación. Se acercó, hundiendo los dedos en mi mentón—. Siempre ha sido un privilegiado. Pero no creas ni por un momento que se me ha olvidado quienes sois y de donde venís. —desplazó la mano hasta mi hombro, repitiendo movimientos circulares sobre él—Mis refuerzos ya están de camino y créeme cuando te digo que Nikolái no dejará títere con cabeza. Deberías ser lista y posicionarte en el bando vencedor.

Hice amago de apartarme, su olor a alcohol me mareaba y revolvía el estómago, pero él me mantuvo en el sitio—. Podría hacerte sentir cosas que ninguno de esos niñatos podrá hacerte sentir nunca. Demostrarte como es tener a un verdadero hombre encima de ti.

Agarró mis caderas con fuerza, pegándome aún más. Enterró la cabeza en mi cuello, dejando un rastro baboso de besos y dolorosos mordiscos. Llamé a mi poder desde lo más profundo de mi ser, pero nada ocurrió, estaban demasiado sedados. Le empujé, con todas las fuerzas que pude acumular con tan poco espacio. Se tambaleó, mirándome lleno de rabia. Los demás en las sala parecían discutir por si mismos que era más importante, defender a una forastera de las manos de su rey o conservar el puesto (y el pellejo).

—Estás borracho—logré decir.

Me estrelló contra una de las paredes cercanas. Sentí un dolor intenso en los omoplatos por el inesperado impacto.

Hielo o fuego [Saga Centenarios I.] ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora