Capítulo 5

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Rubí

Ian me tenía envuelta en un asfixiante abrazo. No recordaba que fuera tan musculoso, había ensanchado por lo menos veinte centímetros y crecido otros tantos. Juraría me estaba cortando la circulación natural de la sangre. Le propiné unos manotazos en las costillas en señal de que ya era suficiente. Me soltó, pero solo para volver a darme un beso enorme en la mejilla antes de dejarme ir del todo.

—Lo siento, lo siento—se disculpó atropelladamente, descansando las manos sobre mis hombros—. Es que estoy tan contento de que estés de vuelta.

Su sonrisa perfecta iluminaba toda la habitación, haciéndome sentir mucho mejor. Le sonreí de vuelta. Después de todo seguía siendo solo Ian.

—Te he echado de menos—hablé con dulzura.

Al final tuvo que hacerse a un lado, no sin antes declarar su disgusto, para que los demás pudieran saludarme. Jude fue el siguiente en acercarse, aunque ya había tenido un encuentro con él poco antes. Pegó su cuerpo contra el mío y me acarició el pelo. Mis brazos se quedaron a medio camino entre el aire y su espalda. No sabía muy bien como actuar. Jude no solía mostrarse cariñoso con nadie, a veces ni si quiera era amable.

Pasé mi vista por la sala, al notar la ausencia de una de mis amigas. Cassandra estaba de pie, apoyada en la pared del fondo, con un libro en una mano y una copa plateada en la otra. Fui hacía ella.

—Vaya, te debes de estar aburriendo mucho para leer en una cena—bromeé.

Sus oscuras pestañas parpadearon hasta abrirse del todo. Me pareció que se acababa de dar cuenta que yo había llegado. Los demás se quedaron en silencio, a excepción de otro grupo de chicos que ya estaban sentados a la mesa.

—No eres la única que ha cogido más de un libro en toda su vida—replicó, dándole un sorbo a su bebida.

Me toqué los pliegues del vestido algo incómoda por la situación. Temía que pasara esto. Con los demás había tenido suerte, pero parece que en la vida de Cassandra ya no hay hueco para nadie más.

—Oye, no pretendía que fuera un insulto—balbuceé con la voz un poco más apagada.

—Ya.

—Bueno chicos—intervino Erick, dirigiéndose hacia el grupo de la mesa—, aunque ya habéis oído hablar de ella, esta es Rubí.

Me saludaron alegremente desde sus asientos. Por mi parte hice un movimiento fugaz con la mano, más tímida que de costumbre. No quería llevarme ninguna otra sorpresa por decir lo que no debía. Uno de ellos me llamó más la atención que el resto. Era pelirrojo y sus ojos verdes oscuros, pero con un resplandor difícil de explicar.

Mis amigos me animaron a sentarme en la mesa junto a los demás. Procuré que me asiento no estuviera demasiado cerca del de Cassandra. Tendría que hablar con ella más tarde, pero por el momento solo quería disfrutar de la cena. Me terminé sentando entre Ian y Emma.

—¿Creías que te habíamos montado ese espanto de fiesta? —preguntó Emma, dándome un leve codazo.

—Me habéis hecho pasar un mal rato—contesté con una risilla nerviosa.

—Andaba perdida buscándoos, ha sido gracioso verla dar vueltas como una gallina sin cabeza—se rio Erick, contando como me había encontrado—. Lo de ahí fuera es cosa de mi padre.

—El rey—me susurró Emma al oído, haciendo como si me colocara un pelo detrás de la oreja.

Me centré en el chico por primera vez. La curiosidad sobre él había aumentado considerablemente al saber que el hombre que, me miraba como si fuera un cervatillo al que apresar, era su padre. Por el contrario, Erick parecía estar más cómodo en esta mesa que en esa sala llena de extravagancias.

Hielo o fuego [Saga Centenarios I.] ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora