Capítulo 10

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Rubí 

El cielo a penas estaba iluminado cuando bajé las escaleras del primer piso. Habían pasado ya varios días desde mi conversación con Ian y aunque todavía no sabía lo que me escondían, les notaba mucho más abiertos y tranquilos conmigo. Incluso Cassandra parecía menos gruñona que de costumbre.

Por las mañanas me levantaba temprano para desayunar sin la presencia del rey. Seguramente pensaba que yo no me había dado cuenta, pero muchos de sus hombres se pasaban el día revoloteando cerca de mí. Les habría mandado para controlar todos mis movimientos. Estaba claro que no estaba cumpliendo con nuestro trato de investigar a la gente que pretendía usurpar su querido trono.

Mi rutina era sencilla. Salía de la habitación al amanecer, bajaba a la cocina a por algo de comer y me lo subía a la habitación hasta que Ian llegaba y me sacaba a dar un paseo con él. A veces Emma también nos acompañaba, incluso una vez había venido Jude. Esa mañana, sentados en el césped detrás del castillo, había sido como si volvieramos a estar en la universidad, almorzando, antes de tener que regresar a nuestras clases.

Por las tardes, todos desaparecían. No me contaban a donde iban, pero me quedaba sola en nuestro piso. Así que me sentaba en la terraza, a dibujar o escribir algún pensamiento que se me viniera a la cabeza, en las hojas que Ian me había dejado. No les había contado como me estaba sintiendo últimamente, desde que le dije que intentaría tener una mente más abierta a partir de ahora.

Me había ocurrido que estaba centrada en las palabras que plasmaba en el papel, cuando sin haberlo querido me encontraba observando el bosque con intensidad y una añoranza irrefrenable. Incluso había llegado a levantarme inconscientemente e ir a la escalera. Cuando volvía a recobrar el sentido me sentía pesada y vacía. Y no se lo había contado porque sabía exactamente lo que me iban a decir. Lo que yo también pensaba. Que me estaba viendo arrastrada por la misma sensación que ellos, y eso me asustaba, porque no quería perderme a mi misma. No quería olvidar quien era y de donde venía.

Esa mañana estaba especialmente cansada así que me quedé en uno de los comedores que utilizábamos como sala de estar hasta que se hiciera más tarde. Después, cuando me aburrí de mirar a la pared, salí a esperar a los demás.

Emma nos había sugerido, y por sugerido quiero decir obligado, a hacer una ruta por el bosque y comer allí. Decía que era una forma de que estuviéramos juntos y recuperar los lazos que nos unían.

Me senté en las escaleras principales de piedra, vigilada atentamente por varios guardias.

La luz era más intensa cuando un grupo de jóvenes atravesó el jardín hasta quedarse a unos metros de la escalera. Me asomé por la barandilla, con cuidado de que no me vieran. Eran los amigos de Erick, con él incluido y seguidos de Jude e Ian. Siempre aprovechaban esas horas libres para practicar lo que ellos llamaban nuevas tácticas de combate, y lo hacían, pero la mayoría del tiempo solo se revolcaban por la hierba peleando unos con otros con los torsos desnudos. Observé al príncipe desde lo lejos. Se había echado boca arriba, mirando hacia el cielo mientras los demás se quitaban algunas de las protecciones que usaban para los entrenamientos. Me escondí de nuevo justo en el momento en el que giró la cabeza justo hacia el lugar donde me encontraba.

No había hablado con él desde nuestra pequeña discusión, de la que me arrepentía muchísimo. Nos había ayudado en todo lo que había podido y se notaba que mis amigos le apreciaban mucho. Sabía que en algún momento debía disculparme por haberme comportado de esa forma, pero no como hacerlo sin desvelar lo que su padre estaba tramando.

—¿De qué nos escondemos?

Me caí de culo al escuchar la voz de Emma hablarme al oído. Ella se tapó la boca para evitar reírse, pero al final soltó una carcajada tan escandalosa que llamó la atención de los chicos.

Hielo o fuego [Saga Centenarios I.] ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora