Capítulo 14

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Emma

Si te fijas bien, puedes notar como a alguien se le encoje el corazón. Sus ojos se oscurecen, su cuerpo se encorva ligeramente hacia abajo y tiene una mueca de dolor en la cara.

Eso era lo que tenía ahora mismo delante. No me hacía falta tocarle ni utilizar mi poder para verlo. Todos habían notado de Rubí y Jude se habían marchado juntos (y solos) de la fiesta. Erick se levantó de la mesa que esta compartiendo con su amiga a la que había visto un par de veces y caminó hasta nosotros arrastrando los pies.

Como amiga, debía decirle que él no era nadie para decir a los demás lo que tenían que hacer, y menos cuando seguía haciendo lo mismo con esa chica. Por otra parte, podía entender lo complicados que son los sentimientos románticos. Hacen que nos comportemos como unos auténticos capullos muchas veces.

El rey había continuado el jolgorio, aunque algo me decía que no iba dejar que aquello se quedara así. No cuando había mostrado una clara intención de que Rubí le devolviera ese tipo de favores.

—¿Qué haces? —me preguntó el príncipe al llegar a mi lado.

—Controlar que nadie haga ninguna tontería—respondí, aunque iba un poco bebida de más después de haberme tomado un par de copas.

Los zapatos de tacón se me clavaban en los dedos y en el talón, solté un bufido, cambiando el peso de una pierna a otra. Erick cogió una de las botellas que estaban sirviendo y le dio un gran trago. Un par de gotas se resbalaron por su barbilla hasta caer en su camisa.

—Se que no debería enfadarme por esto—se sinceró, limpiándose la boca con una de sus mangas.

—Puedes enfadarte, pero eso no va a cambiar el hecho de que cada uno de vosotros podéis hacer lo que os de la gana con alguien más. No sois nada.

Dio otro trago, esta vez algo más corto.

—¿Crees que no lo se? —se defendió—Pensé que me lo tomaría de otra forma, que no me afectaría tanto.

—Bienvenido al mundo romántico, donde los sueños normalmente no se hacen realidad—dije, esperando que aquello no fuera del todo cierto.

—Creo que me gusta—su mirada se perdió en el castillo por unos instantes—. Creo que me gusta más de lo que nadie me ha gustado antes.

—Si te gustara tanto no te acostarías todavía con ella—le recriminé, señalando a la chica con la que había estado hasta hacía unos momentos—. Seguramente Rubí ha tomado tu actitud como una competición, una sobre: "a ver quién puede ser más gilipollas antes de admitir que tenemos sentimientos el uno por el otro"

—No me he acostado con ella en meses—habló—. Llevo tiempo intentando decirle que ya no quiero seguir con lo que teníamos, que tampoco es que tuviéramos nada. Pero cada vez que no intento es como si no me escuchara lo más mínimo.

—El problema no es su actitud, ella puede pensar lo que le de la gana, eres tu el que no debe seguirla el rollo por mucho que esa chica no lo entienda. Eso es lo que ha cabreado a Rubí.

—¿Yo tengo que tener en cuenta sus sentimientos pero ella los míos no? —escupió—No soy yo el que está en una puta habitación montándoselo con otra.

Dejé morir la conversación tras esa frase. Ninguno de los dos tenía razón, los dos eran unos idiotas por preferir su orgullo.

Cuando volvimos a la mesa pude ver el colosal error que había cometido al dejar a Cassandra y a Ian solos. Ni si quiera había pasado media hora y ella ya le estaba gritando a todo pulmón. Asustando a los invitados que remoloneaban cerca de ellos.

Hielo o fuego [Saga Centenarios I.] ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora