Intocable

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No sé para que tenía que decírselo pero ya lo había hecho y saber de su existencia bastó para quererlo echar de su casa, y lo habría hecho de no ser porque era mortifago al parecer, yo también quería que se fuera pero no podíamos hacer nada, no es que pudiéramos echar los mortifagos de Voldemort así que no quedaba de otra más que tolerar su burda presencia en esta casa, ¿Por Merlín, de todos los magos del mundo mágico justo el bárbaro y burdo de Barnabas tenía que ser mortifago? Eso era un mal chiste que a nadie hacía reír, y el hecho de no tener varita no ayudaba mucho para mi calma, pero al parecer el mundo aun no terminaba de burlarse de mí, esa mañana desperté, me arreglé, busqué a papá pero no estaba y con Capri en brazos bajé a desayunar, una mañana calmada al parecer o eso pensé hasta que entraron al salón

-Días- saludó y me negué a responder- mujer, no deberías poner esas bestias en la mesa, llenan todo de pelo- se atrevió a hablarme empujando a Capri de la mesa que comía feliz su pedazo de jamón- ese es el lugar de las bestias- aseguró señalando el suelo- no en la mesa como si fueran aristócratas- me explicó molesto y por acto reflejo tomé el primer cuchillo que tenía a la mano se lo puse en el cuello

-Vuelve a tocarlo o referirte a él como bestia y tendrás este cuchillo clavado en tu tráquea- amenacé y soltó a reír tomándome de la muñeca para hacer que bajara la mano- es mi gato, puede hacer lo que se le antoje- le advertí soltándome de él bruscamente para irme de ahí llamando a Capri para que no se quedara con ese idiota

-Nos estaremos viendo- se despidió mientras preparaba su desayuno, por mi parte suplique que no volviéramos a cruzar palabra

No fue así, ni fue la primera, ni la última vez que tuve que ver su cara de idiota clavada en mis pechos, cuan humillante era contenerme a maldecirlo y todo porque sin varita llevaba todas las de perder, así que simplemente me quitaba de su camino tal como lo hacía en el colegio el año que tuve que tolerarle; era un cerdo miserable, me hablaba cuando estaba sola, cuando me veía con cualquier otra persona, solo me dedicaba una de sus asquerosas miradas y continuaba su camino, pero cuando mi compañía eran hombres ni siquiera miraba, y por eso quería tener a Draco, a mi padre o a cualquier hombre cerca, sin embargo eso era un alivio que no siempre se podía dar, de hecho, la gran mayoría del tiempo me la pasaba rondando la mansión con Capri a mi lado, esto comenzaba a ser molesto y aburridor pero no podía hacer otra cosa.

Uno de esos días entré al salón principal dispuesta a dibujar a Capri para Daphne, cuando me volviera a ver lo más probable es que estuviera molesta así que debía empezar a crear mi salvedad y lo haría ver tan adorable que incluso querría abrazar el dibujo, me recogí en uno de los sillones mientras Capri posaba en la mesa principal pacientemente, comencé el boceto y justo cuando me gustó y me disponía a pulir los trazos, eso entró al salón, bajé la libreta siguiendo con la mirada el camino que hacia el mago alrededor del salón, miré rápidamente toda posible arma que tuviera, mi pluma fue lo más efectivo, maldije el no tener varita pero fingí calma, con suerte se iría pronto

-Todavía me pregunto porque no llegaste a nuestra cita el otro día- comentó deteniéndose ante la chimenea

-Se me presentó un inconveniente- mentí volviendo la vista a la libreta para dibujar a Capri- ya lo sabes y si no tienes nada mejor que hacer, puedes irte, intento dibujar- aseguré sin siquiera mirarlo

-Es tan obvio que disfrutas hacerte la difícil para mí- me aseguró el muy engreído, lo miré y solté a reír con tanta burla, ¿de verdad se creía eso? me miró disgustado y poco me importó me seguí burlando de él, me detuve un instante en que logré controlar mi risa, lo miré, recordé lo que había dicho y volví a reír- ¿Qué te divierte tanto bruja? No tienes algo que ir a hacer en lugar de estar perdiendo el tiempo

Él y Yo [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora