Capítulo 1

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Jennie

Me remuevo en mi silla tan pronto me dice su tarifa por hora. No hay forma que pueda pagar esto con mis ingresos.

—¿Trabaja en base a una escala móvil? —le pregunto.

Las arrugas alrededor de su boca se vuelven más prominentes mientras intenta evitar fruncir el ceño. Dobla sus brazos sobre el escritorio caoba y une sus manos, presionando las yemas de sus pulgares uno contra el otro.

—Jennie, lo que me estás pidiendo va a costar dinero.

No me digas.

Se inclina hacia atrás en su silla, llevando sus manos a su pecho, descansándolas en su estómago. —Los abogados son como las bodas. Consigues aquello por lo que puedes pagar.

No alcanzo a decir lo horrible que es esa analogía. En cambio, bajo la mirada a la tarjeta de negocios que tengo en mi mano. Él era altamente recomendado y sabía que iba a ser caro, pero no tenía ni idea de que sería así de caro. Necesitaré un segundo empleo. Tal vez incluso un tercero. En realidad, voy a tener que robar un maldito banco.

—¿Y no hay garantía de que el juez falle en mi favor?

—La única promesa que puedo hacerte es que haré todo lo que pueda para asegurar que el juez falle a tu favor. De acuerdo al papeleo que se rellenó en Seúl, te has colocado a ti misma en un punto difícil. Esto llevará tiempo.

—Todo lo que tengo es tiempo —murmuro—. Volveré tan pronto como consiga mi primer cheque.

Me hace concretar una cita con su secretaria y luego me envía a mi camino, de regreso a la humedad calurosa de Busan.

He estado viviendo aquí tres semanas completas y es todo lo que pensé que sería: caluroso, húmedo y solitario.

Crecí en Seúl, y asumí que pasaría el resto de mi vida allí. Visité Busan una vez cuando tenía quince y aunque ese viaje no fue uno agradable, no borraría ni un solo segundo de él. A diferencia de ahora, cuando haría cualquier cosa por regresar a Seúl.

Bajo mis gafas de sol sobre mis ojos y empiezo a dirigirme en dirección a mi apartamento. Vivir en el centro de la ciudad de Busan no es para nada como vivir en el centro de la ciudad de Seúl. Al menos en Seúl, tenía acceso a casi todo lo que la ciudad tenía para ofrecer, todo al alcance de un paseo decente. Busan es extensa y cara, y ¿mencioné calurosa? Hace tanto calor. Y tuve que vender mi auto para poder afrontar la mudanza, así que tengo que elegir entre transporte público y mis pies, considerando que ahora soy tacaña con el fin de ser capaz de pagar al abogado con el que acabo de reunirme.

No puedo creer que llegué a esto. Ni siquiera he construido una clientela en el salón en el que estoy trabajando, así que definitivamente voy a buscar un segundo empleo. Solo que no tengo ni idea de cuándo encontraré tiempo para encajarlo, gracias al errático horario de Sunghee.

Hablando de Sunghee.

Marco su número, pulso llamar y espero a que atienda. Después de ir directamente al buzón de voz, me debato si debo dejarle un mensaje o simplemente volver a llamar más tarde esta noche. Estoy segura de que ella borra sus mensajes, de cualquier forma, así que termino la llamada y dejo caer el teléfono en mi bolso. Puedo sentir el rubor alzándose por mi cuello y mejillas y el familiar picor en mis ojos. Es la décimo tercera vez que he caminado a casa en mi nueva ciudad, una ciudad habitada nada más que por extraños, pero estoy determinada a hacer que sea la primera vez que no lloro cuando llego a mi puerta principal. Mis vecinos probablemente piensan que soy psicótica.

CONFESS || JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora