Capítulo 24

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Lalisa

Cuando entro a la habitación y veo el rostro de mi padre, en lugar del de Jennie, mi corazón se hunde. No la he visto ni he hablado con ella en más de veinticuatro horas. No tengo idea de lo que ha sucedido, o si al menos se encuentra bien.

Me siento frente a mi padre, ni un poco preocupada por lo que sea que quiera discutir conmigo. —¿Sabes dónde está Jennie? ¿Se encuentra bien?

Asiente. —Está bien —dice, y esas palabras me tranquilizan de inmediato—. Todos los cargos contra ti fueron retirados. Eres libre de irte.

No me muevo, ya que no estoy segura de haberlo entendido correctamente. La puerta se abre y alguien entra a la habitación. El oficial me hace señas para que me levante, y cuando lo hago, remueve las esposas de mis muñecas. —¿Tienes alguna pertenencia que debas retirar antes de irte?

—Mi billetera —digo mientras masajeo mis muñecas.

—Cuando termines aquí, házmelo saber y te firmaré la salida.

Miro a mi padre de nuevo y puede ver la sorpresa aún registrada en mi rostro. De hecho, sonríe. —Ella es estupenda, ¿no es así?

Sonrío en respuesta, porque, ¿cómo lo hiciste, Jennie?

La luz ha regresado a los ojos de mi padre. La luz que no había visto desde la noche de nuestro accidente. No sé cómo, pero sé que ella tuvo algo que ver en esto. Ella es como una luz, iluminando sin querer hasta las esquinas más oscuras del alma de una persona.

Tengo muchísimas preguntas, pero las guardo para después de que firmo la salida y nos encontramos afuera.

—¿Cómo? —Digo antes que la puerta se cierre detrás de nosotros—. ¿Dónde está ella? ¿Por qué él retiró los cargos?

Mi padre sonríe de nuevo, y no me había dado cuenta de lo mucho que extrañaba eso. He extrañado su sonrisa casi tanto como extraño la de mi madre.

Llama un taxi que acaba de rodear la esquina. Cuando se detiene, abre la puerta y le da al conductor la dirección de Jennie. Luego se echa hacia atrás. —Creo que deberías preguntarle esas cosas a ella.

Lo miro con cautela, debatiéndome si debería entrar al taxi y dirigirme a casa de Jennie, o revisarlo por si tiene fiebre. Me abraza y no me suelta. —Lo lamento, Lisa. Por muchas cosas —dice. Sus brazos a mí alrededor se aprietan aún más y puedo sentir la disculpa en su abrazo. Cuando se separa, me acaricia el cabello como solía hacerlo cuando era niña.

Como que soy su hija.

Como que él es mi padre.

—No te veré durante unos meses —dice—. Me iré por un tiempo.

Escucho algo en su voz que nunca antes he escuchado. Fuerza. Si fuera a pintarlo en este momento, lo pintaría del tono de verde exacto al que se encuentra en los ojos de la hija de Jennie.

Se echa varios pasos atrás y me mira entrar al auto. Lo observo fijamente desde la ventana y sonrío. Khalan Manoban y su hija estarán bien.

***

Despedirme de él fue casi tan difícil como este momento. De pie frente a la puerta de su apartamento, preparándome para decirle hola.

Levanto la mano y toco su puerta.

Pasos.

Inhalo profundo para calmarme y espero a que la puerta se abra. Se siente como si estos últimos dos minutos se han tardado dos vidas enteras. Me seco las palmas en los vaqueros. Cuando la puerta finalmente se abre, sonriendo en mi dirección, se encuentra un momento que definitivamente pintaré algún día.

No sé cómo lo hiciste, Jennie.

—¡Hola! —Dice Ella, sonriendo de oreja a oreja—. Me acuerdo de ti.

Le sonrío de vuelta. —Hola, pequeña —respondo—, ¿está tu mamá en casa?

Ella mira por encima de su hombro y abre aún más la puerta. Antes de invitarme a entrar, dobla su dedo y me pide que me agache. Cuando lo hago, sonríe y susurra—: Tengo mucha más fuerza ahora. No le dije a nadie sobre nuestra tienda. —Cubre su boca con ambas manos—. Y aún está aquí.

Me río, justo cuando se gira al sonido de sus pasos acercándose.

—Cariño, nunca abras la puerta sin mí —la escucho decirle. La niña abre la puerta aún más, y su mirada se encuentra con la mía.

Sus pasos se detienen de inmediato.

No creí que verla dolería tanto. Cada parte de mí duele. Mis brazos ruegan por abrazarla. Mi boca pide a gritos la suya. Mi corazón anhela amar el suyo.

Ella, ve al cuarto y alimenta a tu pez nuevo.

Su voz es firme e inquebrantable. Aún no ha sonreído.

—Ya lo alimenté —le dice Ella.

Su mirada abandona la mía y la mira. —Puedes darle dos bolitas más como merienda, ¿está bien? —Apunta en dirección a su habitación. Ella ya debe conocer esa mirada, ya que inmediatamente se retira hacia la habitación.

Tan pronto como Ella desaparece, tomo un rápido paso hacia atrás al verla correr hacia mí. Salta a mis brazos tan rápido y fuerte, que me veo obligada a echarme aún más para atrás y chocar con la pared detrás de mí para no caernos. Sus brazos se encuentran trabados alrededor de mi cuello y me besa, y me besa, y me besa como nunca antes me habían besado. Puedo saborear sus lágrimas y su risa, y la combinación es increíble.

No estoy segura de cuándo tiempo nos quedamos allí en el pasillo besándonos, porque los segundos no son suficientes cuando estoy con ella.

Sus pies eventualmente tocan el piso y sus brazos se enredan alrededor de mi cintura, con el rostro pegado contra mi pecho. Envuelvo la mano alrededor de la parte posterior de su cabeza y la sostengo como si planeara sostenerla durante todos los días a partir de hoy.

Está llorando, no porque se sienta triste, sino porque no sabe cómo expresar lo que está sintiendo. Sabe que no existen palabras lo suficientemente buenas para este momento.

Así que ninguna de las dos habla, ya que para mí tampoco existen palabras suficientes. Presiono mi mejilla contra la cima de su cabeza y miro dentro de su apartamento. Subo la mirada para ver la pintura en la pared de su sala. Sonrío, recordando la primera noche que entré a su apartamento y la vi por primera vez. Sabía que tenía que tener la pintura en algún lugar, pero verla de verdad puesta en su sala fue una sensación increíble. Fue surreal. Y quise girarme hacia ella esa noche y contarle todo. Quise contarle sobre mi conexión hacia la pintura. Quise contarle de mi conexión hacia ella.

Pero no lo hice, y nunca lo haré, porque esta confesión no es mía como para poder contarla.

Esta confesión pertenece a él.

A Chinmae.



FIN





En teoría aún no hemos terminado.

CONFESS || JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora