C.3

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Observaba al encantador muchacho quien prestaba atención a algunos ancianos que se le acercaba alegando que ellos a él le conocían. Pobres, de seguro la edad les había afectado.

La anciana Elena me había atrapado in fraganti mirando al muchacho, por lo que me sonroje mientras comenzaba a caminar fuera del naos.

-Aguarda querida, espera a esta anciana.- decía Elena.

-No me iba a salvar de usted ¿cierto?.- le decía a la anciana mientras la esperaba con una sonrisa sincera en mis labios.

-No lo creo querida.- respondía la anciana.

-Así que... el joven marino te atrapó la mirada... es muy apuesto, y encantador.

-¿Usted cree?.

-Lo es. Harían buena pareja.

-¡Por Atenea!, Elena, ¿que dice?, usted sabe perfecto que eso no lo tengo permitido.- respondí haciéndome la ofendida por el comentario.

-Ay Medusa, solo por que tú así lo quieres. Atenea no te obligó jamás a ser su sacerdotisa. Eres una joven muy bella.

-Le agradezco el cumplido Elena, pero tomé votos. No le fallare a Atenea.- dije segura de mis palabras y firme.

-Como quieras querida. Que fácil es para Atenea ser diosa, al fin y al cabo  ella puede hacer con Grecia lo que le venga en gana, es inmortal. En cambio tu niña, tan joven, tan bella, tan viva. ¿por que no haz de vivir si un día vas a morir?.- decía y sus palabras retumbaban dentro de mi como relámpagos.

-Lo siento Elena, pero yo...-

-No digas nada niña. Pero promete que pensaras en cambiar tu camino. Atenea no castiga a quienes piensan, al final, ella es Diosa de la sabiduría.- decía sonriente mientras se alejaba de mi despidiéndose con un gesto de mano en cual respondí al instante.

-Nos vemos luego Elena.-  dije mientras la miraba marcharse.

Pensaba en lo que me decía la anciana y por fracción de segundo pensé que tenía razón. De pronto alguien me sacó de mis pensamientos y pegue un brinco por el repentino susto.

-Hola.- me decía el joven pesquero con una linda sonrisa de lado por la cual me sonroje un poco.

-Hola.- respondí mirando sus hermosos ojos azules.

-¿Cual es tu nombre?.- pregunto sin más.

-No eres de por aquí ¿cierto?. Reconozco a la mayoría de los pueblerinos que visitan el templo de Atenea. No hay muchos hombres seguidores de la Diosa de la sabiduría, al menos no muchos varones la siguen por ser mujer.- dije dándome cuenta de que estaba hablando de más, quizá estaba nerviosa, ¿por que estaba nerviosa?

-Mmm, bueno, yo he decidido hacerlo.- dijo sonriendo y caí fascinada por su cara de niño.

-Claro, entonces vienes por ser fiel a Atenea... quiero suponer.

-Si. Pero no respondiste mi pregunta.

-Soy Medusa.

-Es un placer Medusa. Que lindo nombre.

-¿Cual es el tuyo?.- pregunte curiosa.

-Soy Perse.... Percy, soy Percy.- Dijo al fin un poco nervioso.

-Un gusto Percy, bienvenido.

-El gustó es mio Medusa.

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