C.7

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Salí un poco al anochecer al pequeño risco que daba la parte trasera de nuestro hogar, tenía una hermosa vista al mar y quería ver el sol ocultarse. La verdad necesitaba estar sola por un tiempo, me sentía rara, incierta, nunca me había pasado antes. Siempre he sido una chica tranquila pero de mente rebelde. Se me ha enseñado a permanecer callada pues soy una simple mortal. Me han dicho que ''no valgo nada'', que soy ''inútil'', y que tengo opciones limitadas por el simple hecho de ser mujer.

Pensaba que era una verdadera estupidez, pues me sentía exactamente igual de capaz que mis hermanas para brindar protección. Si quizá no tenía poder alguno, ni tampoco daba miedo, pero era totalmente capaz de dar la vida por mi familia. Me creía lo suficientemente capaz de estudiar y aprender, así como de hacer exactamente lo mismo que un hombre podía hacer. Mi lugar no estaba en casa, mi lugar era afuera, ayudando a quien lo necesitara. Es por eso que Atenea era mi ídolo, la Diosa de la justicia y la sabiduría, me parecía mucho más interesante que simplemente controlar los mares o los cielos. Pero bueno, eran tiempos difíciles y lo era aun más tratar de cambiar la mentalidad del resto del mundo.

Me encontraba lanzando piedras hacia al mar mientras llegaba el tiempo en el que el sol se ocultara por ahora. Visualice de repente a un joven que ataba un pequeño bote al muelle.

Me acerqué lo suficiente para verle mejor, pero no tanto como para alejarme de casa. El chico observó por todos lados, y yo me escondí, temía que me viera observándolo. Al volver a mirar hacia donde se encontraba el chico me lleve la sorpresa de que ya no estaba. Quizá se había metido al mar.

Volví de nuevo al lugar donde observaría el atardecer y me llevé un susto al ver al mismo chico sentado justo ahí, el chico que se encontraba en el muelle, el mismo del templo de Atenea. Percy.

-Hola.- Dijo sin mirarme con los ojos perdidos en el profundo color naranja que la caída del sol provocaba. Su rostro se miraba aun más pacífico y encantador. El mar se reflejaba en esos azules ojos y su sonrisa...

-Hola.- Respondí sentándome a su lado.

-Eres misteriosa Medusa.- Dijo sereno aun sin mirarme.

-¿Lo soy?.- Pregunté sin despegar mi vista de su bellísimo rostro.

-Lo eres, y es fascinante.- Dijo mirándome al fin. Entonces sentí un escalofrío recorrer cada rincón de mi cuerpo, me miró como nunca antes había sido observada, compasiva, amorosa, sincera. 

-¿Quien eres?.- Dijo mirándome a los ojos fijamente.

-Soy.... una simple chica mortal, igual que cualquier otra.- Dije un poco nerviosa por su mirada.

-Eres todo menos cualquier otra, Medusa.- Me dijo y yo sentía que me derretía...

MEDUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora