C.8

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El joven marinero y yo mirábamos el atardecer sin decir nada. Era perfecto ese momento, no hacían falta palabras, solo disfrutábamos de lo que la vida nos proporcionaba.

Cuando el sol cayó el chico me miró a los ojos y sonrío, sus perfectos y profundos ojos azules me transmitían paz y calidez, realmente jamás me había sentido así antes. Sentí que mis ojos picaban por llorar, de pronto me había puesto un tanto sensible y el chico lo notó, entonces desvíe la mirada de nuevo ahora perdiéndome en la noche estrellada que nos envolvía.

-¿No es a caso perfecto como funciona la naturaleza?.- me preguntaba aquel joven a quien miraba de reojo mientras él mantenía su mirada perdida entre las estrellas.

-Los Dioses nos han regalado una perfecta noche, tal como lo fue el hermoso atardecer. No podría estar mas agradecida.- le dije sin dejar de mirar su bello rostro.

El chico me miro con él rostro divertido y ligeramente fruncido.

-No creo que todo sea obra de los Dioses. La verdad pienso que algunos de ellos solo buscan poder y fama. Son egocéntricos.- me dijo sin más dejándome prácticamente atónita.

-¿No eres muy creyente cierto?.- le dije sin saber que mas decirle, la verdad me impactaba que el chico se expresara de esa manera.

Entonces me miró a los ojos de nuevo y sentí como se acercaba lentamente y como queriendo decir un secreto susurró...

-Oh Medusa, yo creo en ellos. Lo que es más, se que existen. Lo único con lo que no estoy de acuerdo es en sus leyes, restricciones, etcétera... no podemos esperar a ser perfectos ante ellos si ellos mismos no lo son, y aun así castigan a su pueblo sin pensar en que la misma gente es un acto reflejo de ellos mismos. Los dioses se equivocan al igual que los humanos. Debería existir el perdón, y predominaría la paz.- dijo el chico bajo, como si fuera a ser escuchado de alguna manera.

-No comparto tu opinión, sin embargo te entiendo y creo que en cierto punto tienes razón. Pero no puedo ver una vida sin servir a mis dioses.- le dije al chico muy segura de mis palabras.

-Bueno, entonces dime... ¿que te ofrecen ellos a cambio de tu devoción?, seguro tienes una vida perfecta.- dijo mirándome directamente a los ojos y muy serio pero cálido a la vez.

Lo pensé por unos momentos y no hice mas que desviar la mirada.

-¿Que sucede?.- me dijo amable el joven.

-Yo... tengo sueños, pero temo que no pueden ser por mi deber hacia Atenea y a mis padres.- le dije triste, pues realmente soñaba con viajar por el mundo y conocer nuevas tierras y culturas. Quería explorar el mundo pero era imposible.

-¿Y por que no hacerlo? Atenea podría conseguir otra sacerdotisa.- me dijo muy seguro y animado.

-No lo entiendes, yo no puedo, no debo.- dije tímida.

-Se guardar un secreto.- me dijo acercándose de nuevo a mi susurrando.

-Yo... bueno, mi familia son servidores de Poseidón, bueno, mis hermanas son guardianas de todos los dioses en realidad.- le dije sin llegar a un punto en sí.

-Eso querría decir que son Gorgonas.- Dijo riendo el joven pesquero.

Me pare de inmediato del lugar y caminé unos cuantos pasos para dejar solo a Percy, pensaba en volver de nuevo a mi casa pero fue imposible pues pronto el chico sostuvo mi brazo deteniéndome.

-Aguarda Medusa, lo siento. Fui insensible, vuelve.- dijo sincero.

-Lo siento Percy, yo... tengo que volver.- le dije safándome de su agarre.

-¿Volveré a verte?

-Tal vez.- respondí para luego perderme entre rocas y cavernas hasta llegar a mi hogar.

MEDUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora