Capítulo 8

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Corre. Corre. No dejes de correr. Gabby pasaba con gran rapidez por todas las calles. Ni siquiera sabía a dónde iba, pero necesitaba alejarse de todo aquello en lo que se había vuelto a meter por un ataque de orgullo.

Había sido tanta la rabia que albergaba su corazón cuando escuchó que todo era mentira, un plan para reírse de ella, para hacerla sufrir y descubrir lo que no habían conseguido sacarle mediante torturas, no lo podía creer.

Cómo podía haber sido tan estúpida de confiar en él, en unas pocas palabras bonitas. Se había dejado embelesar por unas dulces caricias y por aquellos ojos que una vez la habían querido tanto.

No podía culparse por haber caído en las redes de un chico del que estuvo tan enamorada en el pasado. Sin embargo seguía reprochándose no haber descifrado el engaño que escondían sus actos.

Algo en lo más profundo de su ser creía que de verdad había sido liberada por voluntad de Nathan, pero únicamente eran las esperanzas de un corazón roto a ser reconstruido por las mismas manos que lo habían destrozado.

La calle se hallaba oscura, apenas iluminada por unas pocas farolas, nadie circulaba a esas horas por la carretera y por lo tanto los focos de los coches no aportaban luminosidad a su vista.

Todos los edificios a su alrededor dormían en la oscuridad de la noche. El sol había caído trasladando un frío al ambiente que helaba hasta a sus huesos.

Sin embargo su cabeza no tenía tiempo de pensar en eso ya que las mismas preguntas rondaban por ella, rebotando de un lado a otro en su cerebro.

¿Por qué? ¿Por qué? ¿Qué había hecho ella? No entendía que la tomasen en su contra, demasiada había sido la broma de reencontrarse con Nathan en el bando enemigo, y ahora se dedicaba a mentirla, ¿para qué? ¿Qué sacaban ellos de todo esto sino era hacerle daño? No lo entendía.

Una figura pequeña la sobresaltó a su lado, apretó los dientes con fuerza a punto de chillar, hasta que la sombra estilizada de un gato se alejó de ella clavando sus ojos felinos en su persona.

La pequeña bestia giró sobre sí mismo y dibujó ondas con el rabo mientras giraba su cabeza hacia un punto detrás suya y a más altura de la que ella se encontraba. Un escalofrío le recorrió el cuerpo cuando el pelo del animal se erizó.

Avanzó no queriendo seguir presenciando aquello e irremediablemente las lágrimas volvieron a brotar de sus ojos.

Desconocía la causa por la cual la iniciativa iba tras ella. Por qué se empeñaban en hacerla sufrir a ella y a los suyos. La única conexión era su pasado en común con Nathan.

Fue entonces cuando odió el día que se encontró al chico tirado sobre el suelo. Odió no haberse dado la vuelta y tomar otro camino. De repente todos esos preciosos recuerdos que conservaba junto a él hubiesen sido reemplazables con tal de librarse de ese dolor en su pecho.

No los quería, no, no quería nada de él si eso iba a hacerle sufrir tanto como ahora.

Se enjugó las lágrimas que habían empezado a deslizarse pos su rostro a la vez que reducía el paso al notar el cansancio en su cuerpo y en su fatigada respiración.

No sabía con exactitud cuánto tiempo llevaría corriendo, pero el cielo se tornaba cada vez más oscuro y la soledad en la calle era total.

Andaba por la ciudad sin rumbo fijo, simplemente para que el aire acariciase su rostro y permitiera respirar a su corazón roto.

No escuchaba nada, todo era silencio, giró una calle y más silencio. Varias callejuelas secundarias mucho más estrechas que la principal cruzaban de un lado a otro. Las casas estaban apagadas y calladas, quedaba claro que no había nadie a su alrededor. Seguía caminando envuelta en el silencio y sólo podía oír el sonido que hacía la suela de sus botas al chocar contra la acera. Hasta que de repente un ruido detrás llamó su atención, algo se había arrastrado contra el suelo en alguna parte de su alrededor, raspando la superficie porosa del asfalto. Era un sonido demasiado común, que en circunstancias normales no la hubiese alterado si no considerara que en ese lugar y a esas horas no podía haber nadie bueno con ella en la calle.

Incomplete (Nante #2) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora