Capítulo 15

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Gabby suspiró apartándose unos lacios mechones que se habían desprendido de su pequeño recogido. Salió al pasillo siguiendo el cuerpo del encapuchado y este se separó hacia uno de los lados indicándole que ella hiciera lo mismo por el contrario.

Resignada giró sobre sus talones y con cautela miró en la primera sala que encontró. Parecía una habitación de invitados, una gran cama con dosel ocupaba el medio de la estancia enfundada en seda de brillantes e intensos tonos rojos. Por su dimensión y suntuosidad en los pocos muebles que tenía la habitación bien podría haberse tratado del dormitorio principal, sin embargo la ausencia de elementos personales, fotografías u otras decoraciones usuales le hicieron desechar aquella idea.

Apenas desordenó los cajones casi vacíos, ya que desde el principio no había creído encontrar allí la joya.

Pasó a la siguiente puerta y así lo hizo con las cuatro restantes, todas parecían tener una distribución, decoración y función similar a la de la primera, por lo que al llegar a la penúltima puerta se sorprendió de encontrarse en un despacho.

Las paredes eran oscuras y mayoritariamente forradas por estanterías a rebosar de libros. En el centro una mesa lustrosa de un caoba ennegrecido desbordaba papeles mal ordenados. A su  lado una alta torre soportaba lo que parecía ser una vitrina cúbica de un tamaño demasiado grande para el pequeño cristal que albergaba.

Abrió los ojos sorprendida y contenta, después de todo Nathan tenía razón a la hora de tachar al señor Mazis de  presuntuoso.

Antes de poder avanzar hacia él un destello rojo llegó a su retina y bajó la cabeza para encontrar una fina línea sensible que alarmaría a cualquier persona que durmiese a su alrededor, las cuales a juzgar por las habitaciones que ya había visitado, estaban vacías.

Volvió a elevarse sobrevolando el suelo por miedo a hallar algún sensor que la reconociese. No obstante o Tarner Mazis no conocía la existencia de los nantes o aquello había sido un total despiste.

Buscó con atención la entrada hacia la vitrina, pero esta parecía abrirse colocando una huella dactilar sobre una placa táctil. Se llevó la mano a la oreja inconscientemente cuando no encontró el dispositivo de escucha.

En cualquier situación parecida habría llamado a Harry para que le ayudase con aquello, pero el estúpido de su compañero había destrozado su auricular. Eran altas horas de la noche pero estaba segura de haber podido despertar al informático si se lo hubiese propuesto.

De poco servía ahora pensar en aquello. Tenía que arreglárselas ella sola así que buscó algo con lo que poder desatornillar la placa táctil. Sobre el escritorio encontró varios bolígrafos perdidos entre el mar de hojas y tomó uno con cuidado.

Se hizo con la pequeña barra metálica que sobresalía de la tapa y la incrustó en la ranura de los tornillos. Con paciencia y tiempo fue desatornillando cada uno de los pequeños obstáculos hasta que la placa saltó hacia delante y quedó colgando adherida a varios cables de colores diferentes.

Se mordió el labio indecisa, ahí era cuando la voz de Harry le indicaba cuál cortar. Había tres cables de diferentes grosores rojos, otros dos azules y un par amarillos, el resto eran grisáceos y demasiado finos para ser importantes.

Se abrió paso de nuevo hasta la mesa y cogió un abrecartas en forma de puñal que había visto mientras buscaba los bolígrafos.

Pasó las manos por cada uno de los cables y tanteó pensando por cuál decidirse. Tenía muchas posibilidades de equivocarse, pero la otra opción era tirar la vitrina al suelo y llamaría tanto la atención como la alarma que aquello provocase.

Incomplete (Nante #2) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora