Día 7. Plantas
Número de palabras: 816
Sinopsis: Eran simples plantas domésticas. Plantas que eran testigos del corazón roto de su dueño.
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Eran solo plantas domésticas. Y las más hermosas de Londres, presumiría su dueño con orgullo.
Y las más estresadas de Londres, podríamos agregar. Después de todos, aunque se conocían casos de dueños que le hablaban a sus plantas para que crecieran mejor, jamás se conoció el caso de alguien que les gritara hasta la lasitud, pero eso era algo que se obtenía cuando tu dueño no es nada más que un demonio.
Llevaban viviendo ahí desde los años 40 y aún se encontraban en perfectas condiciones debido a la perfección que les exigía su amo juntos a los gritos e insultos que profería cada vez que encontraba una falla en ellas.
Conocían de sobra el temperamento explosivo de su dueño, así que no eran de extrañar aquellos gritos famélicos que articulaba en cada ocasión que podía.
Lo extraño sucedió el día que no lo hizo.
Recordaban la fecha exacta, un día cualquiera de 1967.
Aunque se dijera que las plantas no tuvieran memoria, aquellas sí que tenían, después de todo, hablamos de las mismas plantas que sentían miedo y temor cada vez que su dueño aparecía frente a ellas.
Se encontraban extrañamente calmadas, algo que solo sucedía cuando su dueño no se encontraba en el lugar. Se tensaron rápidamente al escucharse un estruendo que indicaba que alguien había llegado al departamento.
La puerta se abrió bruscamente, dando paso a su amo, quien lucía como si le hubieran dado la paliza de su vida. Se tambaleaba de un lado para el otro, sus ojos estaban llorosos y le acompañaba una densa nube de humo.
Se escuchó el ruido de su chaqueta siendo tirada al suelo. Con total agilidad sacó del bolsillo trasero de su pantalón una cajetilla de cigarros y un encendedor.
—Ese estúpido ángel... —se le escuchó murmurar antes de encender un cigarrillo y darle una calada.
Si las plantas tuvieran sentido del olfato hubieran detectado, acompañado del olor a humo, el olor dipsómano de aquellos que tomaban hasta tratar de olvidar lo malo de sus vidas.
El demonio se sentó frente a las macetas, dándoles la espalda, en una postura derrotada.
—Dijo que iba muy rápido para él —su voz se quebró ligeramente antes de continuar. —¿Pueden creerlo?
Las plantas no hicieron el amago de moverse y continuaron tiesas, tratando de verse tan perfectas como podían.
—Tantos milenios juntos y dice que... ¡voy muy rápido para él! Es un idiota.
Silencio
—Por qué... ¿Por qué no me quiere? —deja caer su cigarrillo ya consumido en el suelo y oculta su rostro entre sus rodillas dejando caer libremente las lágrimas, sin importarle que acaba de derrumbar su fachada de frialdad.
Las plantas se tranquilizaron al ver el estado de su amo, quien permaneció en aquel estado de tristeza durante unos minutos, antes de recomponerse y tratar de actuar como si nada hubiera sucedido.
Saca otro cigarrillo de su bolsillo y lo prende. Se quita sus gafas oscuras, dejando a la vista sus ambarinos ojos.
Las plantas se encuentran incrédulas al ver aquel inusual estado de su dueño, bastantes sorprendidas de que no estuviese gritando o dando órdenes.
—¡Él es el desgraciado! ¡Yo no! —exclama de repente, haciendo que sus plantas volvieran a temblar de los nervios. —Aunque soy un demonio... nosotros somos malos por naturaleza, ¿no es así?
Más silencio, seguido de más temblores provenientes de las espantadas plantas domésticas.
—Soy un demonio, yo debería ser el malo —pone su cabeza sobre sus rodillas, pero no vuelve a llorar, en cambio permanecen viendo al horizonte con un semblante apesadumbrado.
Aún más silencio. Más suspiros y más silencios.
—¿Saben cuándo me enamore de él? —dice de rebato, le da una calada a su cigarro, tosiendo cuando el humo que entra en sus pulmones —Desde que nos conocimos en el edén. Yo sabía que ese ángel me había movido el piso, pero me negué a aceptarlo en ese momento.
¿Ese ángel? Las plantas nunca habían conocido a alguien más además de su dueño. No sabían si tenía amigos, familia, ni siquiera pareja.
El pelirrojo tomó una de las hojas de las desprevenidas plantas y la acaricia con un inusual cariño.
—¿Debería esperarlo más tiempo? —dice con voz trémula —¿Cuánto? ¿Diez? ¿Veinte? ¿Mil años? O ¿debería ya rendirme?
Las horas pasaron, entre lamentaciones y demasiadas menciones sobre alguien llamado Aziraphale. Quién era o un ángel o alguien que decía serlo. Lo más llamativo de ese ser, era como su amo hablaba de él con un cariño tan extraño de él. A pesar de los insultos con los que su amo a veces hablaba del "ángel" se podía notar que sentía algo por el mucho más allá de una simple fraternidad.
En algún momento de aquella larga velada, su dueño se volvió a derrumbar entre lágrimas, lamentándose por el amor no correspondido de su "ángel"
Aquel día, las plantas se convirtieron en testigos silenciosos del corazón roto de un demonio.
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Somos Inefables #Fictober2019 #IneffableLATAM
Fanfiction"Aquello que no se puede explicar en palabras, por ser sublime y tener cualidades excelsas" Y ¿que podría ser más inefable que aquellos dos idiotas que llevan más de 6000 años amándose? Colección de Drabbles/One-shots basados en el libro y serie de...