★ Día 30. Bendiciones ★

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Día 30. Bendiciones

Número de palabras: 1876

Notas: Jodie Whittaker es Diosita, a mi nadie me lo puede venir a negar.

Sinopsis: Si iba a recibir a aquella visita en su apartamento, hubiera preferido que fuera un demonio.

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Lo primero que piensa Crowley al ver la puerta de su apartamento forzada no es "Ladrones" como muchos lo harían. Lo primero que llega a su cabeza son las palabras "Complot", "Conspiración", "Traición" y "Demonios".

Camina con cautela por el apartamento, esperando encontrar un desastre causado por atolondrados demonios, pero lo único que encuentra es el orden, algún intruso había entrado a su apartamento y ni siquiera se molestó en buscar algo de interés.

Aún con recelo, escudriña el lugar en busca de algo sospechoso antes de llegar a su oficina, y ahí encuentra al último ser que pensó hallar en ese lugar.

—¡Tu! —exclama con tono acusador.

Ahí, sentada en su "sencillo" trono de oro se encuentra sentada la todopoderosa, la señora de todo el bien, la omnipresente y omnipotente, o mejor conocida como Dios.

A diferencia de él, no se sienta en el trono con una total desfachatez sino con una elegancia y delicadeza que le hace parecer la mismísima reina de Inglaterra en su trono. Cualquiera que hubiera escuchado hablar de ella no hubiera pensado que aquella mujer rubia y de sonrisa cálida, pero a la vez traviesa era un ser tan poderoso como lo era dios.

—Crowley... —dice en tono conciliador —O debería decir, Raphael.

Lo simple mención de ese nombre le hizo hervir la sangre, con gran enojo se quita bruscamente las gafas y las deja caer al suelo, sin importarle si se rompen en el proceso.

Se acerca con paso firme y amenazante hacia la mujer, mirándola fijamente a los ojos, en busca de hacerla sentir culpable por lo que significaba que poseyera aquellos serpentinos ojos.

—¡Como te atrev... -la rabia no lo deja expresarse bien —¡Como te atreves a venir aquí!

Mientras el demonio tiembla entre la ira y el enojo, la mujer rubia no deja de mirarlo fijamente, impasible, pero, aunque no lo demuestre, en el fondo siente un gran dolor al ver el estado de su hijo, y de ser ella la culpable de tanta rabia y dolor acumulado en su interior.

—¿Té, querido? —ofrece la rubia mientras mantiene la compostura, extendiendo su brazo hacia el escritorio donde se encuentra una bandeja con tazas rebosantes de líquido caliente.

—No me llames querido —farfulla el pelirrojo en voz baja al dirigirse al escritorio. Toma una taza, pero ni siquiera le da un sorbo.

—Has... has cambiado mucho desde la última vez que te vi —dice Dios en un intento de romper el incómodo silencio que se había hecho. No funciona.

—¡Que carajos haces aquí! —estalla el demonio, azotando la taza en el escritorio y salpicando algunas gotas que caen el en vestido blanco de la todopoderosa. A ella no podría importarle menos.

—Supe que te ibas a casar. Vine a felici... —las palabras quedan en el aire mientras juega con los anillos dorados en sus dedos con una timidez inusual en un ser poderoso como ella.

—Sí, me voy a casar — alza su mano, donde brilla un anillo dorado con refulgente resplandor —Con tu fiel ángel, Azi-

—Aziraphale —le interrumpe con una sonrisa —Sí, lo sé.

Somos Inefables #Fictober2019 #IneffableLATAMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora