Anatema

743 73 2
                                    

Podía escuchar el cantar de las aves que había en los jardines del templo, disfrutando de una libertad que ella desconocía.

El sonido de sus pasos se perdía entre los rincones de aquel solitario lugar.

Su mirada se mantenía fija hacia el pasillo que tenía por delante, el mismo sendero que debía recorrer día a día, a la misma hora y las veces de siempre.

Detuvo sus pasos al estar frente al enorme salón. Paseó su mirada por aquel recinto, tratando de encontrar algo diferente de lo habitual, pero muy en el fondo, sabía que todo se mantenía como siempre.

En el centro de aquel cuarto había un desnivel de al menos un metro de profundidad. Algunos almohadones bastante grandes, y perfumados con aceite de rosas, se encontraban en el fondo de esté, algunos trozos de seda colgaban de las columnas, en un burdo intento de dar privacidad a ese espacio, (cuando la seda era lo bastante transparente para no dejar nada a la imaginación, además que nadie iba a aquel sitio.) También había algunos trastos repletos de comida, en su mayoría carne, algunas frutas y diversos tipos de pan.

“Un festín para cualquier dios.”

El calor de un cuerpo ajeno la saco de sus pensamientos y el toque de las manos ásperas en sus caderas le recordó el motivo de estar ahí.

Reconocía perfectamente aquella piel bronceada y repleta de cicatrices, el toque agresivo pero suave en las zonas erógenas de su cuerpo. La respiración pesada y erótica que golpeaba en su nuca que anunciaba una mordida juguetona en sus hombros.

Ella había sido seleccionada para ser la anatema del dios protector de su pueblo.

Tuvo un sueño donde se entregaba completamente a aquella mirada rubí y sonrisa sádica.

Pronto las manos ásperas dejaron sus caderas para separarse, y mientras una se perdía en el valle de sus senos, la otra navegaba en la humedad de sus piernas.

Ares era el dios al que había sido ofrecida, pero fue Katsuki quien la tomo y devoraba cada día en aquel templo.

¿Envidiar la libertad de las aves?

Ella tenía una prisión entre las sábanas y brazos fornidos de su amante.

No conocía una mejor forma de liberarse que no fuera estar al lado de él... o encima.

🔸〰️ Fictober 〰️🔸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora