Sadismo

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—¡Gyaah! ¡Ah! h

Cera derretida caía sobre la piel femenina. 

—Cállate, perra.

Una, dos,  tres gotas de cera caliente cayeron en su cadera. Se mordió los labios para evitar gritar, no quería recibir un nuevo castigo.

La mano masculina se paseó con una inusual calma por toda su espalda. Podía sentir la calidez y, porque no decirlo, suavidad que había en aquella caricia que se repitió un par de veces mas en diferentes partes de su anatomía antes de detenerse repentinamente.

Quería hablar o por lo menos preguntar porque es que se detenía de ese modo, pero no había perdido permiso. Su cuerpo tembló a causa del sepulcral silencio. ¿Seguía ahí?

—Nnn... ¡Aah! —Ahí estaba su respuesta.

El sonido seco de un golpe corto cualquier pensamiento o palabra que estuviera en su mente. La piel, ya roja desde minutos antes, ardió con sensualidad haciéndola mojarse. Oh mierda.

—No te di permiso de hablar, perra. —La risa sarcástica hizo que un escalofrío recorriera hasta la última fibra de su ser— Querías saber todo de mi ¿No, cara de ángel? 

Una gota de sudor cayó de su cien hasta recorrer la redondez de su mejilla hasta perderse en las sabanas de aquella cama.

¿Porque nadie le advirtió que en aquella visita a la casa Bakugou terminaría: desnuda, con las extremidades atadas y el culo en pompa?

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