Perla

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—Bro... ¿Quieres decidirte? —Se quejó— Ya llevamos casi tres horas en este lugar y sigues sin decirme que es lo que estamos buscando o para quien es.

—Solo cállate y sígueme.

Kirishima bufó aburrido. 

Ground Zero estaba actuando bastante raro ese día, que casualmente era el día libre de ambos.

Eijiro hubiese peferido quedarse en su departamento para dormir o ver un poco de televisión, quizá jugar algunos videojuegos... Ah si, y quizá lavar algo de su ropa sucia porque el malvado de Bakugou solo lavaba la suya, ahora Eijiro tenía una alarmante pila de ropa que esperaba por ser lavada.

—Me estoy aburriendo mucho bro... —Un bostezo lo interrumpió— Me largo a casa.

Pero el rubio ya no lo escuchaba.

Se acercó a una de las mujeres que se suponía trabajaban en aquella tienda y realizó su compra.

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Kacchako
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—¡Feliz cumpleaños Ochako! —Gritaron todos al mismo tiempo mientras resonaba un mar de aplausos a la adorable jovencita que solo sonreía animada y emocionada por la linda fiesta que sus padres habían organizado para ella.

Todos sus amigos, vecinos y personas que la querían estaban en aquella acogedora casa, llenandola de atenciones y muchos buenos deseos para sus recientes 17 años.

Las personas que la querían estaban con ella en ese su día.

Durante la reunión mantuvo una sonrisa sincera y agradecida con todos los presentes. Aceptó los obsequios dando las gracias correspondientes, recibiendo abrazos y felicitaciones por igual. Una fiesta de cumpleaños encantadora para cualquier chica.

Cuando la noche cayó y los invitados se retiraron, ella procedió a hacer lo mismo para esconderse entre las protectoras sábanas de su cama y poder descargar su pequeña frustración y tristeza.

Ella lo sabía, en su corazón y mente lo tenía muy claro.

Él era un héroe de tiempo completo, un hombre que trabajaba todo el día para mantener la ciudad y a todos a salvo, un hombre adulto, un hombre que le llevaba diez años.

Abrió lentamente la puerta de su habitación, y sin prender la luz, se dejó caer en la cama sin muchas contemplaciones.

—¡Auch!

Rápidamente se sentó en la cama para observar con que objeto se había lanzado y lastimado el estómago.

Era una caja pequeña, quizá de cinco centímetros de largo.

Parpadeo repetidas veces, en señal de confusión. No recordaba haber visto la pequeña caja entre los regalos que le habían dado en el día.

Con un poco de miedo, quitó la tapa de la caja para poder revelar el contenido.

No, no olvide que era tu cumpleaños.
Tampoco olvide tu regalo.
Si, puedo leer tus pensamientos idiotas.

Tonta cara de ángel.

Te veo mañana a medio día en la estación de trenes cerca de tu escuela.
Pobre de ti si me haces esperar, estúpida cara de mochi.

Un par de aretes de plata estaban resguardados en la caja, tenían un par de perlas rosas que colgaban de ellos.

Se sonrojó al leer la nota que estaba debajo de la tapa de aquella cajita.

La mujer que me los vendió me dijo que estos podrían gustarte...
Yo los compré porque me recuerdan a tu cara: rosa y redonda.

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