Mujer

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—¿¡Y porque mierda no puedo saberlo!?

—¡A mí no me estés gritando, mocoso idiota! ¡Respeta a tu madre!

—¡Respeto mis huevos y dime que mierdas les dijo el doctor!

Masaru suspiraba por tercera vez en cinco minutos mientras veía a su esposa e hijo hacer una de sus tan típicas discusiones.

Si bien la casa de los Bakugou nunca fue precisamente la más calmada, si podía asegurar que era de las más amenas y destacadas de todo el vecindario, al menos cuando su hijo todavía vivía con ellos o iba de visita.

Ahora su hijo Katsuki, ya era todo un hombre realizado. Cumplió todos y cada uno de sus sueños:  Entrar en U.A., graduarse como el mejor de su generación, trabajar en la mejor de las agencias del país, ser el héroe número 1 y casarse con la chica que quería.

Estaba orgulloso de su hijo, al igual que su esposa... Aunque lo demostraban de diferentes maneras.

—¡Que seas un adulto no significa que no pueda ponerte en tu lugar, maldito mocoso! —Mitsuki levantó su puño para afirmar su amenaza.

—¡¿Eh?! ¡¿Quieres pelear bruja?! —Katsuki ya tenía sus manos preparadas con algunas explosiones dedicadas a su querida madre— ¡Que te sepas que no me contendré, anciana!

Muy bien, hora de intervenir.

—Por favor, cálmense los dos. —La suave y calmada voz del patriarca de los Bakugou interrumpió la discusión entre madre e hijo— No queremos redecorar la sala por quinta vez en el mes. ¿Verdad, querida?

Mitsuki solo bufo un poco avergonzada mientras que su hijo chasqueo la lengua en señal de molestia.

—Es culpa de la bruja. —Gruño entre dientes mientras se cruzaba de brazos — Si me dijera lo que quiero saber ya me hubiese largado a mi casa.

El de lentes pensó en alguna solución rápida. —¿Y porque no le preguntas mejor a la pequeña Ochako?

La risa contenida de su esposa llamó su atención, ignorando como la mirada de Katsuki se ensombrecía segundo a segundo al mismo tiempo que su cuerpo temblaba ligeramente.

—La maldita cara redonda no piensa decirme nada. —Apretó sus dientes— Quiere que sea una "sorpresa".

Masaru volvió su vista a su hijo, con una sonrisa tranquila en su rostro al entender la situación. Con la calma que lo caracterizaba, dejó caer su mano sobre el hombro joven para tratar de transmitirle un poco de confianza. —Entonces solo debes esperar, hijo.

Si bien el menor de los Bakugou lo que menos sabía hacer era esperar, solo le quedaba hacer caso a las palabras de su padre.

—Te aseguro que valdrá la pena. —Katsuki lo miro seriamente— Solo será por muy poco tiempo.

—Supongo que si...

Mitsuki no pudo aguantar más tiempo la risa y termino explotando en carcajadas.

—¡Cállate bruja! —La calma que el castaño había infundido en su hijo se evaporo en cuestión de segundos, bajando sus brazos para lanzar la primera explosión que no tardaron en hacer presencia en la pequeña sala— ¡Deja de reírte anciana!

Un florero, el librero nuevo, algunas revistas, una esquina de la sala, un par de fotografías de las paredes... Masaru hacia el recuento de los daños causados por su familia.

—¿Que será de mi nieto con un padre tan idiota? —La rubia se burló con tono cantarin mientras seguía molestando a su hijo.

—¿Y con una abuela que ya esta decrepita y loca?

—Mitsuki. —Llamo a su esposa, después de anotar las cosas que deberían comprar, de nuevo— ¿Porque no solo le das una pista y ya?

—¿Y arruinar la sorpresa de mi adorable nuera? —Detuvo las burlas para cruzarse de brazos fingiendo indignación— ¡Jamás! Que esté mocoso se aguante y espere hasta que nazca.

—¡Con una chingada, solo dime si es niña o niño!

—¡No vuelvas a hablarle así a tu madre, idiota! —Lo enfrentó con una mirada furiosa como siempre hacia.

—¡Te hablo como se me de la puta gana hasta que me digas que será mi hijo! —Imitó la acción de su madre, devolviendole la misma mirada furibunda.

—¡Menos te diré si sigues con esa bocaza de camionero, mocoso engreído!

La discusión siguió algunos minutos más mientras Masaru llamaba a su nuera y le daba la lista de cosas que los rubios de la familia habían roto, no porque el mayor quisiera, sino por qué Ochako había obligado a su esposo a reponer todo lo que se rompiera en casa de sus suegros cada que iban de visita o cuando él y su madre discutían.

—¡Olvídalo, decrépita! —Finalmente se rindió comenzando a caminar hacia la puerta— ¡Lo que sea, estoy seguro que no estará loco como tú!

—¡Si tanto querías saber ¿Porque no fuiste al ultrasonido con Ochako?! —Le regaño de forma acusadora siguiéndolo de cerca.

—¡Estaba trabajando y cara redonda no me dijo que iban a ir precisamente hoy! —Se volteó para encarar a la rubia mayor, listo para otra pelea— ¡De haberme dicho no estaría perdiendo mi tiempo aquí contigo!

—¡Pues ahora te jodes, idiota!

—Sea lo que sea. —Intervino Masaru luego de cortar la llamada, acercándose a su familia— Todos queremos que llegue sano y en perfecto estado. ¿Verdad?

Katsuki comenzaba a hartarse, así que al ver que no obtendría respuestas, retomo su camino hacia la puerta de la casa entre gruñidos y maldiciones.

—Al menos no será una mujer como está loca. —Tomo la perilla de la puerta para abrirla con brusquedad.

La puerta fue cerrada con un fuerte estruendo que duró algunos segundos antes de que la casa se sumiera en un silencio tranquilo. Los patriarcas miraron fijamente la madera antes de suspirar entre risas y agotamiento.

Masaru soltó un suspiro pesado mientras levantaba su mano diestra para rascarse la nuca antes de mirar con cierta curiosidad a su esposa—¿Porque no solo se lo dicen? 

—Sera una sorpresa. —Mitsuki miro a su esposo con una sonrisa— Le vendrá bien esperar un poco más a ese mocoso impaciente.

Tres meses después, Katsuki cargaba en brazos a su recién nacido mientras que la castaña descansaba un poco después del parto. Aún no le habían dicho nada respecto a que era por órdenes de su esposa, así que era el momento de la revelación.

Lentamente quito la manta que cubría los escasos cabellos rubios que tapizaban la pequeña cabeza. Con un cuidado del que creía carecer, destapó el rostro de su primogénito para poder, por fin, conocerle.

—Bienveni... —Abrió sus ojos con sorpresa al verle.

Oh mierda.

La imagen de su madre burlándose de el cruzó su cabeza inmediatamente.

—Maldita bruja... —No le molestaba en absoluto que su primer hijo fuera una niña. Lo que le preocupaba es que sacará la estupidez de la abuela— Más te vale no heredar la loquera de tu abuela. ¿Eh, Hana?

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