V: Voces interiores

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La escuela ya estaba rodeada para cuando el grupo de ExHell llegó. Si bien llamar <<grupo>> a ese Chevrolet Corsa negro de vidrios polarizados tal vez hubiera sonado algo exagerado.
Por lo general ocurría de la misma forma, el combate contra los seres de pesadilla requería de un extremado sigilo y de poco hubiera servido llegar con un convoy hasta el lugar. No era un tema de números, ni de cantidad o calidad de equipamientos o armamentos y todos los miembros de ExHell lo sabían bien.
Un asunto de eterna preocupación para aquel organismo secreto consistia en el hecho de que sólo podían actuar de forma reactiva, y no activa. Es decir, únicamente después de que los humanos hubieran interactuado con los monstruos que ellos se dedicaban a cazar y exterminar. Por descontado se asumía que estos encuentros solían acabar de la misma forma, con los hombres o mujeres despedazadas y los "Vestigios" (como eran llamados por la agencia) huyendo para, en un futuro, volver a atacar.
Selenna Pendragon esperaba que este caso no fuera uno de ellos y por eso había decidido ir personalmente a supervisar que todo saliera de la mejor manera. No podia permitirse sorpresa, ni de los enemigos, ni de Mesh.
Desde el asiento de copiloto del vehículo manejado por su chofer personal, preguntó:
—¿Es un Subterráneo?
Mesh se encontraba en el asiento trasero, junto a Maika quien había viajado sumida en total silencio a su lado. Ocasionalmente Selenna le había hablado para darle información e instrucciones que ahora intentaba almacenar en su mente.
La cantidad de cosas que le había explicado en los minutos que duró el viaje parecian pelearse entre si por ver cual de todas era más increíble y absurda.
Mesh alargó su brazo hasta la puerta y la abrió.
—No hay ninguna duda —y tras pronunciar esas palabras hizo el movimiento de salir del coche, pero se detuvo cuando pisó la calle iluminada por los focos policiales. Estos y una serie de vallas y cintas amarillas y negras ya estaban siendo colocadas en toda la zona. —Creo que podría ser la fuente —mencionó sin mirar a Selenna quien levantó rápidamente sus ojos color miel hasta el retrovisor y luego se giró para observar de frente a Mesh quien le sostuvo la mirada con el rostro inescrutable que siempre parecía tener.  Por un segundo sus ojos pasaron del hombre hasta Maika y luego regresaron a su agente.
—Si ese es el caso la misión es de exterminio total. Erradicar —y de nuevo miró a Maika como una maestra que observa al alumno sabiendo que no es muy bueno en un tema. —No pueden cometerse errores —dijo y regresó a su lugar en el asiento dando la conversación por terminada.
En el rostro pálido de Mesh se formó esa sonrisa lobuna que dejaba expuestos sus finos pero muy blancos dientes y luego salió del coche con el abrigo largo de cuero negro revoloteando tras él, y el cuello, así como casi la mitad inferior de su rostro, cubiertos por una bufanda azul oscura que colgaba tirada sobre su espalda.
Por lo demás tenía las botas negras con que Maika lo había visto otras veces y también un par de pantalones vaqueros holgados y oscuros. De hecho su vestimenta parecia contradecir todo el secretismo de la operación pues era bastante llamativa en tanto que correspondía a la forma en la que se vestiría alguien que no supiera cómo combinar bien las prendas.
Maika salió junto con él sin saber muy bien todavía con qué tendría que enfrentarse mientras las palabras de aquella mujer repiqueteaban en su mente. <<Erradicar>> era todo lo contrario a lo que una enfermera debía hacer. Pero al pensar en eso no pudo evitar darse cuenta de que en cierta forma los médicos enfrentaban hasta desaparecer a las enfermedades y a los virus. Verlo desde ese lugar le hizo reflexionar en lo extraña que podía ser la vida.
Todo lo que creía conocer se había visto puesto en cuestión o incluso desaparecido, y sin embargo ahora mismo parecía estar dirigiéndose, por otros pasos, hacia el mismo camino del que estaba segura se había apartado o mejor dicho, la habían apartado.
Un cambio de apariencia brusco y total, podía convertirse en lo ya conocido si uno sabía cómo mirarlo.
—Alto. No se puede avanzar más —dijo un oficial vestido de impecable azul que por efecto de la noche lucía más oscuro de lo que debería. Tenía puesto el chaleco con la radio encendida a la altura del hombro y su mano derecha se posaba inmóvil, como expectante, sobre la pistolera de la cintura.
—Somos de la organización —comentó sencillamente Mesh, deteniéndose frente al hombre. Se trataba de un hombre grande y sin embargo Mesh le sacaba casi una cabeza de diferencia en cuanto a la altura, pero apenas Maika lo escuchó hablar con aquel tono entre serio y juguetón, supo que la diferencia entre ambos era mucho más profunda.
Aquel hombre estaba acostumbrado a enfrentar criminales comunes, mientras que Mesh solía tener frente a él a verdaderos monstruos de pesadilla.
El policía comprobó lo que había dicho Mesh por su radio y aunque con reticencia en el rostro, se hizo a un lado y les sostuvo la cinta amarilla que estaba cuidando y con la que toda esa zona estaba acordonada.
En la cuadra que ocupaba la enorme escuela habían coches de policías con sus motores y luces encendidas. Los agentes ya se movían colocando el vallado y también la cinta amarilla, mientras que otros se encargaban de mantener a raya a lo curiosos y a los periodistas. Sobre la calle Miramar un coche de bomberos lucia estacionado con su motor apagado pero sus puertas abiertas, y un poco más lejos se escuchaba el sonido de una sirena al tiempo que luces refulgentes marcaban la señal de acercamiento de una ambulancia.
—No te quedes ahí parada —la voz de Mesh sacó a Maika de su ensimismamiento. Había estado mirando la ambulancia mientras sentía una extraña opresión en el estómago, como si desde lejos creyera ver venir a un viejo conocido con el cual guardaba mucha historia.
—¿Hay algún herido? —inquirió  Maika al oficial de policía. Este la miró como extrañado, quizá preguntándose porque gente con tal autoridad no tenía información tan básica.
El policía lanzó un suspiro para ahuyentar un poco el frío de la noche.
—Solo había una persona en el lugar por lo que sabemos. Un guardia nocturno. Y su estado se desconoce.
—Ya está muerto —cortó Mesh dando un paso más y adentrándose en la escuela por el portón de entrada que empujó fácilmente.
Maika miró al policía y se sintió de alguna forma inexplicable muy lejos de él.
Sin decir nada se alejó caminando rápido tras aquel hombre que le había disparado, pero también salvado la vida... o algo así.
—¿Que vengo a hacer yo si hay un fallecido? ¿También lo salvaremos como a mi? —preguntó al llegar al lado de Mesh. Sus negros cabellos largos fueron agitados por una ráfaga repentina de viento cuando el portón tras de sí quedó cerrado. Él negó con la cabeza.
—Venimos a evitar que otras personas terminen de la misma manera.
—Está escuela... ¿es una especie de guarida entonces? Para esas cosas, esos monstruos como el de la mansión.
—La única guarida de esas pesadillas —dijo Mesh llevándose el índice a la sien —es esta.
Maika observó el enorme edificio frente a ellos.
Era una escuela ubicada en pleno centro de Eudaimonia. Tenía por lo menos tres pisos y decenas de ventanas cuyos vidrios danzaban entre las sombras del interior y las luces múltiples del afuera. Estaba caminando por el patio de entrada donde un par de hamacas solitarias eran movidas por el viento al suave compás de su chirrido.
Sin darse cuenta la joven pasó por encima de una rayuela que los niños habían dibujado con tiza de colores en el piso de amplias baldosas y se encontraba apenas borroneada a pesar de llevar ya varios días.
—Ver esa ambulancia antes me hizo pensar en muchas cosas. Realmente no puedo creer ni la mitad de lo que me ha pasado. Y sin embargo aquí estoy, a punto de entrar a una escuela por la noche donde pueden haber cosas capaces de cortarte en dos de un manotazo.
—Es difícil de aceptar —
—Sin dudas. ¿Como lo haces tú? Digo, te vi dispararle al de la mansión pero ¿qué haremos si aquí hay más de uno?
—No me refería a eso —Mesh se detuvo y se giró hacia Maika, alto como era. Ella miró sus ojos profundos en la noche y supo que aquel hombre había vivido incontables noches como aquella. —Ese ya no es tu mundo. Y eso es difícil, pero cuanto más rápido lo entiendas, más rápido verás que aquello que llaman mundo no es más que el pequeño pedazo de tierra y verdades soportables que se permiten a sí mismos.
Mesh se abrió el abrigo entonces y de uno de sus bolsillos internos extrajo una larga barra de caramelo a la que quitó la envoltura y luego se la metió en la boca masticando lentamente. Le ofreció otra a Maika quien la rechazó con un gesto rápido. No estaba segura si con ese cuerpo ni vivo ni muerto podría vomitar pero tampoco están dispuesta a ponerlo a prueba.
Habían llegado a la puerta de la escuela y con facilidad Mesh la abrió de par en par para dejar al descubierto su tenebroso interior, donde el silencio de todos los salones de clase juntos parecía reinar y paradójicamente se hizo sentir como una mano de garras afiladas que recorria por una piel erizada.
—Muy bien. Hora de la cacería —dijo Mesh entre risas y se adentró en el lugar, seguido de cerca por Maika y el rugido cada vez más apagado de una sirena.
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