XIV: Aquí/allá

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Aquí: Mundo humano.

No resistiría, estaba claro, no resistiria. El contingente de hombres, unos doce, se había atrincherado cerca de un pasillo en el ala norte de la mansión de los Héroes. De forma muy improvisada su guarida consistia en mesas de madera recostadas y sillas así como algún que otro mueble que habian tomado de los grandes salones y con desesperación lograron apilar uno sobre otros a modo de barricada.
Tras ellas los hombres no cesaban de disparar y se cubrían solo para recargar y volver a disparar. Incluso Julián, quien tenía la radio, disparaba al mismo tiempo que intentaba por ella comunicarse con el mando, con alguien, con quien fuera.
La situación había virado de una pacífica misión cualquiera a un verdadero matadero como el caluroso día de verano se convierte en la más tormentosa noche.
Vació el cargador de su Glock 392 y la dejó caer al suelo a sabiendas de que ese era el último. A pocos pasos divisó una escopeta recortada a la que supuso le quedaban balas, pues su dueño aparentemente sólo había usado un cartucho para volarse la cabeza.
Julian lanzó una rápida mirada a lo que se les acercaba por el pasillo, a ese ejército imparable de gruñidos, tentáculos y bocas supurantes de un líquido negruzco, al que las balas no detenían, y por un momento pensó en hacer lo mismo. Por encima del estruendo de las balas escuchaba la cacofonía del abismo más oscuro surgir de las gargantas de aquellas deformes y brutales criaturas. Los habian emboscado como un enjambre de feroces pesadillas junto a su grupo un piso más abajo y solamente él había logrado escapar.
Su cuerpo sin embargo se movió por instinto y arrebatando el arma de los dedos todavía calientes y muertos que la sostenían apuntó y disparó una descarga brutal que resonó por encima de la barricada improvisada.
—Aquí cuerpo de defensa gubernamental, este es un llamado a quien escuche, necesitamos refuerzos cambio. Necesitamos refuerzos ya. —Dijo en su inglés natal. La respuesta sin embargo le llegó en español, un idioma que tambien conocia.
—Soldado identifiquese —prorrumpió una voz al otro lado de la línea. Juzgando por el tono le pareció ser la voz de una mujer y por la mezcla entre calma y autoridad Julian supuso que se trataba de alguno de los lideres que se habian reunido en aquel lugar. Los que se suponia ellos debian proteger.
—Julian Osterich, NSA, cuerpo de defensa gubernamental encargado de la protección del representante de los Estados unidos. Solicito refuerzos de inmediato. —repitió intentando hacerse oír por encima de la tormenta que se había desatado en el pasillo. "Que las armas no dejen de disparar" pensó, "que no dejen de disparar o habrán llegado hasta aquí".
—Lo ubicamos. ¿Como es la situación allí soldado? —la voz le sacó de sus pensamientos. Descubrió que sujetaba la escopeta apuntando en su dirección y rápidamente la desvió.
—Nos están masacrando señora. Estamos en el pasillo norte, segundo piso. No aguantaremos mucho. Son... son... —la comunicación fallaba, quiso pensar Julian pero supo que eran sus palabras las que no encontraban la manera de describir aquello que los estaba atacando.
"Monstruos" pensó pero no lo dijo. Fue incapaz de hacerlo porque pronunciar esas palabras significaria darle a esas entidades una realidad que no podían tener más que en las noches oscuras de terribles pesadillas. Levantó la cabeza y pudo ver como una de aquellas cosas, que por algún motivo le recordó a un obeso y morboso payaso pintarrajeado de colores grisáceos, avanzaba dando tumbos por el pasillo y abriendo la boca en una "O" perfecta que parecia tragarse la luz y las esperanzas como el fondo del más profundo abismo.
A su lado un compañero soltó su arma al piso y se alejó corriendo en dirección a la ventana. No lo dudó ni un segundo, se arrojó por ella a pesar de encontrarse en el segundo piso.
La barricada toda pareció sacudirse con el acercarse del ejército enemigo. Julián se estremeció. No resistiría mucho más.
—Soldado, repita y confirme. ¿Quién es el enemigo? ¿Quién nos está atacando? —urgió la voz del otro lado de la línea. Pero ya no importaba. Ya nada importaba, ni preguntas, ni respuestas, porque la barricada había caído y frente a Julián estaban las fauces abiertas y chorreando saliva roja de la cosa más monstruosa que alguna vez hubiera soñado.
La cabeza de un perro deforme, las articulaciones retorcidas de una araña. El cuerpo delgado y fuerte que daba la sensación de estar hecho solo con el propósito de perseguirte hasta los confines del infierno. Y tras esa monstruosidad, decenas más, a cual de todas peor que la anterior.
Arrodillado todavía con la radio en su mano fue testigo privilegiado de cómo el payaso con un gesto casi obsceno se dejaba caer sobre un grupo de tres hombres y los aplastaba con su enorme barriga. Contempló con claridad los brazos y piernas retorcidas. Los gritos de dolor. Desesperado uno de ellos estiró su brazo sano en dirección a Julian y cuando este entre temblores de terror intentó alcanzarlo el hombre lanzó un grito del más puro dolor y comenzó a desaparecer bajo el cuerpo del obeso payaso como si este se hubiera transformado en la parodia de una gorda y deforme babosa.
El agente gritó hasta que su cuerpo fue totalmente silenciado por la carne gris y supurante de aquella cosa.
Las balas siguieron resonando pero ya a lo lejos, en otras alas.
Allí solo resonaron gritos.
—La muerte —dijo Julián, en el último momento de su vida antes de que medio cuerpo desapareciera entre las fauces que lo devoraron casi sin querer.
El soldado murió de inmediato, todavía preguntandose si aquella descripción seria suficiente para el mando central.
En el salón de reuniones la gran puerta de madera había sido asegurada con sillas y dos muebles recostados contra ella. Los líderes mundiales, los verdaderos, se encontraban enfrascados en pequeñas discusiones internas y en fracasados intentos por comunicarse con alguna de las fuerzas de defensa.
El último informe que había recibido era el del desafortunado Julián y sus últimas palabras no habian sido precisamente alentadoras ni esclarecedoras.
—Parece que la muerte es la que nos busca. Les dije que no íbamos a poder escapar mucho tiempo —comentó Jerome Palmeri al culminar la comunicación.
Nadie rió.
—Como puede ser que no funciona, se supone que está construido a prueba de fallos —se lamentaba el líder de Rusia mientras movía su teléfono celular por la estancia como si buscara señal. A su lado, el representante chino hablaba casi en secreto con su traductor y lanzaban rápidas miradas al representante de Estados Unidos.
—En nombre de Dios, ¿es que intervinieron todas las comunicaciones? —el padre Montszenior lucía sereno en el tono de voz, pero con la vena de la frente saltada y el cuello adornado por la sotana muy tenso se le notaba algo molesto. —¿Donde está Robespierre y los demás? —preguntó al padre Yesus desistiendo de hacer funcionar su teléfono celular. Este lo miró y elevó los hombros en un gesto tan inconfundible como desalentador.
El temblor de sus labios no disimulaba precisamente su gran valentía.
—Señores, señores. Pareciera que esta es la única gran crisis que hemos atravesado en nuestra historia. ¿Pueden por favor comportarse como los hombres y las mujeres frios y calculadores que son tras estas paredes? —el moderador se había levantado de su lugar y aunque no del todo, sí había captado a la mayoría de las miradas. —Gracias —dijo cuando un tenso silencio se formó. —Ahora, señorita Pendragon dado que estamos en su terreno, podría informarnos de cuáles son las medidas de defensa en caso de un ataque, como el que obviamente estamos recibiendo —la pregunta dirigida a Selenna desvió en igual medida todas las miradas hacia ella.
—Con mucho gusto. En primera línea, contamos con las fuerzas de defensa, compuesta por los mejores hombres de HexHell y aquellos que los distintos líderes trajeran junto con ellos. —En principio, esta medida pareciera no estar dando resultado —arguyó Abdul Khelimanyé diciendo lo que todos pensaban.
—Concuerdo y por eso creo firmemente que debemos proceder a una evacuación lo más rápido posible. Esencialmente esa es la segunda línea defensiva. La salida de emergencia se encuentras tras el pasillo de afuera, en la pared del espejo roto. Una escalera nos llevará a la terraza y desde allí a un helicóptero equipado para viajes largos —apenas terminó de pronunciar aquellas palabras sin embargo una gran sacudida se extendió por el edificio, junto con el sonido de una nueva explosión.
El techo mismo tembló y pequeños pedazos de piedra suelta cayeron sobre la mesa, así como polvo y restos de cemento.
—Eso pareció venir de arriba. Creo que la opción del helicóptero queda descartada —dijo en tono afable Von Kilmer evitando con su intervención que otro intenso debate se desatara.
Selenna lo miró a modo de agradecimiento y prosiguió.
—En ese caso todavía nos queda una opción. La sala de reuniones tiene una puerta de emergencias que lleva al exterior mediante una vía subterránea. El problema es que no sabemos si ese camino se encuentra comprometido, y en última instancia si llegan a esta sala no les tomará mucho seguirnos.
—¿Y que sugiere que hagamos entonces, líder de HexHell? —pregunto esta vez Maria, de Eudamonia, quien hasta el momento había permanecido en silencio.
—Creo que lo mejor es que los más relevantes de los presentes utilicen ese pasaje y se alejen de la mansión. —Respondió Selenna rápidamente —Las comunicaciones no funcionan probablemente por alguna clase de aparato que las afecta en una zona cercana por lo que una vez lejos pueden solicitar a la caballería. Los líderes de los países y los representantes de grupos políticos sin duda son quienes deberían hacerlo en primer término. —El comentario fue recibido por un pequeño silencio. Ningún líder quería reconocer que le gustaría huir pero tampoco estaban dispuestos a negarlo. El padre Montszenior sonrió desde su lugar en la mesa. Aquella mujer se las había arreglado para convertir una situación de emergencia en un recordatorio de su utilidad al ofrecer una vía de escape a esos hombres que darian todo por salvar sus propias vidas
—Veo que no se cuenta entre los más relevantes de aquí, entonces. ¿Qué hará usted mientras tanto? —inquirió María.
Selenna Pendragon encendió su cigarrillo.
—Pelear.
A su espalda, Michael B. Roughs sonrió.
—El grupo de defensa de HexHell debía de estar en el ala tres, cerca de la biblioteca. —Selenna se giró en su dirección —Michael, ve allí y reúnete con ellos. Tráelos aquí, organizaremos nuestra defensa desde esta sala.
—Como usted diga, mi señora —respondió el hombre cano, llevandose una mano al frente y otra a la espalda al tiempo que se inclinaba un poco.
—Y Michael... si te cruzas con alguno de estos pedazos de mierda, hazles saber que no se debieron meter con HexHell.
—Quien diria, calavera Michael va a volver a las andanzas —comentó Jerome Palmieri lanzando una mirada al hombre que ya se alejaba —No, me corrijo, ahora te llaman... el sonriente Michael.
Como única respuesta el hombre de las gafas sonrió como alguien que guarda muchos secretos, y se quitó sus guantes negros al tiempo que pasaba por la recién formada abertura en la puerta.

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