El mundo Subterráneo era mucho más ese último adjetivo que el de "mundo", realmente.
Al menos, así lo sentía Maika mientras "caminaba" sobre aquella superficie que parecía ser de algodón por momentos, para pasar a sentirse arena fina y de repente endurecerse como si de una calle asfaltada se tratase.
Por si fuera poco, la sensación de moverse sin avanzar y el hecho de no poder saber a ciencia cierta dónde estaba el arriba o el abajo, incluso el atrás o adelante, hacían que Maika se sintiera perdida a cada paso que daba. En alguna parte de su alma, más que de su mente, la sensación asfixiante de estar cayendo que segundos antes la había embargado remitía pero todavía podía experimentar esa opresión en la boca del estomago.
La superficie que se extendía frente a ella era de un blanco absoluto le hizo pensar en que así se vería un cielo sin otra cosa que estrellas iluminando hasta el último rincón borrando de un plumazo cualquier rastro de oscuridad o sombras. Una tras otra, apiladas brillando sobre las luces blanquecinas de sus compañeras. Quizá también así se sentiría andar sobre semejante cielo digno de una mente sin igual para las pesadillas.
—Creo que voy a vomitar —dijo al avanzar un paso y que su mente le respondiera con la absoluta certeza de que no se había movido en lo más mínimo.
—Lo dudo. No tienes estómago ni cuerpo físico. Lo más que podrías es soñar que vomitas y solo sería una ilusión pasajera —respondió Mesh, quien iba encabezando la marcha. Tras él, Maika, y a una corta distancia los tres agentes avanzaban con la misma duda y lentitud que aquella marcha imposible desencadenaba en ella.
—¿Nunca te has subido a una montaña rusa? —Maika escuchó que el agente Checo le preguntaba a alguno de sus compañeros.
—Abel, esto para nada se parece a eso —replicó la agente Simona Gutierrez, cuyo excesivo tono de voz se combinaba a la perfección con el gran tamaño de sus labios, sus cejas y su nariz. Todo en esa mujer parecía ocupar un espacio considerable en su cuerpo.
—Además, ¿montaña rusa? Pero si el único parque que vos conociste fueron las hectáreas de campo que te hacían trabajar todos los días. —El agente Samuels se detuvo y pareció reflexionar un poco llevándose el índice a la cabeza y rascando su cabello rubio —Ya entiendo, ¿allá le decían montaña rusa a los caballos que usaban para corcovear? —preguntó con sorna fingiendo en el rostro anguloso una verdadera curiosidad.
—¿Corcovear? Disculpe señor Robert Samuels, ¿en que parte de Estado Unidos aprendió esa palabra? Ah, es verdad, que usted se crió en Santa Fe —Abel Checo comenzó a reírse a carcajadas.
—Nací en Estados Unidos. Además todos venimos del mismo lugar —contestó algo molesto Samuels, dando unas patadas al suelo para remarcar que con "el mismo lugar" se refería a ese extraño mucho de sueños e historias.
—Chicos, ya extrañaba sus discusiones —Gutierrez se colocó entre medio de los dos hombres y les pasó los brazos por encima de los hombros. —Y sobretodo ver como se arreglan —dijo con un tono de voz que a Maika le pareció extraño. Repentinamente se sintió como una niña que escucha a su padre hablarle sucio a la secretaria. Y de hecho, ella si lo había escuchado. Apenas pensó en eso un humo negro empezó a surgir de su hombro derecho.
—¿Qué pasa? —preguntó tras un grito, dando manotazos al humo como si quisiera apagar un incendio aunque no había fuego ninguno. La marcha se detuvo y Mesh la observó pensativo.
—No pienses en cosas malas —se acercó a ella y con un movimiento de su mano alejó la humareda como si se tratase de un insecto al que apartan con descuido. —Intenta no alejarte tanto de mi, puedo mantener a raya emociones negativas siempre que te encuentres cerca —.
Tras pronunciar esas palabras retomó la caminata y Mika lo siguió. Los tres agentes hicieron lo mismo y viajaron entonces más juntos que antes.
—En la preparación que nos dieron para venir aquí, dijeron que si veíamos ese humo o nos sentíamos mal, pensáramos con todas nuestras fuerzas en algún buen sueño que hubiéramos tenido. Eso ayuda —Abel Checo se le había acercado y le comentó eso por lo bajo. Sonreía y el ennegrecido bigote de sus labios lució extraño a ojos de Maika, no recordaba que fuera tan abundante. En efecto tampoco recordaba que Gutierrez tuviera ese cuerpo tan exuberante.
—Luces diferente a como te recuerdo antes de venir aquí —le dijo sin querer examinarlo mucho más pero sin quitarle los ojos de encima.
—Este sitio le da forma a tus sueños. Y también a tus pesadillas. Por eso hay que cuidarse de lo que piensas, el miedo tiene esa peculiaridad ¿sabes? Te devora tan eficazmente, que si no te lo sacudes de encima a tiempo se convierte en ti.
—Mi chico es muy listo decía el abuelo —comentó Simona Gutierrez acercándose y dándole a Checo una palmada en su trasero. —No te preocupes, si te sientes mal y no te puedes liberar del miedo, aquí estaremos para darte ánimos —le dijo Gutierrez sonriente y enseñando sus dos puños cerrados, la piel trigueña, refulgente como si hubiera caminado al sol.
Maika le agradeció, no muy segura de lo que aquello significaba para sintiendo que los viejos malos recuerdos regresaban a su rincón oscuro y cerrado, como la oscuridad que se aleja de una hoguera encendida aunque la rodee por todas partes.
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HexHell ©
ActionLos monstruos son reales, acechan en nuestras pesadillas pero cada tanto pueden escapar de allí y volverse un miedo tangible y cercano. Cuando estas amenazas invaden, solo existe un grupo capaz de hacerles frente. Los "HexHell", están aquí para ca...