𝕮𝖆𝖕𝖎́𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖛𝖊𝖎𝖓𝖙𝖊

3K 273 46
                                    

Autora Pov.

—Perdóname. —dijo Remus mientras lloraba.— Si no fuese por mí...

Sirius quería que parara, no era culpa de su Luna, quería decirle que todo estaba bien, que no se culpara a si mismo, pero no podía.  Le dio leves toques con el bozal metálico a los delgados brazos de Remus, el menor volvió a abrir sus ojos y lo miró. Los ojos rojos de Sirius volvían a ser amarillos con tonos grisáceos. Ver esos ojos provocó un poco de seguridad en el cuerpo del humano, pues eran los mismos de la primera vez que se habían conocido.

Dicha seguridad desapareció cuando Remus fue empujado hacia atrás, siendo colocado en la silla. Los gruñidos volvieron a sonar y esta vez la cabeza del lobo por fin se había despegado del suelo y se mantenía levantada.

—Así que el efecto se está agotando... —Fenrir se dirigió hacia la mesa donde estaba la pequeña botella.— Deja que te ponga otra dosis.

Sacó una jeringa y empezó a colar el líquido transparente dentro de esta. Remus por otro lado estaba siendo atado en la silla por los otros dos hombres, pero cuando entendió lo que Fenrir tenía planeado hacer se liberó del agarre de los otros dos y corrió hacia el más mayor, quien se dio cuenta demasiado tarde.

Con todas sus fuerzas Remus empujó a Fenrir provocando que se chocara contra la mesa, el frasco y la jeringa se le escaparon de las manos. Remus cogió la pequeña botella y la tiró contra el suelo, logrando romperla haciendo que el líquido se colara dentro de la madera húmeda.

—¡Maldito mocoso! —Fenrir lo agarró del cuello del suéter y le dio un puñetazo que hizo que Remus cayera al suelo.

Sirius cada vez mas consciente de sus movimientos empezó a levantarse, pero las patas traseras seguían sin responderle. Quería romper sus cadenas, sacar ese maldito bozal que le apresaba, romper esa estúpida jaula oxidada y arrancarle la cabeza a Fenrir. Sus ojos volvieron a tornarse de un tono rojo oscuro.

Los otros dos hombres agarraron de inmediato a Remus, temiendo de que hiciera más cosas y lo ataron a la silla sin dudarlo. Como él era un simple y débil humano tan solo ataron con una cuerda sus piernas a cada extremo de la silla, desabrocharon las cadenas de sus manos dejando ver las heridas que estos le habían provocado e hicieron lo mismo, atando sus muñecas a cada lado de los apoyabrazos.

—¡Ah!

No pudo evitar quejarse al sentir como le volvían a coger del pelo y le levantaban la cabeza hacia arriba. Era Fenrir, cuya sonrisa había desaparecido y su paciencia también había terminado.

Justo antes de que Fenrir le diera ese puñetazo, sin darse cuenta cuando quiso acercarse a él había pisado la jeringa, rompiéndola y llevando el liquido que había en ella al olvido. Ahora no tenía nada. La bestia empezaba a despertarse y su tiempo se agotaba. Si quería obtener los resultados que tanto ansiaba, tenía que darse prisa.

—Acabas de adelantar tu muerte. ¿Tanto así lo deseas? —siguió tirando de su pelo y se acercó a su cara.— No temas... Te daré lo que deseas muy pronto. —dijo mientras acariciaba suavemente una de sus mejillas.

Fenrir soltó su cabello, cogió de nuevo la daga y observó el suéter de Remus por unos segundos. Volteó para mirar a Sirius.

—Relájate y disfruta... Estas en primera fila, después de todo. —cogió de nuevo el cuello del suéter y pasó la daga por encima de este.

En un rápido movimiento cortó por la mitad la prenda del menor, dejando ver el torso desnudo de Remus. Fenrir lo observó y aplaudió.

—¡Magnífico! ¡Bravo! 

𝕯𝖚𝖑𝖈𝖊 𝖆𝖗𝖔𝖒𝖆 [Wσlfsταr]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora