III. Decisión determinada

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Luego de que Jotaro gracias a su stand lograra encontrar lo que parecía ser una mosca entre toda la oscuridad que rodeaba a Dio, Avdol salió en dirección a la biblioteca mientras tu te encargabas de intentar bajar la fiebre de la mujer de ojos claros que yacía inconsciente en el futón siendo que los dos varones observaban con atención cada uno de tus movimientos.

-¿Cómo sabes tanto de enfermos? -Murmuro Jotaro, tu simplemente te encogiste de hombros.

-Mi madre solía ser enfermera, aprendí de ella mirándole ya que no iba a la escuela. -Respondiste mientras la mujer recostada abría lentamente los ojos, rápidamente atinaste a servir un vaso de agua mientras el señor Joestar ayudaba a su hija a sentarse.

-Gracias T/N-chan -Agradeció con una sonrisa para luego tomar el vaso y beber el agua de este hasta terminarlo -Me pregunto que me habrá pasado no puedo creer que una fiebre me hiciera perder la conciencia, pero ya me siento mejor.

-Debería seguir recostada Seiko -Sugeriste ganándote una sonrisa cálida que te hizo recordar a alguien preciado que habías perdido.

-Si que nos asústate Holly, T/N iba a romper en llanto cuando te encontró. -Comento el hombre mayor a lo que la mujer te sonrió y gentilmente acaricio tu cabeza. -Ahora que despertaste es hora de lavarte los dientes.

Observaste sonriendo levemente como el señor Joestar un hombre al que definirías como tipo rudo según tu experiencia con el y los relatos de tu abuela mimaba a su hija lavándole los dientes, peinando su cabello, cortando sus uñas, lavando sus pies y dándole pequeños trozos de manzana.

-Papá, ayúdame a cambiarme la ropa interior -Pidió la mujer a lo que sonreíste rápidamente al entender su broma soltando una risa al ver como se sonrojaba el señor Joestar -Es broma, broma, pero al menos finalmente pude hacerte sonreír T/N-chan, no te preocupes tanto, estoy bien.

-Sí... -Murmuraste colocándote finalmente de pie.

-Bueno ¿Qué les gustaría cenar? -Pregunto Holly intentando incorporarse.

-¡NO TE MUEVAS, QUEDATE ACOSTADA! -Exclamó Jotaro sacándote un susto por la intensidad de su orden siendo que todos los presentes le observaron. -Digo que no deberías levantarte hasta que te baje la fiebre, mejórate pronto.

Observaste al pelinegro en silencio viendo como se acomodaba su gorra mientras desviaba la mirada.

-Jotaro tiene razón, debería quedarse acostada, yo puedo preparar la cena según dicen que cocino exquisito -Te ofreciste ayudando a recostar a la mujer que sonrió tranquilamente. -Debería seguir descansando.

-Sois muy amables cuando enfermo, no esta mal resfriarse de vez en cuando -Comento la madre de Jotaro mientras se recostaba siendo arropada por su padre para luego de breves instantes caer nuevamente inconsciente. -H-Holly... de nuevo se desmayó.

En silencio y con expresión seria tomaste uno de los trozos de genero húmedos y lo pusiste sobre la frente de la señora Kujo.

-Aun teniendo una fiebre altísima se veía alegre, no quería preocuparnos -Murmuraste en voz baja.

-Así es mi hija.

Te levantaste en silencio saliendo rumbo a la cocina mientras apretabas la reliquia familiar que colgaba en tu cuello con fuerza, aun cuando ibas a la cocina te metiste dentro del baño apoyando ambas manos en el lavamanos sintiendo como varios recuerdos dolorosos venían a tu mente, recuerdos de tu propia madre que había padecido lo mismo que la señora Holly hasta morir en tus brazos una fría tarde de febrero, ella solía mencionarte del trágico destino que traían las mujeres de tu linaje familiar, un destino que había sido marcado por el desamor que sufrió tu ancestro Juno Spinster, una mujer brava que pudo resurgir desde los barrios más bajos de Londres gracias a un joven de corazón noble de nombre Jonathan Joestar, así se veía tu destino entrelazado con los Joestar pero no solo con ellos sino que también con aquel que estaba causando tanto dolor y desgracia a los mismos Joestar y tu propia familia, Dio Brando. Aquel nombre te producía escalofríos y una inquietante curiosidad que intentabas eliminar.

Mirando al reflejo en el espejo frunciste el ceño apretando los puños y saliste del baño a paso firme hasta encontrar a los varones que veían a la señora Kujo recostada.

-Señor Joestar -Dijiste en voz firme pero sin elevar esta demasiado. -Déjenme ir con ustedes.

-¿De que estas hablando? ¿Por qué quieres ir tu también? -Pregunto Jotaro a lo que observaste de reojo a Kakyoin.

-Tengo mis motivos, pero principalmente quiero ser de ayuda para salvar a la señora Seiko. -Respondiste mirando fijamente al pelinegro que te devolvía la mirada.

Joseph entendía aquellos motivos personales de los que hablabas, el había aparecido cuando la fundación Speedwagon te encontró vagando por las calles de Brooklyn con una madre recientemente fallecida y un padre que había fallecido en Vietnam antes de siquiera poder conocerlo, te acogió en su familia volviéndote la niña mimada de Suzie quien disfrutaba de cuidarte mientras estudiabas con un tutor hasta que te graduaste ya hace un par de meses, el sabía que tu madre había padecido lo mismo por lo que su hija estaba pasando y por ello estaba asustado, pero aun así temía llevarte consigo a una misión tan peligrosa en la que podías terminar muerta considerando la historia de tu linaje con Dio, sentía que como padre sustituto responsable y amigo de tu abuela en sus años mozos debía decirte que no podías ir pero cuando vio aquel fuego en tus ojos decidido supo que aun cuando el no te lo permitiese irías de todos modos por cuenta propia de modo que sería más peligroso.

-¿Estas segura? -Pregunto para cerciorarse.

-Sí, además mi stand será de ayuda para encontrarlo. -Respondiste mirando al hombre mayor. -Hay que salvar a la señora Seiko cuanto antes.

Amar y perder a la vez →「Jotaro Kujo; Dio Brando」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora