CAP I

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El joven detective caminaba por las calles de Beika mientras la humedad se hacía niebla a sus pasos.  Volvía a casa de una larga jornada llena de crímenes y casos, suspirando lentamente del cansancio mientras contemplaba como el cielo anaranjado se veía casi opacado por la oscuridad de la noche. Balanceó su maletín sintiendo la ligera brisa de verano chocar contra su cuerpo acalorado y giró la ultima esquina buscando dentro de su bolsillo las llaves de su casa, pasó la verja y abrió la puerta principal. Se descalzó y dejó el maletín a un lado antes de dirigirse a piso superior para cambiarse la ropa por una más cómoda, percatándose del buen olor que empezaba a invadir la casa cuando bajaba los escalones. Cruzó el pasillo en dirección la cocina y entró sigilosamente al observar a su compañera cocinar, tan concentrada y absorta en lo que hacía, que no se había percatado de su presencia. Una sonrisa se formó en sus labios mientras se acercaba ella y rodeó sus brazos alrededor de su cintura, haciendo que ella diese un pequeño salto de sorpresa como respuesta. Se acercó a ella y rodeó sus brazos alrededor de si cintura.

"No te he escuchado llegar. ¿Cómo te ha ido el día?" Dijo inclinado la cabeza para poder verle sin dejar de remover la cena.

"Agotador." Protestó apartando los mechones que cubrían el hombro de su mujer antes de bajar sus labios a su cuello para darle un beso tentador. "Huele genial, pero creo que hay algo que me apetece un poco más." Comentó antes de girarla y subirla encima de la encimera, buscando sus labios para besarla con ansias mientras la sujetaba del cuello para mantenerla cerca. "Te he echado de menos, cariño."

Shiho sonrió entre sus labios, había pasado un tiempo, pero seguía sin estar acostumbrada a que él la llamase con un apelativo afectuoso como ese. "Yo también."

Cuando se paraba a pensarlo, no podía creer que ya habían pasado seis años de la derrota de la Organización. El esfuerzo y el trabajo duro dieron sus frutos cuando consiguieron acorralarles y capturarles gracias a la colaboración del FBI, la CIA y el MI6 entre otros. Aún que la mayoría de los miembros habían sido capturados, incluidos Gin y Vodka, el jefe nunca había conseguido revelarse. Habían conseguido erradicar esa maldita organización, pero no lo podía contar como un éxito. Había muerto mucha gente, la nave en la que hubo el enfrentamiento quedó en cenizas y hubo cuerpos que no pudieron llegar a identificarse, tanto como de la policía, como miembros de la organización. Había sido una masacre.

Poco después, con la ayuda de las formulas recopiladas del apotoxín, Haibara consiguió crear un prototipo de la cura, y a partir de ese momento, Shinichi Kudo pudo volver a recuperar su cuerpo, y con ello, la vida estudiantil junto a su novia de la infancia que tanto había extrañado.

Lo que Shiho no se esperaba, fue que una noche reciente tras la ruptura de la pareja "irrompible", apareciese frente a su portal bajo la fuerte lluvia para pedirle quedarse junto a ella, entre sus brazos. Prometiéndole un amor eterno, que cumplía hasta la fecha de hoy.

Con él, era feliz.

Shiho cortó el beso y rodeó su cuello con sus brazos.

"Me encantaría continuar con tu ración de cariño, pero no quiero que se nos queme la cena. Estoy muerta de hambre y estoy segura de que tú, también." Dijo apoyando las manos en su pecho para alejarlo lentamente y bajarse de la encimera.

"Vale, vale. Voy a poner la mesa." Contestó suspirando ante la derrota.

Cenaron tranquilamente mientras charlaban de sus anécdotas del día. Llevaban casados tres años y medio, después de tres años más de noviazgo. Shinichi se sentía bien, todo parecía ir genial des de que tenía a esa mujer a su lado, se sentía comprendido y le aconsejaba cuando estaba a punto de cagarla. No el importaba que la gente la considerase una persona fría y distante, porque él conocía su yo real, y era más dulce de lo que la gente podía ver. Le mantenía con los pies en la tierra y la quería con locura.

El pasado no desapareceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora