XXXIII

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Shinichi sentía tu pecho amplio y cosquillas a través de todo su cuerpo.

A pesar de haber pasado por ese momento anteriormente, sentía cómo si cada emoción volviese a ser única. Y en cierta parte lo era, ya que esta vez estaba teniendo la oportunidad de vivir el momento justo en que su criatura iba a nacer.

"¿Estás mejor?" Le preguntó a Shiho, que estaba recostada en una camilla a su lado.

"No." Contestó secamente, respirando lentamente con los ojos cerrados.

"Ya queda poco, eres una mujer fuerte." Le apoyó él, apretándole la mano para mostrarle su apoyo y apartándole el pelo de la cara con la otra. "Es más, ¿No tienes curiosidad en saber de una vez que será?"

"Ahora mismo sólo quiero que salga y poder volver a casa de una vez." Le contestó ella cansada.

"Respecto a eso, a lo mejor te toca volverte conmigo." Le dijo sonriente.

"¿Por qué?" Le preguntó sin entender.

"¿Tenemos un acuerdo, no?" Le preguntó guiñándole un ojo.

"¿Aún sigues con eso?" Preguntó ella resoplando.

"Solo confío en mi intuición." Dijo guiñándole un ojo. "No me falla."

"Eres un creído." Le escupió ella con una media sonrisa.

La comadrona volvió a la habitación para acabar de revisarla y comprobar que todo iba bien. "Voy a llamar al doctor, en poco habrá acabado esto señorita Miyano."

"Gracias." Suspiró la pelirroja.

Gracias a dios, a pesar de todas las circunstancias la criatura parecía estar perfectamente y habían llegado a tiempo para ponerle la epidural y seguir con cada paso con normalidad.

Kudo se sentía impotente al no poder hacer nada para aliviar el dolor que sentía su expareja, desearía poder ponerse en su lugar y rebajarle la carga que sentía, pero solo podía dejarla apretar su mano con toda su fuerza, quitarle el sudor de la frente y susurrarle palabras agradables mientras ella intentaba quejarse lo mínimo, recordándole que estaba ahí.

Después, todo pareció pasar mucho más rápido.

Ella dejó de apretarle la mano de golpe y el silencio se apoderó de la situación durante pocos segundos, ya que lo próximo que pudieron escuchar, fue el llanto del recién nacido que inundó toda la sala.

A Kudo se le aceleró el pulso y apretó con fuerza la mano de Shiho, mientras ella intentaba recuperar el aliento cómo podía.

"Enhorabuena." Dijo la comadrona colocando un pequeño bulto sobre el pecho de Shiho. "Es un niño muy sano."

Ambos sonrieron en plenitud y contemplaron al pequeño que ya empezaba a formar parte de su familia.

"Ya somos uno más." Dijo Shinichi alegremente.

"Eso parece." Le sonrió ella de vuelta. "Y por más que no quiera, parece que tenías razón."

Kudo sonrió triunfalmente y acarició la pequeña cabellera morena de su hijo recién nacido. "Suelo tenerla." Dijo convencido.

"Puntualmente." Le corrigió ella. "Has tenido suerte esta vez."

"Tienes razón" Le dijo apretándole la mano. "Pero la suerte, la tengo al teneros." Le contestó con sinceridad, con los ojos brillantes de la emoción.

El pasado no desapareceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora