CAP XXI

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"¡Mira mamá!"

Shiho apartó la mirada de la ventanita del horno dónde se estaba acabando de hornear el segundo lote de galletas para poder ver con claridad a su hija, que levantaba enérgicamente las manos enseñándole muy orgullosa y contenta una galleta que había glaseado con casi una decena de colores. Puso ambas manos en sus caderas y apoyó su peso en su pierna buena, su tobillo estaba acabando de recuperarse y aunque todavía cojeaba un poco, hacía un par de días que había dejado las muletas a un lado.

Los días posteriores al atraco y ese beso inesperado con Shinichi habían dejado a la científica un poco distante y reacia a todo tema amoroso. Había intentado evitar coincidir con el detective en casa del profesor cada vez que le tocaba llevar a la niña e incluso había descendido el número de las tardes que pasaba en la cafetería dónde trabajaba el mago. Se sentía agobiada aún sin saber porqué y no quería involucrar a terceros a sus asuntos personales.

Su baja por maternidad había empezado hacía apenas unos días, tenía muchas cosas que organizar, pero también pretendía aprovechar esos ratos que le quedaban solo con la compañía Akane, que en pocos meses se convertiría en la hermana mayor. La sonrisa que aparecía en su cara cuando hablaban de ello, hacía que su ilusión creciera y sus dudas desaparecieran. La maternidad era dura, pero también le regalaba momentos como ese.

"¡Vaya! Te estás convirtiendo en una artista." Le contestó alegremente mientras se acercaba a ella con un trapo para limpiarle el glaseado que ahora cubría gran parte de sus manos y brazos. "Aun así, ten cuidado pastelera, si sigues embadurnándote de esta manera, vas a acabar convirtiéndote tú en una galleta."

La niña rio fuertemente ante el comentario de su madre y mordió con ganas la galleta mientras su madre agarraba un trapo para limpiarle la mejilla antes de besar su frente.

"Algún día te comeré." Le dijo haciéndole cosquillas con la nariz y abrazándola fuertemente.

La campana del horno interrumpió el momento y Shiho se acercó a sacar la bandeja con las galletas ya doradas seguidamente de apagarlo. Akane tarareó sin dejar de untar felizmente las galletas mientras ella empezó a limpiar los cacharros que habían ensuciado. Ese momento de tranquilidad le hizo volver a sus pensamientos y su ceño se frunció cuando la inquietud volvió a golpearla.

Tenía ganas de ver al mago. Kaito le enviaba mensajes y la llamaba con regularidad, era un hombre atento y ella se esforzaba por ser agradecida y amable con él. Su relación había sido una sorpresa que no había esperado y la afinidad que había entre ellos había hecho que fuese fácil para ella querer qudarse a su lado, sin embargo, seguía notando que había momentos en los que ambos estaban en sintonías distintas. Ella tenía una hija y otro tipo de responsabilidades, y él, era un joven que todavía buscaba aventuras a las que perderse. Combinar la maternidad, estar embarazada e intentar aclarar sus sentimientos con su pareja y expareja, era algo que llegaba a sobrepasarla.

Estaba tan cómoda con Kaito. Era realmente una persona divertida, alegre y siempre soltaba esa chispa que tanto la tenía enganchada. Pero, por otro lado, el volver a relacionarse con su expareja, le había hecho darse cuenta de que sus sentimientos no estaban tan enterrados cómo esperaba y prefería evitar contacto con él para dejar que la llama siguiese creciendo y volviese a confundirla.

No quería volver a caer ante él.

No sabía bien cómo sentirse al respecto en casi ningún aspecto y eso solo le hacía enfurecerse más consigo misma.

Había ocasiones en las que se sentía algo egoísta, pero había empezado a pensar un poco más en si misma, atreviéndose a hacer cosas que realmente le apetecían y negándose a las que no. Se había acabado eso de dejarse de lado solo por tratar de contentar a los demás.

El pasado no desapareceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora