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Ese año se cumplirían 16 años desde el nacimiento de Bakugou Katsuki, un el hábil hijo de la pareja jefes de la tribu Bakugou, únicos vivientes en sus tierras junto con otras tribus, o al menos eso creía.

Podía admitir que vivía tranquilo y feliz con los suyos. No eran más de 40 las que pertenecían a su tribu, la gran mayoría rubios como su madre o castaños como su padre, sobrevivían de la caza en montañas durante el invierno y de la caza pesquera durante casi todo el año, tenían acceso a distintos tipos de vegetación y bestias que luego sus cueros eran usados para ropa, además de teber la oportunidad de poder intercambiar comidas con otras tribus durante la unión de la luna llena, que se llevaba cabo cada tres lunas llenas. Tenía amigos, había tenido pretendientes y siempre había tenido a sus padres, sinceramente consideraba que no le faltaba nada más.

Ese día se encontraba cargando comida hacia un lugar seguro dentro de la tribu, ya que desde hace unos días había una tormenta de nieve enorme que no les dejaba encender fuego fuera de sus tiendas y se sentía animales merodear sus alimentos. Desde el momento en que se había encontrado con un lobo viejo tratando de sacar uno de sus animales cazados y tuvieron que matarlo entre tres, había comenzado a tomar mayores precauciones junto a otras personas de la tribu para poder resguardar su comida.

- esto es lo último -gruñó mientras dejaba sobre la nieve un ciervo joven que llevaba solo unos días muerto y colgado en el frío para evitar su putrefacción. Su padre tomó la carne y la introdujo en la tienda, donde dentro habían mujeres salando las carnes para su secado y colgándola sobre el humo.

- buen trabajo, Katsuki -dijo el hombre con una sonrisa amable, antes de introducirse en la tienda y cerrar detrás suyo la cortina. Su hombre se había caracterizado siempre por ser respetuoso y de pocas palabras, pero así mismo poco afectoso con todo el mundo menos su esposa, siendo incluso indiferente con su hijo.

Bakugou suspiró antes de erguirse y girarse levemente, dispuesto a ir a su tienda para poder descansar, holgazanear o tal vez ir a la tienda de Kirishima y fastidiarlo, pero fue un tintineo en el aire que le hizo quedarse quieto y fijar su vista en el horizonte, teniendo que forzar sus ojos al tratar de divisar lo que provocaba el tintineo a través de los copos de nieve que volaban con furia y que aterrizaban sobre la ropa de pelaje de lobo que llevaba desde hace varios años ya.

No sabe si fue el momento justo en que la tormenta comenzó a cesar, el hecho de que decidió forzar un poco más la vista, o que en el momento salieron varias personas de sus tiendas debido al constante tintineo, pero en el momento en que alguien gritó "ayuda" desde la distancia, Bakugou comenzó a caminar, escuchando como varios le seguía debido a como sus pisadas se hundían en la nieve.

- ayúdenos! -volvió a escuchar la voz a la distancia- alguien que nos ayude! -escuchó el grito femenino. Entre más se acercaban podía ver como no era solo una mancha, sino personas y luego pudo divisar animales. Se giró y suspiró al ver como su padre y varios hombres venían ya con antorchas. Siguió corriendo confiado de que era solo gente, pero se frenó a si mismo en la nieve cuando vio como un grupo de humanos eran directamente escoltados por lobos y al frente de todos ellos iba caminando un chico descalzo y sin ropa a excepción de unos pantalones rotos, iba sucio, cortado por el frío y con el mentón y pecho con sangre. Sintió la mirada del chico clavarse en la suya y un escalofrío recorrió todo su cuerpo al sentir la nublada mirada verde sobre él mientras peleaba por respirar el helado aire.

- retrocedan! -escuchó el alarido de Bakugou Masaru desde su espalda. Rápidamente retrocedió y tomó una de las antorchas que llevaba su padre, apuntándola contra los lobos que estaban y quien junto al humano manchado de sangre, comenzaban a gruñir y erizarse.

- no, por favor, ellos no atacan -dijo una chica de entre el grupo de personas. Una chica, aparentemente joven apareció y se colocó atrás de el hombre ensangrentado, tomándolo por un hombro con firmeza. Notó como los dedos de la muejr estaban rojos y levemente escarchados- ayúdenos, por favor, no hemos comido en días y muchos vienen heridos -lloriqueó mientras enseñaba sus brazos, cubierto por ropas livianas y ya rotas por el clima.

- no se acercarán si los lobos están con ustedes -dijo Masaru mientras se acercaba, alzando su antorcha. En es momento todas las personas detrás comenzaron a decir "Alfa, échalos" y cosas similares. El pecho de Bakugou Katsuki se inquietó ya que cada vez alzaban más la voz y el hombre que tenía al frente le miraba de forma perdida. El hombre lanzó solo un gruñido, corto y potente, que hizo a los lobos bajar la cabeza y marcharse a un paso rápido por en medio de la gente. Rápidamente Katsuki se movió y vio como detrás de la gente caminaba una manada de lobos, quienes al verlo volver se fueron caminando por sobre sus pasos unos cientos de metros, hasta que quedaron apenas divisibles en la blanca distancia. Entre todos los hombres se miraron en silencio, todos choqueados al notar como fue el humano quien había sacado a los salvajes animales.

- ¿los ayudaremos? -dijo Katsuki en un murmuro a su padre, justo en el momento en que el hombre manchado de sangre tosía de forma profunda antes de caer de cara a la nieve, arrancando un grito en las personas que iban entre ellos. La chica se tiró a su lado y lo dio vuelta sobre su espalda, viendo como el hombre apenas respiraba- padre -dijo el rubio antes de mirar al castaño hombre, quien suspiró y asintió con su cabeza, dando así la aprobación para que el mismo rubio se agachara y clavara la antorcha en la tierra, tomando entre sus manos enguantadas de cuero en rostro del hombre.- ¿cuántos son? -dijo en un murmuro mientras examinaba al hombre. La sangre que llevaba encima estaba seca y pegada, sus labios estaban azules por el frío y llevaba el pelo y piel congeladas, al igual que todos.

- s-somos nueve -dijo en un murmuro roto la chica, mientras dejaba de Katsuki tomara entre sus brazos al hombre y lo sentara, mirando como llevaba cortes sobre la piel desnuda. Con ayuda de ella lo paró y pasó el brazo del hombre por sobre su hombro, viendo como las otras siete personas eran ancianos y niños.

- que me sigan -dijo Katsuki en un murmuro, esperando que su padre caminara para seguirle. Las personas caminaron a excepción de los que necesitaban ser llevados hacia una tienda, ya que Masaru sentía que no pasarían la noche.

AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora