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En solo unos dos meses y cuatro días, Bakugou Katsuki fue capaz de conocer completa y poder manejar la rutina del misterioso chico que su gente, y ahora el clan dirigido por su padre llamaban Alfa. 

Desde el momento en que el hombre había despertado, había sido llevado por Aizawa y Momo devuelta la carpa, seguido por los niños, el hombre más alto que había visto en su vida y un lobo hembra, que se había escabullido con la niña y había entrado a la carpa de la forma más sumisa que había visto actuar a un lobo. Cuando finalmente todo el mundo se había calmado y los lobos habían vuelto a su lugar en el horizonte, Masaru se acercó a su hijo y puso una mano en su hombro, haciendo así que el joven se tensara un poco. 

- no le quites la vista de encima al lobo ni al chico por esta noche, si se van a marchar, déjalos ir, pero si atacan o tratan de conseguir comida, no lo pienses y mátalos -dijo el hombre, antes de retirarse a su tienda que compartía con su hijo. Katsuki se había quedado de pie en medio de la tierra el lodo, sintiendo el aire frío entrar y salir de sus pulmones una y otra vez antes de empuñar mejor su lanza y caminar a la tienda. En el momento en que levantó la solapa, se frenó al ver como el hombre estaba sentado, gracias a Momo, comiendo la nieve con fruta de forma lenta mientras que en su regazo la loba tenía su cabeza apoyada, dando leves lamidos con su lengua en la pierna desnuda mientras los niños lloraban, tal vez conmovidos. 

Esperó los primeros tres días a que hiciera algo: a que le atacara, que atacara a alguien más, que les robara comida, incluso que se marchara, pero con el pasar de las horas y su insistencia de permanecer tranquilo se dio cuenta de que era un hombre completamente inofensivo. Al igual de todas las mañanas, se había despertado de forma muy silenciosa y se escabulló por la tienda con su ropa, vistiéndose de forma rápida en la salida para tratar de no helarse debido a las heladas que caían debido a las frías mañanas primaverales. Una vez tuvo calzada su ropa, se escondió detrás de una tienda para ver, como siempre en el momento en que el cielo comenzaba a iluminarse con el sol que apenas se asomaba por el horizonte, el peliverde salía de su tienda. 

Como todos los días, en cuanto ponía ambos pies fuera de la tienda y bajaba la solapa, bostezaba de forma larga y se estiraba suavemente, mientras acomodaba los pantalones de piel de venado sobre sus piernas y caminaba de forma vaga hacia el bosque. Una vez allí, caminaba a un riachuelo y buscaba agua para beber antes de ir a hacer sus necesidades y luego de darse una impresionantemente larga vuelta por el bosque, olfateando y buscando cosas nuevas volvía a salir para reunirse con los lobos, donde permanecía allí hasta que alguna de las personas de su tienda salía a buscarlo. Algunas veces se iba con algunos de sus lobos hacia las montañas, y siempre volvían con animales cazados. Luego de esa mañana interesante, Momo le llamaba a comer algo de desayuno, quienes comían junto con todos en la parte central de la tribu y luego de eso se iba a tomar siesta junto con los niños hasta que entraba la tarde, donde jugaba un rato con ellos y luego iba donde su manada hasta que Momo le iba a buscar para cenar, donde luego de eso se perdía por el bosque antes de volver directo a la tienda y permanecer ahí. 

Recordaba bien una vez que se encontraba tallando madera de forma tranquila una mañana, justo antes de que viera por el horizonte acercarse al hombre con 2 de sus lobos, arrastrando un oso con sus bocas. Recordaba como fue que se levantó y se quedó estático viendo como el peliverde tenía firmemente clavados sus dientes en la gruesa piel, la cual soltó solo cuando se encontró fuera de la tienda donde siempre estaba Masaru Bakugou. Sentía su piel erizada al ver como el peliverde miró a su gente mientras jadeaba y se deslizaba sangre del animal por su barbilla. En el momento en que había salido su padre y vio al enorme animal muerto a sus pies, Momo tomó a Alfa del brazo y lo jaló, mientras Aizawa daba la cara por el oji esmeralda. 

- Alfa se preocupará de cazar por ustedes, él no está adaptado para el trabajo como nosotros -dijo el hombre de forma decidida y serena, viendo como Masaru alternaba su mirada entre el animal, Alfa y Aizawa, quienes ambos le miraban de forma fija. 

- si él caza y ustedes ayudan como el resto, pueden quedarse -dijo el castaño, antes de volver a su tienda, dejando el oso en su lugar. Katsuki había mirado a su alrededor y habían varios de su clan tan atónitos como él, mirándoles. 

- Alfa-chan, ¿por qué hiciste esto? -le reprendió Momo mientras sacaba la sangre del mentón con su propia mano, viendo como el rizado levantaba su labio y mostraba sus dientes debido a su insistencia. Aizawa la paró antes de suspirar, meneando con su cabeza. 

- hizo bien, está bien, deja que se vaya a limpiar solo -le dijo el hombre, dando así paso para el que el hombre gruñera a sus lobos, quienes volvieron con los suyos antes de que el rizado se perdiera en el horizonte. Sin embargo, desde ese momento, Alfa volvía cada cuatro días con un animal en su hocico para ellos. 

AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora