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Los tres pasaron de forma muy silenciosa por el lado de Todoroki, subiendo a pie la montaña quemada. Cuando llegaron a la parte que no se consumió, bajaron por el frondoso y húmedo bosque con cuidado, viendo como por entre las ramas y la hierba pequeños animales corrían de un lado a otro. Entre más bajaban, el ambiente era más húmedo y difícil de atravesar, al punto que la tierra bajo sus pies se hizo cada vez más húmeda hasta hacerse lodo. Siguieron avanzando al punto en que el lodo atrapaba sus pies hasta la mitad de la canilla; y cuando Bakugou comenzaba a pensar que haber ido fue una mala idea y quería volver, sus ojos captaron en ese momento la belleza del santuario. 

En medio de los altos y delgados árboles, dos desde el piso se encontraban respaldando una roca de cerca de un metro y medio. Sus ramas se enroscaban con fineza en lo que eran los brazos de la roca, que eran delgados pero expiraban una sensación de fortaleza que hacía sus huesos estremecerse. Los tres lucharon para llegar a tierra firme, atravesando finalmente el río de fango para estar frente a la roca. 

Bakugou se sentía sin aire mientras caminaba suavemente hacia la piedra, como si temiese despertarla. Caminó por el lado, viendo era la roca. Era como una G gigante, cubierta de una capa de musgo verde y espeso. 

- No se ve mucho... como una persona -murmuró el rubio. Mina bufó y caminó hacia él, levantándolo del brazo. 

- mira, esos son claramente los brazos -dijo segura, posando luego su manos en la parte superior- esta es la cabeza, y así se encorva sobre su vientre -murmuró, señalando la gran prominencia de la roca  en la zona baja. Allí están sus rodillas, por eso se dice que está en esa posición -aseguró ella, ladeando su cabeza al notar como Bakugou se acostaba de espaldas, moviendo su cabeza hacia el "regazo" de la piedra. Miró por unos segundos la "cabeza, ladeando su cabeza al notar como el material se encontraba fruncido como si fuese un rostro humano- ¿ya lo ves? -dijo la chica mientras se acuclillaba a su lado, sonriéndole. Katsuki asintió suavemente con su cabeza antes de arrastrarse y volver a ponerse de pie. 

Miró a todos lados y por sobre su cabeza, viendo la oscuridad del santuario y sintiendo como su energía misteriosa y pura recorría su cuerpo de forma extraña, como si se fundiera con su propia energía. Sentir el ruido del agua correr, los pequeños animales correteando por allí, el aullido del viento y la respiración de sus dos acompañantes hizo que el ojirubí se girara con una sonrisa, sintiéndose como un niño pequeño. 

- se siente como si todo esto estuviera vivo -murmuró, viendo como Sero se cruzaba de brazos suavemente y caminaba hacia ellos, parándose junto a su amiga en lo que asentía suavemente con su cabeza. 

- es verdad, es como si todo esto tuviese vida propia. Por eso, nosotros no vemos la leyenda como un castigo por una pelea, sino que ella es quien mantiene viva todo esto en lo que las espíritus aprenden a ser uno, ¿entiendes? -le dijo en un murmuro, mientras veía que el rubio le observaba con atención- es una recompensa para nosotros, los humanos, por resistir tanto. Por ello hay que cuidarla. Podemos todos pedir algo, pero dejarle una ofrenda -aseguró. 

Mientras Sero y Mina recolectaban flores, Bakugou estaba sentado en el pasto húmedo, tejiendo hábilmente con sus manos una cadena con musgo duro mientras pensaba en que podía pedir. Quería pedir que su madre y sus antepasados estuvieran bien y que cuidaran de su clan en lo que él volvía, pero su corazón gritaba a toda fuerza que pidiera porque Alfa se recuperara. Sus manos se detuvieron mientras daba cabida a esa idea, relajando sus hombros mientras en su cabeza se armaba el escenario. Pediría por ello, y cuando volviera dejaría a Alfa en su cuarto y de irían a dormir, y que al día siguiente Alfa estaría despierto y sano; le abrazaría, le besaría y se lo llevaría de vuelta a casa. Sonrió suavemente ante la idea, justo en el momento en que sentía unos pasos por detrás de él. 

- tú vienes con el lobo, ¿no? -murmuró la voz, haciendo a Bakugou saltar en su lugar. Se levantó rápidamente al notar como detrás suyo estaba de pie el hombre de ojos azules. Katsuki abrió su boca, pero se frenó al ver como el hombre alzó suavemente su mano, poniéndola sobre su boca- Ni se te ocurra hacer un ruido, no te haré nada -susurró, acercándose un paso más. Aunque Bakugou quiso apartarse, el hombre clavó sus brillantes ojos azules en los de él, haciendo que por la espina dorsal del rubio recorriera un fuerte escalofrío- Déjame cumplir con mi misión, debo exterminarlo -le dijo en un susurro. Cuando se acercó, el olor a chamuscado que llevaba encima hizo de Alfa pestañeara, notando como solo sus mejillas y sus ojeras estaban quemadas, y parecía que las quemaduras ascendían milimétricamente por su piel- No miento, juré matarlo por venganza, y se que si él no está muerto no podré volver. No te interpongas en mi camino y déjame matarlo, ¿entendiste? -le dijo antes de que la voz de Mina y Sero sonaran, anunciando que ya se acercaban. El hombre sacó suavemente la mano del rostro de antes de retroceder dos pasos, sumiéndose nuevamente en las sombras- haz lo correcto, por favor -murmuró, dando un tercer paso y perdiéndose en la umbra justo antes de que Mina y Sero volvieran, cargando flores de varios colores. 

- ¿ya terminaste el lazo? -dijo el hombre mientras veía a Bakugou, de pie y confundido mientras sostenía entre sus manos la trenza de musgo, boquiabierto y mudo. Prepararon el ramo con cuidado y lo dejaron a los pies, justo frente al vientre y luego los tres se arrodillaron, quedando todo en silencio. 

Bakugou se miraba las rodillas del pantalón manchadas de tierras mientras pensaba en qué haría ahora. No quería sentir la empatía que sabía sentía por el extraño. Él también era un hombre que buscaba algo para volver a casa, y aunque nada le aseguraba que eso podía ser verdad, podía sentir por su azul mirada que no mentía. Cerró sus ojos y se mentalizó en lo que realmente quería: Que Alfa se sanara para poder llevárselo y que ambos estuvieran a salvo. 

El camino fue silencioso debido al pensativo Bakugou, que no podía sacarse la mente los azules ojos que le rogaban que pudiese llevar a cabo a simple acción que el dolería en el alma si la llevaba a cabo: no defender a Alfa. Venía triste por el camino, pensando en que realmente no podría hacerlo, quería defenderlo porque lo amaba profundamente. 

Mientras pensaba y caminaban ya por el pasto chamuscado, volviendo finalmente a la casa Todoroki, alzó su mirada y se paralizó al ver como en el pasto Todoroki sostenía firmemente a Alfa, quien se encontraba sentado y despierto, respirando firmemente. 

- ¿Alfa? -casi gritó, frenándose por completo al notar como la mata verde de cabello se giraba en su dirección, emitiendo un quejido- ¡Alfa! -exclamó antes de echarse a correr, sonriente mientras veía que el salvaje se zafaba del agarre y apoyaba sus manos en la tierra jadeando. 

- K-ka... -susurró cuando el rubio estaba a solo unos pasos de él, haciendo que todo su cuerpo se paralizara con fuerza, quedando parado frente el pecoso quien estaba a gatas, sintiendo su cuerpo temblar. 

AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora