Capítulo 8: En una sola noche

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Esa misma noche, mientras todos dormían, una chica de castaña cabellera daba vueltas y más vueltas sobre su futon. Según las informaciones de Xing, su hermano debía llegar a la mañana siguiente, y podía sentir claramente que estaba muy enfadado con ella, confundido e intrigado por algo que había descubierto. Eso la mantenía en un constante y desagradable estado de ansiedad. ¿Es que acaso ya lo sabía todo? Ese suspenso no le gustaba ni un poco. Resoplando y tirando las sábanas a un lado con molestia, Sakura se levantó, vestida solo con su yukata de dormir azul celeste y descalza, y salió de su habitación; recorrió los silenciosos pasillos con la intención de salir a tomar aire fresco, mas, al pasar frente a la habitación de cierto pelirrojo, decidió entrar e intercambiar unas palabras con él. Descorrió la puerta sin hacer ruido y vio a Kenshin apoyado contra la pared, más sentado que recostado, abrazando su katana y con sus mechones carmesí cubriendo parte de su rostro. Se acercó a él con cautela y se inclinó hasta estar a su altura, mirándolo con atención. Kenshin parecía dormido; sus ojos estaban cerrados y tenía la expresión pacífica de quien sueña con cosas agradables. Pero no era así.

- Sakura-dono.

Los ojos violeta se abrieron de golpe y miraron con dulzura a su visitante. Una sonrisa gentil se dibujó en sus labios mientras hacía la katana a un lado. Sakura se arrodilló frente a él.

- Lo siento, no quise despertarte.

- Descuida, no podía dormir.

- Yo tampoco. Aunque, en tu caso, se podría explicar por esa postura tan molesta en la que estás. ¿Por qué no te acuestas? Pareces un guerrero que espera a que lo ataquen en cualquier momento. Ya no estamos en el Bakumatsu, nadie intentará matarte.

- No estoy tan seguro de eso.

- ¿Te refieres a mi hermano? No te preocupes. Las diligencias son lentas, no llegará hasta mañana.

- Sakura-dono, cuando uno ha manchado sus manos de sangre..., es imposible volver a dormir en paz.

Sus ojos eran la viva imagen del remordimiento al pronunciar estas palabras, lo cual tocó el corazón de Sakura. La chica lo rodeó sin pensarlo con un abrazo cálido que primero sorprendió al pelirrojo, pero luego fue correspondido.

- No te sientas así, Kenshin. No quiero que te sientas así.

El espadachín pelirrojo rompió el abrazo con suavidad y la separó de su cuerpo para besarla a continuación. Toda aquella situación; ellos dos completamente solos en esa habitación, con todos los demás durmiendo en sus respectivas estancias, Sakura prácticamente sobre su regazo debido al reciente abrazo, los besos cada vez menos inocentes y tiernos..., despertó la parte más masculina de aquel joven samurái. Las manos que habían sostenido una espada desde la niñez comenzaron a moverse por sí solas hacia el lazo que anudaba el obi de la yukata que cubría a Sakura mientras la seguía besando. Una vez que hubo desatado el obi, arrojándolo a un lado, se detuvo y la miró fijamente a las ojos. Sakura notó que su yukata estaba floja y se sintió un poco intimidada.

- Te deseo, Sakura-dono.

Ese susurro tan ronco la hizo sonrojar, pero no hizo ningún ademán de rechazarlo. Kenshin tomó eso como una invitación a continuar, por lo que empezó a besar ese desnudo cuello femenino. De repente, Sakura le dio un empujón que lo tiró contra la columna a la cual estaba recostado antes y retrocedió arrastrándose rápidamente por el suelo.

- ¡Por favor, déjame! ¡No me hagas daño!- gritó con total pánico, su expresión era la de un animal herido y aterrado.

- ¿¡Qué sucede, Sakura-dono!?- cuestionó Kenshin con los ojos muy abiertos, expresando gran alarma y conmoción- ¡Perdóname, por favor! ¡No quise ofenderte!

Antes del amanecer...el aroma de los cerezos [Rurouni Kenshin Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora