Capítulo 20: La felicidad que se negó a sí mismo

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Un niño pelirrojo de cinco años correteaba por todo el patio mientras un hombre con cabellos de igual color lavaba la ropa a unos pocos pasos de él.

- No corras tanto, Shinta, podrías caerte.

- Si me caigo, me levanto, papá.

Kenshin miró a su hijo con una sonrisa comprensiva.

- Tienes razón.

El sonido del pequeño portón de madera que conducía al porche de la casa al abrirse desvió su atención hacia ese punto.

- ¡Buenos días, Himura!- saludó Misao con su entusiasmo de siempre, entrando en la propiedad; era seguida por su esposo Aoshi y por Mayu, la hija de dos años de edad que habían concebido, quien venía de la mano de su padre.

- ¡Misao-dono! ¡Aoshi! ¡Mayu! ¡Bienvenidos!- exclamó Kenshin, saludándolos con la mano en tanto enjuagaba la ropa para tenderla- Pasen, por favor. Sakura está adentro con Megumi-dono, quien vino a examinarla. Sano la acompañó y decidió quedarse con ella hasta que termine la revisión.

- ¡Vaya, el Cabeza de Pollo es un esposo dedicado! No se separa de su mujer. ¿Quién lo hubiera creído?- se rió Misao, tomando en brazos a Shinta, que había ido al encuentro de los visitantes con grandes muestras de entusiasmo.

- Mayu, ve a jugar con tu onii-san Shinta- ordenó Aoshi, interpretando la impaciencia de su hija por zafarse de su mano.

Los niños sonrieron contentos y Shinta tomó protectoramente de la mano a la pequeñita de largos cabellos negros y ojos color zafiro, llevándosela al otro lado del patio.

- Misao-dono, es normal que Sano se preocupe por Megumi-dono. Después de todo, ella está embarazada- replicó Kenshin, habiendo concluido su labor y conduciendo a sus visitantes a la sala de estar, mientras rememoraba su propia experiencia con el primer embarazo de Sakura.

- ¡Bah! Megumi solo tiene tres meses de embarazo- chistó Misao con su despreocupada actitud.

Al entrar en la sala de estar, Sakura los recibió con una sonrisa que indicaba una grata sorpresa por su parte al verlos. Ella exhibía un enorme vientre que apenas le permitía ponerse de pie, por lo que fue ayudada por Megumi y Sanosukea pararse del tatami.

- ¡Misao-san! ¡Aoshi-san! ¡Es bueno verlos!- exclamó con alegría.

- Sakura-san, parece que darás a luz en cualquier momento- dijo Misao, impresionada por el volumen del vientre de la joven.

- Así es. ¿Han sabido algo de Kaoru y Yahiko?

- Siguen recorriendo los dojos de todo el país, enseñando el Kamiya Kasshin-ryū con la esperanza de revitalizar el kendo.

- Ambos aman el kenjūtsu de todo corazón. Estoy segura de que lo lograrán.

- Yo también. Ya llevan casi cinco años en ello, así que...

Misao se calló cuando Sakura emitió un alarido de dolor y se dobló sobre sí misma, agarrándose el vientre con las manos. Un líquido resbaló por sus piernas hasta formar un charco a sus pies. Todos se sobresaltaron, en especial Kenshin, quien acudió en su auxilio de inmediato.

- ¡Querida!

- ¡Se rompió la fuente!- aclaró Megumi con agilidad profesional- ¡Rápido, Ken-san, llevémosla a la habitación! ¡Sakura va a dar a luz!



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- Son dos hermosas y saludables niñas.

Lo anunciado por Megumi fue una sorpresa para todos. Sakura había tenido gemelas. Reposaban en los brazos de su madre que, si bien estaba cansada, no se sentía tan agobiada como después de su primer parto, probablemente por contar ya con una experiencia previa y porque este había durado menos tiempo. Dentro de la habitación solo había sido admitido Kenshin, por lo que Sakura se encontraba únicamente con su esposo y la doctora.

- ¡Hey, animal, suelta a mi sobrino! ¡Vas a desarmarlo!- se escuchó que reclamaba una indignada voz masculina desde la sala de estar.

- Ken-san, ve a calmar ese jaleo- dijo Megumi bastante molesta- Parece que no se percatan de que aquí hay una mujer que acaba de dar a luz y necesita tranquilidad. 

Kenshin le obedeció, salió de la estancia una vez más -lo había hecho unos minutos antes para anunciar el feliz alumbramiento- y se encontró con que Sanosuke agarraba a Shinta por los pies y lo mantenía suspendido en el aire, mientras Enishi lo reprendía furioso.

- ¡Pero mira cómo se ríe y se divierte!- se justificó Sanosuke.

- ¡Se ríe por el nerviosismo, imbécil!

Enishi se lo arrebató de las manos y, aunque Sanosuke gruñó, Shinta pareció muy contento por el cambio.

- ¡Tío Enishi!

El pequeño se reía. Después de sus padres, Enishi era la persona favorita de Shinta. Fue una suerte que Kenshin lograra mover algunas influencias para que su cuñado dejara de ser perseguido por la policía japonesa y pudiese visitarlos normalmente, lo cual hacía muy a menudo. Olvidando completamente el regaño que debía darles, el pelirrojo solo pudo recordar las palabras que le dijo Enishi ese día cinco años atrás, al día siguiente de que Sakura despertara del coma, cuando se disculpó con él:

"Escúchame bien: si algún día decides abandonar a mi nee-chan para vagabundear nuevamente... te mataré. Si te vas, la harías muy infeliz. Y yo no te lo perdonaría, no esta vez. No importa bajo qué piedra te escondas; si los dejas, a ella y al niño, te encontraré y te mataré. ¿Entendido?"

El aroma de los cerezos inundó los pulmones del espadachín, haciéndolo reflexionar.

"Pero eso no sucederá, Enishi. Mi vida y esa felicidad que me negué a mí mismo ya no me pertenecen más. Ahora son de Sakura, la mujer que amo, y de mis tres queridos hijos. Por ellos, viviré; por ellos, seré feliz. Protegeré esta vida con todas mis fuerzas. Nadie va a arrebatarme esta felicidad. Porque solo en ella... encontré al fin mi respuesta."







    Fin.

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Antes del amanecer...el aroma de los cerezos [Rurouni Kenshin Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora