- Se tu misma, y no le hagas caso a los demás.
- Demuestren que una villana puede ser cálida sin ser pecaminosa, hijas mías.
Es lo único que me suplico antes de partir fuera de su alcance.
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Sentía un mal sabor de boca al dejarla ir así, un día conociéndonos y ya siento que quiero saber aun mas su historia, luego de que abandonará el campo de tiro, resignado, regrese al castillo donde me recosté en mi cama.
Mamá y papá no se encontraban; pues estaban en un viaje rápido para agilizar algunas cosas de mi coronación; me había quedado solo, claro, tenia a audrey. Pero estar con ella era como estar solo, se preocupaba solamente por si misma y eso me irritaba.
Con la llegada de los hijos de los villanos la gente había empezado a hablar sobre porque había elegido esa proclama, como siempre no me importaba que los demás me cuestionaran.
Había dejado el saco en la silla de la mesa de la computadora; mi cabello estaba desordenado y mi ropa desprolija tal vez arrugada.
Cerré mis ojos cuando entro a la habitación sin tocar, estaba acostumbrado.
- ¿Bennybú, estas despierto?
No respondí.
Sentía sus ojos en mi pero no planeaba abrir los míos para que se fuera, audrey era muy testaruda.
- De todas maneras tengo que hablarte, eliz, mal y yo tenemos algo así como cosas en común.
Eso llamo mi atención, irguíendome en la cama la insto a que continúe.
- ¿Que quieres decir?.
Hace una mueca tomando asiento a mi lado.
- Fuimos como hermanas desde pequeñas, pero nos separamos con el paso del tiempo.
- ¿Porque? - Nuestra conversación es interrumpida por uno de los ayudantes de papá.
- Príncipe ben, necesitamos de su presencia en la habitación de sus padres.
Aún con los pensamientos a flor de piel me levanté siguiéndolo.
Algo me decía que debía averiguar mas sobre eliz, ella llamaba mi atención rotundamente.
Me había levantado extrañamente temprano para ir a clases gracias a un toque en la ventana, era diaval.
Ya me había extrañado que no hubiera aparecido por aquí.
Me acerque lo mas sigilosa sin despertar a ambas chicas que dormían plácidamente, abrí y el cuervo entro a la habitación revoloteando hasta apoyarse en mi cama, en su pico traía una nota, tomándola entre mis manos la leí en voz baja.
