Mío

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Bip Bip.... Bip Bip...

Dios, ¿qué es ese ruido?

Bip Bip... Bip Bip...

Argh, que molesto ruido... 

¿Dónde estoy?

La suavidad bajo mis manos indicó que estaba en una cama, aunque el frío que me aguijoneaba los pies mostraba que no estaba tapado y aparte de aquel molesto pitido no escuchaba nada más....

Bip Bip... Bip Bip...

Abrí los ojos, ansioso por aclarar mi mente, pero una luz tan brillante como el sol me obligó a cerrarlos nuevamente.

—Hughh- gemí, cubriendo mis ojos con una mano.

Si estoy muerto y esa es la luz de la nueva vida... Por favor, apáguenla, pensé con los ojos llenos de lágrimas.

Un ruido, muy breve y seguramente demasiado suave como para que un humano normal lo escuchara, me congeló. Cerré los ojos con fuerza, concentrándome en los sonidos y lo escuché de nuevo.

Alguien hablaba.

De acuerdo, era más de un alguien. Aún estando desorientado, mis sentidos no mentían. Había cerca de cinco personas hablando en algún lugar no muy lejos de mí.

Intente abrir los ojos otra vez...con los mismos resultados.

—Jodida luz...- Murmuré, mientras luchaba por incorporarme.

Las voces callaron justo cuando logré sentarme.

Mientras pestañeaba furiosamente en un vano intento de ver lo que había a mi alrededor, escuché el inconfundible sonido de una puerta al abrirse. Segundos después, una voz de mujer dijo:

—Estás despierto-

—Ah? Qui, quién?- pregunté, aun cegado.

— ¿No puedes verme? ¿Ocurre algo con tus ojos?- preguntó con voz preocupada.

—La luz es... brillante.- Murmuré

—Oh, lo es?- pregunto ella, claramente sorprendida

Solté un bufido bajo ante sus palabras.

Claro que lo es, pensé, si abro más los ojos esa mierda me va a dejar una imagen permanente en las retinas.

De repente la luz cambió, aquella monstruosidad se apagó y una luz cálida, que parecía salir de las paredes llenó la habitación.

Abrí un poco más los ojos, aun pestañeando, para inspeccionar el lugar en el que estaba.

Sentado sobre una camilla extremadamente suave plantada en medio de una habitación de brillantes pisos negros, cuyas paredes estaban tapizadas con paneles con muchas palabras y lucesitas y con un gran arco metálico (que debía ser la fuente de luz asesina y aquel pitido insoportable) cubriendo la cabecera de la camilla, no había duda de que estaba en una sala de observación. ¿Un hospital? Nah, ningún hospital podía tener camillas tan suaves, casi era ilegal.

Debía tratarse de un lugar privado... lo que sólo podía significar una cosa...

— ¿Dónde está Otto?- pregunté, sin atreverme a escudriñar la cara de la mujer frente a mí.

— ¿Quién?- preguntó ella

— Otto Octavius?, mmm, el Doc Ock?- no hubo respuesta. Finalmente alcé la vista, encontrándome con un mujer de rasgos asiáticos que me resultaba extrañamente familiar —Ya sabe, edad media, ligeramente gordo, cabello negro, gafas de bastardo demente, cuatro brazos metálicos saliendo de su espalda?- pregunté a la desesperada, gesticulando exageradamente con los brazos, al notar que ella aún no comprendía.

DeslumbranteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora