Cordura

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-New York. 4:10-

~Peter~

–...man- El rugido de mi nombre me despertó, pero no fue un amanecer agradable y tranquilo.

Estaba seguro de haber abierto los ojos, pero la oscuridad a mi alrededor era tan intensa, que no me era posible llegar a distinguir siquiera el pedazo de pared que aplastaba mis costillas.

La máscara hacía un buen trabajo, pero aún podía distinguir el sabor a polvo que se filtraba, ahogándome.

Estaba sobre una superficie relativamente plana, gracias al cielo, pero aún así estaba seguro de tener un par de contusiones nada bonitas en la espalda, donde un pedazo de escombro estaba estratégicamente colocado a la altura de mis lumbares.

El traje era resistente, lo sabía. Capaz de resistir impactos de bala y salvarle a mi cuerpo la enorme mayoría del daño que podría haber sufrido. Si se hubiera tratado de mi traje viejo...bueno, probablemente habría roto un record Guiness por la mayor cantidad de huesos rotos, o ¿quizás simplemente habría muerto?

Quién sabe.

De cualquier manera, el regalo de Tony no había logrado evitarme todo el daño. Aún desde la posición en la que estaba (presionado sobre mi espalda con un pedazo de escombro inmovilizándome el cuerpo y una mano y rodeado de oscuridad absoluta) era perfectamente capaz de distinguir el dolor de mi pierna derecha.

Algo largo, delgado y muy resistente (probablemente una barilla que anteriormente sujetaba los cimientos del edifico) me había perforado la pierna, así que no estaba seguro de poder salir de ahí, aunque lograra mover la piedra que tenía encima.

–Ok, pensamiento positivo- me dije, intentando no hiperventilar – Primero lo primero.-

No es posible analizar mis heridas en esta oscuridad, así que necesito encontrar una manera de salir, preferiblemente sin quedar enterrado para siempre como una cucaracha bajo un tennis.

Tenía un brazo libre y esa era la única buena noticia.

Extendí la mano hasta llegar a palpar la superficie irregular del escombro que tenía sobre el pecho, tomé una enorme bocanada de aire, preparándome para empujar, pero el dolor que esa acción me provocó en las costillas me indició que tenía más de una rota.

–Genial- gruñí, tosiendo ligeramente.

Eso por supuesto, también dolió como una perra. Pero no tenía opción, empujar era lo único que podría sacarme de ahí.

Hasta donde yo sabía el Doc podría estar destruyendo el resto de la ciudad o leyendo mi carta mortuoria.

Colocando de nuevo la mano sobre el escombro, conté hasta tres antes de dejar que la fuerza fluyera por mi brazo. Estaba seguro de que sería pesado, pero en realidad, no era consciente del problema en el que estaba.

El peso era superior a todo lo que había levantado antes. Era apabullante, aplastante, y mientras empujaba, apretando la mandíbula con fuerza, me sorprendió que hasta el momento no me hubiera transformado en una tortilla humana, destruyendo mi tórax en el proceso.

Sólo podía atribuírselo al traje.

El esfuerzo era suficiente como para sentir las ventas y tendones de mi brazo saltar en protesta, pero milímetro a milímetro noté como mis costillas se liberaban de aquella presión.

Luego de un par de minutos logré levantar el escombro lo suficiente como para poder extirpar mi brazo derecho de su encierro y tras comprobar que estaba prácticamente bien, unirlo al izquierdo para continuar empujando.

DeslumbranteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora