Obsession 365 愛緯宛

467 26 161
                                    

Apenas colgó el teléfono, el moreno tomó las llaves de su auto y cogió la chamarra más cercana que tenía.
Con una ansiedad y desespero enormes, José encendió el auto y condujo hasta el lugar mencionado por Seoane.
Trataba de manejar lo más rápido posible para alcanzar todos los verdes y arribar mas pronto a auxiliar a su amado.

Con una habilidad que ni el sabía que tenía, esquivaba con agilidad a los automovilistas que el consideraba lentos en ese momento. Se hacía de espacios largos para acelerar y alcanzar los verdes para llegar mas pronto al que podía ser su ultimo destino.
Por momentos tocaban rojos que le parecían eternos y traían a su mente imágenes horribles de lo que pudiera hacerle o estarle haciendo Zeta a su amado. Su ceño fruncido denotaba miedo y coraje de que las cosas hubieran llegado hasta ese punto. Pero no tenía la intención de dejar las cosas así.
Tan pronto cambió el color del semáforo, José aceleró lo más que pudo hasta llegar a la susodicha clínica.

Se estacionó enfrente del sitio y, haciéndose con una navaja Stiletto, salió del auto y caminó con cuidado hasta la puerta trasera del abandonado lugar.
La clínica estaba oscura y vieja. Para llegar a los almacenes, Jose tenía que cruzar por unas oficinas.
Las paredes estaban sucias, indicando que las lluvias habían trasminado su agua a través de ellas. Tenían grietas y había pedazos de vidrio rotos en el suelo. En ellas también habían grafittis y símbolos extraños, bizarros.
Luego de cruzar aquellas oficinas, miraba a su alrededor, poniendo suma atención en los ruidos que habían en el ambiente.

--Tiene que estar aquí... --dijo en voz baja abriendo con cuidado aquella enorme y voluminosa puerta.

Las luces del lugar estaban encendidas en un tono blanco y frío que hacía mas hostil e inquietante su estadía ahí.
Caminó con meticulosidad, evitando pisar los vidrios rotos de las ventanas o de las lamparas del techo.
Dio la vuelta en uno de los pasillos del lugar y escucho gritos y quejas ahogadas, como si alguien tuviera la boca tapada.

--¡Txus! --susurró preocupado--. Tengo que entrar por el...

--Tu no entrarás por nadie...--dijo una voz gruesa tras de sí.

Apenas José pudo voltear cuando el mango de una pistola Remington Cal.45 lo golpeó con fuerza en la nuca. Cayó al suelo con la vista borrosa, y trataba de reconocer el rostro de su atacante, pero no pudo hacerlo y su mirada se cerró, quedando inconsciente y aislado del mundo.

--¿Encontraste al idiota? --dijo Josema llegando hasta el tipo de la cachucha.

--Ahí está --dijo señalando al suelo--. Estuvo a punto de entrar con Txus.

--¿Que hacemos con él? --preguntó.

--Zeta dijo que lo amordazáramos a una silla, igual que al otro imbécil, pero con mas ataduras. El tipo es fuerte.

--¿Lo ponemos en un sitio distinto?

--No... ahí dentro, con él --señaló el bajista.

Los hombres sujetaron a José por las piernas y lo estiraron dentro del lugar aquel. Lo levantaron en peso y lo sentaron sobre una silla a la que tiempo después lo atarían de manos, torso y pies.
Con las manos atadas tras la silla con esposas, el torso rodeado por una fuerte cuerda que lo inmovilizaba totalmente y con los tobillos amarrados con una cuerda mas pequeña, el vocalista estaba completamente privado de sus movimientos.

A los pocos minutos, el olor de cierta sustancia incolora y volátil penetró las cavidades de su nariz, haciéndole despertar y alejar su rostro del paño húmedo.
Con pesadez y dolor de cabeza, José abría los ojos lentamente, siendo deslumbrado por la luz fría del almacén.
Una vez aclarada su vista, vislumbró frente a el la figura de cierto baterista con los brazos tras la espalda, esposado de manos y con los pies atados a las dos patas delanteras de la silla, con las piernas levemente separadas. Su cabeza caída y su semblante dormido daban a entender que el hombre se encontraba inconsciente.

Desde Mi Cielo (Mägo de Oz Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora