—Entonces... ¿alguien va a tener el decoro de explicarle al puto Jefe de Aurores de que se trataba ese hechizo con el que atraparon a los sospechosos? —preguntó una vez más Harry Potter mientras miraba a todos los presentes con las cejas tan altas que rozaban su flequillo y la cicatriz de su frente se ocultaba completamente.
—Señor Potter —le regañó de inmediato por el vocabulario la Directora McGonagall quien estaba prácticamente recostada sobre su sillón tras su escritorio. En las paredes de la oficina se encontraban atentos todos los cuadros de los antiguos directores, observando algunos con benevolencia y otros con el aburrimiento habitual a los presentes.
En el lugar se encontraban ellos dos, Lestrade con James, Scorpius, Albus, John y, como no, Sherlock Holmes. Mientras el Auror Prior se veía un tanto pálido por la pérdida de sangre cuya herida ya había sanado con un eficaz Episkeyo de Anderson, aunque quedaba una marca rojiza en su mejilla y su camisa se encontraba manchada de un feo carmín que poco a poco se volvía color burdeo.
El joven estudiante de Auror se veía sonriente al igual que los estudiantes. No todos los días atrapabas a unos criminales en Hogwarts. Anderson y Donovan se los habían llevado ya a las Oficinas de Aurores luego de que todos hubiesen confesado a medias los cargos. Sherlock había tenido razón y llevaban encima hechizos de confidencialidad, pero el mismo Jefe Potter se había encargado de verificar de que ninguno se encontraba bajo un Imperius y al ser mayores de edad eran completamente imputables. Los Aurores se encargarían de continuar las investigaciones, pero no cabía duda de que ellos eran los dueños del arcón que Scorpius y Holmes habían hallado a la orilla del Lago Oscuro la noche anterior.
Lo único que evitaba que Sherlock se sintiese totalmente satisfecho, era que ellos no habían confesado haber sido quienes ataron a Albus y John al Sauce Boxeador, tan solo que los habían dejado inconscientes en el bosque. Y al tratar presionar todos evitaban responder, como si un hechizo bloquease sus lenguas. Solo el Veritaserum de los Aurores acabaría por liberar esa información, o les revelaría de lo poderoso de los hechizos de confidencialidad.
Como fuese, nuevamente Moriarty se le había escapado de entre las garras. John le consolaba intentando hacerle notar que quizás no había sido Jim en verdad, pero nada le quitaría esa idea al ravenclaw de la cabeza. Después de todo, le conocía bastante bien.
—Era un hechizo sencillo, señor Potter —habló Sherlock quitándole importancia con la mano mientras Lestrade y James se enarcaban las cejas mutuamente—. Una adaptación del hechizo de verificación de varita de los Aurores. Corrobora todas las varitas de aquellos que alcanza para buscar un patrón específico de hechizos y señala a los dueños de la varita en cuestión que ha realizado el patrón —se estiró en el sillón mientras miraba al techo alto de la oficina de la directora con las palmas de las manos juntas y apoyadas en la barbilla—. Nada demasiado complejo.
John sonrió con algo de orgullo ante la mirada impresionada del jefe de Aurores, mirando a su pareja. ¿Sencillo? John ni siquiera podía imaginar cuanta Aritmancia se tenía que estudiar para siquiera poder vislumbrar un hechizo de esas características, ya que el hechizo original había sido desarrollado por los Aurores luego de una larga investigación. Y Sherlock lo había resuelto antes del desayuno. Literalmente.
—Pero... ¿qué clase de patrón buscaron? —preguntó intrigado Harry Potter mientras miraba a la directora quien solo hizo un gesto de "Ni deberías preguntar". Al parecer su antigua Jefa de Casa se había rendido con Sherlock Holmes. Eso era bastante impresionante.
Al notar que el ravenclaw ni se esforzaba por responder, Scorpius se aclaró la garganta consiguiendo la atención de todo el mundo. A pesar de la mirada del padre de Albus, el rubio jamás soltó la mano de su novio.
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Elemental, mi Querido Gryffindor
FantasySherlock Holmes es demasiado brillante para su propia seguridad y un castillo como Hogwarts, por enorme y mágico que sea, se hace demasiado pequeño para satisfacer su curiosidad y mantener su vida suficientemente entretenida. ¿Qué queda? Solo meters...