14.

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Martín Vargas:

El cumpleaños había terminado, ví a Lucía parada en la puerta, esperando a que Irina se despidiera de Villlamil, estaba con su vista puesta en la calle. Decidí no pensar más, y actuar de una vez por todas.

La tomé ligeramente del brazo y hablé.

— Necesitamos hablar de todo esto. —dije serio, aunque por dentro me comuna los nervios.—

—¿Por fin decidiste dar la cara? —dijo sin verme.—

—Necesitamos arreglar esto.

—Habla pues. —dijo soltándose de mi agarre.—

—Necesito que me veas mientras hablo Lucía. —dije molesto.—

Posó su vista en mí, sus ojos chocolate se convirtieron en la vista más intensa que había visto jamás, reflejaban enojo, y los míos reflejaban temor, estaba seguro de eso.

—Necesitas muchas cosas por lo visto. —dijo saliendo de la casa.—

—A usted principalmente. —dije sin pensar.—

Soltó una risa llena de ironía y se sentó en las pequeñas gradas de la entrada hacia la casa de los Isaza.

—¿A mí? No, usted no me necesita, usted necesita a Sara, a mí no.

—No, siempre la necesite a usted, desde el día uno que hablamos, pero fui aún más dependiente de usted desde que nos besamos por primera vez, y ahí me hice adicto a algo que sabía que jamás podría tener.

—Pudiste tenerlo, solo tenías que hablar, pero elegiste callar y probar otras cosas, y se te olvidó.

—No, jamás se compararía Lucía, por usted siento amor, estoy enamorado de usted, y no no se enamora de cualquiera. —dije viendo mis tennis.—

—¿Si estás enamorado de mí, porqué estabas con Sara?

—Porque soy un idiota, tenía miedo de decirte las cosas, tenía miedo a perderte, y pues para tratar de olvidarte busqué a Sara.

—Un clavo no saca otro clavo, Vargas.

—Ahora lo sé.

—Yo también me enamoré de usted, y justo el día que estaba decidida a confesarle pasó todo esto.

—Y me arrepiento de que hayas visto eso, yo siempre estaré Lu, siempre estaré para tomar tu mano en momentos que caigas, estaré para apoyarte en lo que quieras hacer, estaré para lo que sea que necesites.

Nos quedamos en silencio, giré mi rostro para tratar de encontrar sus ojos nuevamente, afortunadamente sus ojos se encontraron con los míos. Tenerla cerca y no besarla me quemaba, me acerqué a ella estúpidamente, como se suponía que aún sin perdonarnos ella me besaría. Si ella accedía a esto me dejaba claro que era tan dependiente de mí como yo de ella.

Esbozó una sonrisa, y rozó su nariz con la mía.

—Si me vas a besar procura que sea ya, deja de atrasar las cosas Martín.

Y sin pensar más, la besé, sus labios se movían de manera lenta y suave, mi mano viajó desde su cintura hasta su cuello, y la suya igual. Nos separamos en busca de aire, pude ver sus ojos con un brillo diferente, ya no emanaban enojo, ahora se veía tranquilidad en ellos.

—¿Entonces me perdonas? —dije sonriendo.—

—¿Te queda duda sobre eso? —dijo riendo.—

—No, y de ahora en adelante no quiero tener más dudas, al menos en las cosas que tengan que ver contigo.

Sonrió y tomé su mano.

toma mi mano ; martín vargas [en edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora